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Magia y estética en el canto de la “Pequeña Ashé”

7 de febrero de 2014

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260px-Mercedes_ValdésQuién la conoció con su figura de niña menuda asistiendo con una fe fervorosa a las procesiones del histórico Cabildo de Regla, presidido por la estampa respetable de Susana Cantero, tal vez nunca se pudiera imaginar que algunos años después, Merceditas Valdés se alzaría con el Primer Premio de la Corte Suprema del Arte, luego de una magistral interpretación de la emblemática canción  Babalú, de Margarita Lecuona, y la no menos alegórica La Negra Merced, de la firma del maestro Ernesto Lecuona.
Llevada de la mano del fenomenal tamborero Trinidad Torregrosa, Merceditas Valdés aprendería los proverbiales secretos de los cantos yorubá, con el pulimento y magisterio brindado por Jesús Pérez y Pablo Roche a partir de una mística que ella cristianizaría en arte sublime.
Estas acciones la llevarían al inicio de una carrera profesional a través de la Radio Cadena Suaritos, siempre con el respaldo musical de la orquesta de Obdulio Morales, con el refuerzo de un notable grupo de tamboreros encabezado por Trinidad Torregrosa. En esta radioemisora Merceditas hizo en Cuba el primer programa radial con música yorubá que se conociera.
Este espacio radiofónico devino vehiculo gestor para que a Merceditas la conociera Don Fernando Ortiz, quien en 1944, la empleó para la ilustración de una magistral conferencia acerca de la música yorubá, donde el gran etnólogo cubano la calificaría, como “documento etnográfico vivo”.
Entre los años 1947-48, Merceditas Valdés llegaría al recurso discográfico con el sello Panart interpretando viejos cantos de la “santería”. Esta sería la primera vez en Cuba que el canto yorubá quedara recogido en un soporte fonográfico comercial.
Esto despertó, en el director de orquestas Enrique González Mantici, el interés por la voz y presencia de Merceditas Valdés para que, en 1951, participara en el programa radial Rapsodia Negra, musicalmente dirigido por él para la emisora CMQ Radio.
Ya para entonces, a Merceditas se le podía ver desplegando su arte magistral por los históricos clubes de la Playa de Marianao, con el respaldo del legendario bongosero Silvano Shueg, artísticamente reconocido como El Chori.
Pero el inicio de su consagración no sería hasta el año 1954, cuando Fernando Ortíz la presentó en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, junto a los tambores de Trinidad Torregrosa, con el auspicio de la selecta Sociedad Pro Arte Musical. Este programa, luego felizmente sería llevado a otros importantes centros culturales de todo el país.
Detrás llegaría la gloria y la consagración al avivar el interés de los empresarios del exclusivo Carnegie Hall, para contratarla para un buen número de presentaciones, con el respaldo de una gran orquesta integrada por 88 profesores, dirigida por el maestro Gilberto Valdés. En estos conciertos interpretaría de forma magistral, Ogguere y Bembé.
A su regreso a Cuba el musicólogo Argeliers León  concertaría con ella para que cooperara  en sus investigaciones; a la vez que la soprano y pedagoga Zoila Gálvez la presentaría en el exclusivo Club Atenas de Cuba.
Su meteórica carrera la llevaría a hacer grabaciones y presentaciones con el respaldo de la Orquesta Riverside, Gloria Matancera, y otros importante formatos instrumentales, interpretando música popular en radio, televisión, y otros espacios de interés público.
La cualidad de canto de Merceditas Valdés no puede ser confrontada con ningún otro. En él se distingue la inquietud apasionada de la contorsión de las actitudes estilísticas, destacando con la emisión de su voz, un alargamiento de raras progresiones, un sentimiento en movimiento capaz de dislocar cuerpos, hasta parecer retoños fuera de lo material.

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