Los Jardines de La Tropical (II)
24 de junio de 2016
|Con una superficie de 297 154 m2, los Jardines de La Tropical son en Cuba el paradigma de la arquitectura paisajista modernista. Fueron diseñados por el maestro de obra catalán Ramón Magriñá, quien dejó plasmado en ellos la impronta de los jardines orgánicos españoles. Se ubicaron en las márgenes del Río Almendares, cercanos a los terrenos de la fábrica en Puentes Grandes, barrio industrial en desarrollo, al cual proporcionó un valioso espacio natural.
En 1904, el parque se inauguró con tres salones: el salón Ensueño, Mamoncillo y La Cúpula, de ahí que, en ese momento, la vegetación absorbía prácticamente la mayor parte de las áreas, dejando poca superficie libre de plantas y árboles. Con toda intención el maestro de obra dejó que arquitectura y naturaleza se fundieran en un solo paisaje, imbricadas hasta el punto de confundirse lo real con lo artificial. Para ello se valió del uso del cemento gris, elevando sus posibilidades decorativas a la máxima expresión, hecho sin precedentes en la arquitectura cubana. Al mismo tiempo, Magriñá respetó la orografía del terreno y practicó el arte de la toparia en algunos arbustos, próximos a las zonas de descanso. Cultivó especies maderables, frutales y medicinales. Alrededor de un árbol de mamoncillo centenario fue construido uno de los principales salones de baile, del cual tomó su nombre.
Bien alega Yaneli Leal en su trabajo, publicado por la Editorial Boloña que: “Como jardín modernista tuvo varias cuevas diseñadas fundamentalmente en ferrocemento. Una de las particularidades más alucinantes de este recinto es el uso exquisito de este material en la recreación de barandas, merenderos, cantinas, bancos y salones que reproducen en su forma y textura auténticos troncos de árboles o superficies rocosas. La conexión que se consigue entre estos objetos elaborados por el artista y los elementos naturales es extrema. Las estructuras decorativas se integran en el espacio natural trocándose con este y creando un espacio agradable donde todo parece obra de la naturaleza. En este sentido, su concepción modernista trasciende el propio trazado paisajista del jardín, para cuidar en los propios elementos decorativos y arquitectónicos la imitación detallada del ambiente naturalista”. El agua fue otro elemento natural aprovechado por Magriñá para el diseño del parque, dada la proximidad al río Almendares.
En la primera mitad del siglo XX se le agregó a los Jardines un nuevo edificio y varios espacios de recreo al aire libre como un área de gimnasio, un campo de tennis y una cancha para patinar. No obstante, la inserción de estos nuevos elementos arquitectónicos no alteró el diseño original del parque y la preeminencia del espacio verde.
De igual oficio y coterráneo del maestro principal, Jaime Cruanyas, colaboró con Magriñá en las edificaciones realizadas en los Jardines entre 1906 y 1914. De estas, la más importante fue el Castillo, erigido en 1911, y concebido como casa de juego y residencia del administrador local. Su espléndida decoración evoca el estilo de las imponentes construcciones de la Alhambra de Granada y la Mezquita de Córdoba.
Hacia 1930, se transformó el diseño de la entrada, colocando entonces sendos pilares de cemento a modo de grandes tiestos, rotulados con el nombre de los Jardines, y enlazados por altas rejas de hierro, como elemento de cierre. En las décadas siguientes, otras adiciones se le incorporaron al parque. Unas, en los años cincuenta con un discurso racionalista; otras, en los setenta y noventa, son ejecuciones menos felices.
Después de la construcción de los Jardines de La Tropical en La Habana, se establecieron nuevos espacios recreativos que incluyeron igual un diseño paisajista. Así surgieron los Jardines de la Polar, los de la Cotorra, el Bosque de La Habana, el Jardín Zoológico, entre otros.
Existen semejanzas entre los Jardines de La Tropical y el emblemático Park Güell, obra del célebre maestro Antonio Gaudí, especialmente, entre el salón Ensueño del parque habanero y la sala hipóstila del jardín barcelonés. Pero no fueron los cubanos copia ni inspiración modernista del español. Ambos se construyeron simultáneamente, más los cubanos se inauguraron primero. Tampoco se tienen noticias de que Gaudí hubiese visitado la Isla y por otra parte, Magriñá concluía sus obras cuando las europeas estaban inconclusas. Contrariamente a las similitudes entre los dos parques, no han disfrutado de la misma suerte en cuanto a su conservación. El Park Güell, restaurado en varias ocasiones, ostenta disímiles títulos y reconocimientos, entre ellos, el de Patrimonio de la Humanidad, en 1984. Los Jardines de La Tropical sufren en la actualidad un deterioro que parece irreversible, resultado del abandono y el inadecuado manejo de sus instalaciones. Sin embargo, con más de cien años, algunos espacios se resisten a morir, y puede apreciarse, veladamente, el glamour de otras épocas. La historiadora antes citada, concluye en su investigación que: “Detenidas las agresiones a las construcciones de los Jardines y a su historia, debe acometerse un plan de conservación consecuente que le devuelva a su estado óptimo y permita su rehabilitación como patrimonio vivo de la capital (…). Cuando se valoren y perciban por la sociedad cubana como la magna obra de arte que representan, y se disfruten en perfecto estado de conservación, podrá decirse que esta pesquisa ha surtido efecto”.
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