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Los textos en la música popular bailable (I)

18 de febrero de 2020

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En la actualidad, indigna escuchar textos tan vulgares en la música popular bailable, que pueden llegar a ser obscenos, y con los que suele identificarse una parte considerable de los jóvenes cubanos, algo que debía preocupar a quienes tienen en sus manos la posibilidad de tomar cartas en el asunto para evitar algo que no se corresponde con la educación a la que aspiramos. Sin embargo, esta situación no es nueva, como muchos piensan, pues desde el pasado lejano, existía este aspecto negativo, según han demostrado quienes han investigado a fondo el asunto. Este será el tema de mi comentario de hoy, para el cual me remitiré a las opiniones recogidas por Liliana Casanella Cue en su libro: “Música popular bailable cubana. Letras y juicios de valor (siglos XVIII –XX)”

Ante todo debo destacar una nota del mencionado libro que dice que el cancionero bailable nacional es el “conjunto de piezas adscritas a los diversos géneros musicales que han tenido como finalidad el baile…” En este sentido es importante decir que durante los siglos XVIII y XIX, se construyó este cancionero.

En el libro de Lilana Casanella, aparece la opinión del norteamericano Robin D. Moore, estudioso de nuestro acervo sonoro, quien plantea: “La música y el  baile en Cuba, han estado históricamente entre las artes más democráticas, y representan formas de expresión accesibles a las minorías, y atraen auditorio por encima de las barreras clasistas y raciales /…/ Como en Estados Unidos y otras partes, estas modalidades han servido como medios de poder real y simbólico para aquellos que, de otro modo, hubieran carecido de voz propia.”

Por supuesto que su planteamiento es acertado; pero no justifica la existencia actual de la vulgaridad extrema en los textos de nuestra música bailable, porque no todos los autores e intérpretes de ella, utilizan algo tan criticable. Y si en el pasado esto ocurría, estamos en la Cuba del siglo XXI. En mi caso, disfruto mucho del doble sentido, utilizado desde tiempos remotos y que ahora está presente, por ejemplo, en “La choza de Chicha”, de Tony Ávila; pero entre el doble sentido y la vulgaridad hay una enorme diferencia. Además, hoy día no existen patrones negativos en Cuba como el analfabetismo y los barrios marginales, que podían influir en la creación de nuestros músicos del pasado, por lo que no justifico la presencia de textos tan negativos de los que sus autores dicen “forman parte del folclor”, cuando la realidad es que nuestro folclor es algo muy diferente. Quienes piensan así debían autoanalizarse para descubrir qué hay dentro de ellos que los impulsa a crear músicas bailables tan desagradables, mientras otros hacen lo contrario. Y aquí podría mencionar múltiples orquestas que están en el camino correcto, porque la lista es enorme.

Pero vuelvo al libro de Liliana Casanella donde dice: “Por los años 70, muchos estudiosos acuñaron que nuestra música bailable sufría un relativo período de decadencia. Las razones las explica la musicóloga Mirna Guerra cuando señala, entre otras: el género que acompañó de manera más explícita los cambios políticos del país fue la canción, con el Movimiento de la Nueva Trova; un número considerable de figuras de la cultura cubana (intérpretes y compositores) emigró hacia Estados Unidos a partir del éxito mundial de Los Beatles, Cuba se incorporó a la oleada del pop, el rock y el beat con la creación de combos y grupos de pequeño formato, los cuales se sumaron a la nueva tendencia. Como reacción a esta influencia musical foránea en el panorama cubano, ocurrió en estos años una explosión de nuevos ritmos en la música del país. Por último, comenzó a producirse, además, una renovación en el lenguaje de la orquestas tipo charanga”.

En mi próximo comentario continuaré con el tema de los textos de la música cubana bailable actual.

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