María de los Ángeles Santana LXX
19 de febrero de 2021
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Para los lectores de esta sección procedemos a intercalar capítulos de nuestro libro Yo seré la tentación: María de los Ángeles Santana, publicado por el sello Letras Cubanas, cuya tercera edición acaba de ser puesta a la venta en ocasión de la Feria Internacional del Libro de La Habana correspondiente al 2017.
Hoy damos continuidad a las reflexiones de la Santana acerca de su labor en el teatro Lírico, del Distrito Federal, de México,
CAPÍTULO SEIS
«BELLÍSIMA MUJER, EXQUISITA CANTANTE, EXCELENTE ANIMADORA»
1945-1951
Desde 1944 ocupa la presidencia de Cuba, por segunda vez, el líder del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), Ramón Grau San Martín, que a principios de 1946 —a casi dos años de una falsa cordialidad reiterada en la frase «La cubanidad es amor»— incumple las promesas del programa nacional-reformista difundido durante su campaña electoral.
El estadista, que a mediados de la década de los años cuarenta se instala en el tercer piso del Palacio Presidencial junto con su influyente cuñada Paulina Alsina, viuda de Grau, y otros familiares, no cumple con el aspecto que el programa partidista considerara su esfuerzo fundamental: el rescate de la soberanía de Cuba y limitar el dominio del capital extranjero en la Isla.
Ninguno de esos temas son abordados por el caudillo del autenticismo al iniciarse su nuevo período de gobierno y dirigir su primer mensaje al Congreso, en el que destaca la importancia de asegurar las posibilidades de un trabajo útil y debidamente remunerado para satisfacer las necesidades materiales y espirituales del pueblo; fomentar nuevas fuentes de riqueza mediante la iniciativa privada y el espíritu de empresa; y la participación oficial en los negocios particulares con el propósito de ordenar los efectos de las leyes económicas y lograr armonía entre trabajadores y empresarios.
Asimismo expresa la necesidad de emprender un plan capaz de crear millares de pequeños propietarios rurales que mejore las condiciones de vida del campesinado. En el ramo de las obras públicas propone, entre otras cuestiones, la construcción de escuelas en las zonas agrícolas, el aprovechamiento de las vías fluviales, desarrollar las comunicaciones por carretera para incrementar el turismo y la edificación de balnearios.
Además de esos objetivos, en sus palabras iniciales al Congreso cita otras tareas: efectuar una reforma tributaria, crear la banca nacional y aplicar programas en las esferas de la educación y de la salud. Con carácter de urgencia sugiere las siguientes legislaciones: Ley Orgánica de los Presupuestos, Ley General de Contabilidad del Estado, Ley Orgánica del Tribunal de Cuentas y de la Carrera Administrativa.
La mayoría de tales planteamientos no se realizan en su etapa presidencial, que se extiende hasta el 10 de octubre de 1948, y, por tanto, se convierten en pura demagogia. Transcurrirán durante ella las negociaciones con Estados Unidos de las zafras de 1945, 1946 y 1947, en las que se imponen los criterios de un intercambio desigual, pues, por bajos precios, el país vecino las adquiere para revender luego parte del azúcar criollo a Europa. En esos acuerdos, con Washington sólo se alcanza una ventaja: la firma de una cláusula de garantía, en 1946, gracias a la decisiva participación de la FNTA —Federación de Trabajadores Azucareros—, bajo la guía de su líder, Jesús Menéndez, la cual resulta anulada al siguiente año.
Provoca pavor en la ciudadanía el llamado «Mesías de la cubanidad», tras dar rienda suelta a un pandillerismo que ocasiona más de un centenar de asesinatos impunes, transformar el país en un permanente escenario de batalla, e imponer, en 1947, la política estadounidense conocida como «guerra fría». «El Viejo», epíteto con el que a veces suele llamarse en la calle a Ramón Grau San Martín, permanece con los brazos cruzados ante la represiva actitud asumida hacia el pueblo por el jefe del Ejército, el general Genovevo Pérez Dámera, o el robo y la ineficacia de sus ministros.
A lo largo de esos años tendrán lugar, entre otros hechos, enérgicas protestas de amas de casa por la escasez de artículos de primera necesidad ocultados por especuladores; demandas de obreros, maestros y empleados públicos, con vistas a obtener mejoras salariales; reclamo de aumento en las exiguas pensiones de los veteranos de las luchas revolucionarias del siglo XIX; rechazo a la puesta en libertad de José Eleuterio Peraza quien, como jefe general de las fuerzas represivas desde 1935, asesinaría a centenares de revolucionarios; y el escandaloso robo del brillante de veinticinco kilates —valorado en unos doce mil pesos pesos— que, situado en el centro del Salón de los Pasos Perdidos, del Capitolio Nacional, marcaba el kilómetro cero de todas las carreteras de la nación.
No todo resultó halagüeño a nuestro regreso a Cuba, en los meses finales de 1945. Me afectó mucho encontrar a papá muy desmejorado físicamente a consecuencia de la uremia que padecía, una enfermedad terrible, pues paulatinamente mina el organismo. Esto me obligó a pedirle a Julio que nos quedáramos viviendo con mis padres en un apartamento para el cual ellos se habían mudado en la calle San Miguel, cerca de Galiano.
Cuando en las últimas cartas de mamá recibidas en México, me contó acerca del estado de salud que él enfrentaba yo quise volver lo más pronto posible, aunque en su correspondencia papá sólo se refería a achaques de la vejez para no crearme preocupaciones. Al tenerlo cerca de nuevo, un hombre que antes transpirara una fuerza vital extraordinaria, tan lleno de confianza en sí mismo y pródigo en dar consejos a los demás, se había convertido en una persona dependiente de los suyos. Reflejaba falta de interés en la vida y lo embargaba una profunda tristeza, quizás por estar consciente de acercarse el final de su existencia.
De más está decir que en esas circunstancias carecieron de valor para mí los proyectos de trabajo traídos del exterior, toda una serie de promisorios contactos con personalidades del medio artístico y tentadoras ofertas enviadas a México por Miguel Gabriel, una vez que pasó a ser copropietario de la RHC-Cadena Azul con Amado Trinidad.
Pero exactamente dos días antes de mi llegada a La Habana falleció Miguel Gabriel, lo cual fue para mí otra situación dolorosa. Aparte de ser un amigo sincero, a su lado aprendí a dar los primeros pasos en la radio durante mi etapa de trabajo en la CMQ, me invitó a participar en la mayoría de sus proyectos, e influyó en acercarme a Julio y en nuestro noviazgo. Con su sorpresiva muerte me sentí huérfana, carente de apoyo artístico, en los días inmediatos al regreso de México y Estados Unidos, y fue en medio de eso que recibí una llamada telefónica de Amado Trinidad, quien deseaba entrevistarse conmigo lo antes posible en la RHC-Cadena Azul.
(CONTINUARÁ)…
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