Marqués de Portago
17 de julio de 2021
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En febrero de 1957 vivía La Habana la efervescencia del Gran Prix de automovilismo. Era el primero que se celebraba en la Isla y estaban invitados los mejores pilotos del mundo, encabezados por el entonces cuatro veces campeón mundial Juan Manuel Fangio, de nacionalidad argentina. En los días previos a la carrera de quien más se hablaba era de Fangio, el favorito. Pero súbitamente el nombre del marqués de Portago, o Alfonso de Portago, indistintamente llamado, comenzó a ganar puntos en las preferencias y, entre otras, estas eran algunas razones: se trataba de un marqués auténtico, joven, atractivo, con aureola de temerario y de playboy. En Europa había dado ya bastante que hablar, por su presencia en varios grandes premios del automovilismo, siempre con la escudería Ferrari. Era grande la celebridad del marqués de Portago en la high life española y europea, por lo que periodistas, fotógrafos y revistas llenaban páginas con su nombre e imagen.
Cuando el 25 de febrero de 1957 el locutor dio la largada en el bello circuito del Malecón habanero, ante un público entusiasta de alrededor de 150 000 personas, el Ferrari conducido por Alfonso era ya de los más seguidos por los ojos de los espectadores. Pero el Marqués se encargaría con su arrojo de justificar los hechos. Portago y Fangio pronto se adueñaron de la cabecera, sacando apreciable ventaja a los restantes. Al cabo de 30 vueltas al circuito se hizo evidente el mano a mano entre los dos ases, solo que poco a poco Portago empezó a distanciarse hasta sacar casi una vuelta al campeón mundial.
Sin embargo, en la vuelta 69 no se ve al Marqués, cuyo auto ha sufrido una avería, que aunque reparable le hace perder casi tres minutos. Al regresar a la pista lo hace en quinto lugar. Recupera algunas posiciones, pero no ganará, y Fangio cruza la meta victorioso y tranquilamente después de recorrer las 90 vueltas y poco más de 500 kilómetros. Ese año ganó su quinto y último campeonato mundial. Ya lo dice el refrán: “No van lejos los de alante si los de atrás corren bien”. Lo que nadie discute al español es su condición de héroe sentimental y la Copa de la Popularidad. Los grandes vítores son para él y de La Habana partirá con la satisfacción de las simpatías ganadas.
No se han acallado del todo los ecos de La Habana cuando el 12 de mayo de 1957 Portago y su copiloto se matan en terrible accidente en la carrera de la Mille Miglia o Mil Millas italianas, por carreteras convencionales. La tragedia se produce al reventarse un neumático delantero, que a velocidad de 240 kilómetros embiste a los espectadores, ocasionando una decena de muertos y numerosos lesionados.
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