María Cervantes en el recuerdo (ll)
20 de septiembre de 2022
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Hija del gran compositor cubano Ignacio Cervantes, no resulta tarea difícil reconocer que, bajo la orientación del padre, se arraigaron en ella, desde su infancia, dos grandes pasiones: la patria y la música.
Ya de regreso en La Habana su nombre aparece en las carteleras de los más importantes escenarios, junto a figuras de la talla de Rita Montaner y Bola de Nieve.
“Rita me quería muchísimo. Ella cantaba maravillosamente, pero ¡tenía un carácter!… Al que se metiera con ella, le sacaba los trapos”.
“¿Y qué me dice de Bola? El decía que cuando yo tocaba A los frijoles, caballeros, se me encaramaba un negrito en el brazo”.
“¿Sabe qué soy tremenda bongosera?, ¡Y con las tumbadoras ni hablar”.
Por décadas, su simpatía personal, su auténtica cubanía y aquel carisma tan especial para interpretar sus canciones acompañadas por su piano, la hicieron ganar la admiración y el cariño del público. Pero un día, María Cervantes se retiró de los escenarios, hasta que años después el prestigioso musicólogo Odilio Urfé le dijo: “Se acabó el retito, a trabajar”.
“Nadie sabe con el miedo me presenté en el Museo Nacional de Bellas Artes, aquel 22 de abril de 1965, en un concierto abarrotado de público”.
Fue un verdadero acontecimiento. Desde ese día, María Cervantes mantuvo una constante presencia en nuestros escenarios, querida y respetada por el pueblo, que siempre reconoció su alta jerarquía artística en el dominio de nuestra música.
En una ocasión, María Cervantes declaró: “Hubiera querido retirarme de la radio, del teatro y que me recordaran como era yo, sin espejuelos, sin canas, sin vejez, nada de esas cosas. Pero hubo un segundo gran debut que no me pesa, porque si yo me hubiera retirado de verdad, me hubiera muerto ya. La música es mi vida, es la que me tiene… ¿cómo decirlo, esto que yo siento, que si no me miro al espejo no me veo vieja, no me siento vieja?”.
Cuando pasaba de los 90 años, María Cervantes confesó sentirse mejor que cuando tenía treinta: “Fíjese que hasta me tomo mis traguitos, y el café… me encanta. Tengo el mismo embullo, la misma animación y el mismo despabilamiento que antes”.
Luego de un período sin tocar el piano, María Cervantes murió en La Habana, que la vio nacer, el 8 de febrero de mil 981. Tenía 96 años. Meses antes había dicho en una entrevista: “Espero que cuando la muerte me sorprenda, yo esté sentada al piano. Si no puedo volver a tocar, la vida se me escapará con tanta prisa que me será imposible detenerla”.
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