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María de los Ángeles Santana (XX)

7 de junio de 2019

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Para los lectores de esta sección procedemos a intercalar capítulos de nuestro libro Yo seré la tentación: María de los Ángeles Santana, publicado por el sello Letras Cubanas, cuya tercera edición acaba de ser puesta a la venta en ocasión de la Feria Internacional del Libro de La Habana correspondiente al 2017.

 Al plan de estudios y la formación piadosa de las estudiantes del colegio de Nuestra Señora de Lourdes, María de los Ángeles Santana agrega el amor a la patria que las monjas filipenses inculcan a las alumnas. Una de sus máximas, en orden de prioridades, fija los siguientes términos: «Dios, patria, familia y colegio».

Desde que en el mes de septiembre empezaba el curso escolar se organizaban actos patrióticos en la escuela, que en sus comienzos incluían el saludo de la bandera y cantar el himno nacional. Fueron ocasiones en que se sacaban de los escaparates nuestros trajes de gala, que eran de piqué blanco, y lucíamos sobre el pecho la más reciente e importante banda de méritos recibida en el colegio. Con él usábamos medias blancas algo largas y zapatos de ese color.

En el aspecto de la educación patriótica de las alumnas, las madres filipenses hicieron que aprendiéramos a respetar y amar símbolos de la patria como el escudo, la bandera, el himno nacional y a los héroes de nuestras guerras de independencia. Entre ellos, la personalidad de mayor rango era José Martí, y en su honor, cada 18 de mayo, víspera de su muerte, en 1895, se celebraba el Día de la Patria, considerado el más importante de los actos de carácter no religioso a celebrarse en el colegio.

Cada 18 de mayo se ponía una gigantesca bandera en el patio, donde asimismo se recitaba y  se hacía un concurso de Historia de Cuba que terminaba con la entrega de los premios, acompañada del júbilo de las estudiantes mientras cantábamos:

 

¡Viva Cuba!,
linda tierra.
La más bella
que ojos vio.
La que a todos eclipsó.
Cantemos a Cuba, la patria querida;
cantemos a Cuba las glorias, el honor
.

Para las monjas, la celebración de cada Día de la Patria casi tenía la connotación de un acto religioso. La doctrina martiana y el ejemplo del prócer caló hondo en el claustro de las monjas-profesoras de Lourdes y en esas efemérides ellas, junto con las estudiantes, se desbordaban en entusiasmo para rendir, con el fervor que él lo merecía, honores a José Martí.

A medida que ha pasado el tiempo, pienso que a las madres filipenses debo la veneración que he sentido hacia nuestra enseña nacional y Martí. Recuerdo que años más tarde, al decidirme a trotar por el mundo con el arte y marcharme un largo tiempo a España, mantuve en mi camerino un pequeño busto de él y una bandera cubana. Me servirían para afianzar uno de los máximos preceptos de las monjas filipenses:«Sois cubanas, dad gloria a vuestra patria».

La nueva etapa gubernamental de Gerardo Machado —ampliada a seis años— se inicia el 20 de mayo de 1929, en medio de la inauguración del Capitolio de La Habana, edificado con un presupuesto superior a los diecisiete millones de pesos, cifra astronómica en la época y sinónimo, además, de hambre, indigencia y sangre para el pueblo.

Al pie de la monumental estatua de la República —que, inspirada en la Palas Ateneas, de Fidias, crea el italiano Angelo Zanelli— el tirano vuelve a tomar posesión de la presidencia de Cuba, donde a partir de los meses finales de este año se hacen sentir los efectos del crac de la bolsa de valores en Wall Street, el cual desencadena una crisis mundial de nefastas consecuencias en la Isla, obligada a pagar los empréstitos concedidos por Washington al régimen machadista.

Una mayor fuerza alcanza la ola de continuas protestas contra el dictador, que dispone el crimen y la persecución de sus opositores. Por orden suya, el dirigente estudiantil y revolucionario Julio Antonio Mella es asesinado en la capital de México, país en el que se ve obligado a permanecer en exilio forzoso.

Entretanto, María de los Ángeles Santana Soravilla recibe la llegada de la adolescencia, en la cual experimenta notables cambios en el aspecto físico, primordialmente en su estatura, que la hace sobresalir dentro del grupo de sus compañeras de curso, así como la acentuación de los hermosos rasgos de su rostro. Dos hechos subrayan entonces su existencia: la graduación en el colegio de Nuestra Señora de Lourdes, y la fiesta por sus quince años de edad.

(CONTINUARÁ…)

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