Luz viva o luz sin calor
22 de diciembre de 2017
|
Con las primeras lluvias del mes de mayo, todo el bosque recobra su intenso verdor y da cobija entre su tupido follaje a miles de aves, arácnidos, insectos. En una noche de mayo quién de nosotros no ha corrido tras los cocuyos para capturarlos, echarlos en un frasco de cristal y verlos fulgurar como si fueran débiles faroles. ¡Cuántos poetas se han inspirado en ellos, exclamando “Insectos relucientes, antorchas de los bosques, vosotros sois la gala del trópico en las noches”(*).
Uno de los fenómenos más notable de la naturaleza es la propiedad que poseen muchos animales de emitir luz: “fosforescencia” o bioluminiscencia. Este fenómeno es conocido entre los protozoos, celenterados, moluscos, anélidos, crustáceos, peces, bacterias y hongos. Pero indudablemente uno de los ejemplos más conocidos está entre los insectos como son las luciérnagas, cocuyos, chinches de mayo, gusanos de brillo.
La sustancia que da lugar a los rayos de luz se llama luciferina y se forma en ciertas células especializadas llamadas fotocitos.
La bioluminiscencia consiste en la oxidación de la luciferina, una reacción donde intervine una molécula de oxígeno y una enzima llamada luciferasa. La molécula luminiscente que se forma está lo bastante excitada para emitir un fotón. La luz emitida, por ejemplo por las luciérnagas, es muy notable porque tiene el máximo de visibilidad, en ellas se puede apreciar casi el 100% de los rayos de luz emitidos y no tienen absolutamente rayos de calor o de luz ultravioleta. Si comparamos esta emisión de luz con la emitida por una llama de gas, en ésta sólo el 20% de la energía es convertida en rayos de luz, siendo el resto transformada en calor. En el arco eléctrico sólo el 10% de la energía produce luz, mientras que la energía solar sólo produce 35 % de luz.
Algunos usos se han hecho de los insectos que producen luz: adornos, iluminación artificial, fotografía, etc. Pero el beneficio que más espera la ciencia es lograr de los insectos y otros animales bioluminiscentes la guía para la síntesis de una luciferina que proporcione al mundo un iluminante artificial que pueda ser tan eficiente como las mejores luces de la época actual
En la naturaleza, la luz que producen estos animales puede ser emitida en forma de destello instantáneo o bien como un fulgor constante.
La luz emitida por los animales bioluminiscentes puede tener varias funciones, la más generalizada parece ser la evasión. Por ejemplo, un depredador es sorprendido y rechazado por la luz que por lo general se emite como un destello al hacer contacto. En otros casos la luz salva al animal disimulando su forma, creando un contorno confuso, nube luminiscente, o tornándolo invisible.
Otra función que se le atribuye a la emisión de luz es la comunicación intraespecífica.
Los patrones de destellos o la disposición de las manchas de luz en el cuerpo sirven como señales para otros individuos, lo que permite la formación de parejas. Por ejemplo, en las luciérnagas del género Photinus los machos en vuelo centellean a intervalos regulares; las hembras, que permanecen posadas en la vegetación, emiten destellos en respuesta a las señales del macho. Al detectar la señal, el macho cambia el curso del vuelo y se dirige a la hembra guiado por los destellos.
Confundidos entre la vegetación, o volando confiados a plena noche, los “insectos relucientes” van en busca de su pareja, ellos tienen derecho a existir independientemente de que sean útiles o no para nosotros.
Recordemos que “la naturaleza inspira, cura, consuela, fortalece y prepara para la virtud al hombre. Sólo hay un modo de que perdure: respetarla y servirla”.
* Fragmento “Los cocuyos” de Joaquín Lorenzo Luaces, (1826-1867), poeta criollo.
Galería de Imágenes
Comentarios