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Los eruditos también cometen errores

21 de noviembre de 2017

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El nombre de Adolfo Salazar es bien conocido por estudiosos e investigadores musicales, aunque no debe serlo para todos los lectores, por lo que le dedicaré mi comentario de hoy.

Nacido en Madrid en 1890, y fallecido en México en 1958, su obra investigativa no sólo es vasta sino importante, sobre todo por su manera de analizar la historia, donde hace un enfoque diferente del realizado por otros autores. Y no puedo dejar de mencionar sus críticas y trabajos para la prensa plana de su tiempo sobre ballet, danza, literatura, filosofía… Todo esto demuestra que era un erudito cuyas opiniones son respetadas hasta nuestros días.

En su libro: La música como proceso histórico de su invención, Salazar cuestiona la manera en que, habitualmente, se acostumbra a comenzar la historia, aludiendo a la antigüedad griega y algunas especulaciones sobre la música de otras culturas consideradas “exóticas” o “primitivas”, para continuar con la Edad Media y la polifonía renacentista; el barroco y sus grandes nombres (Bach, Händel Vivaldi y Corelli); el sinfonismo clásico alemán con Haydn, Mozart y Beethoven; la ópera italiana y, finalmente el Romanticismo donde los nombres se multiplican, y al llegar al siglo XX lo consideran muy polémico. Salazar, opuesto a esta manera de enfocar la historia, plantea que es el camino más fácil, aunque equivocado, porque considera que para estudiar la música como arte, hay que partir del fenómeno acústico “que ofrece a la inteligencia los primeros datos suministrados por la materia musical, procedente de la selección que el hombre hace entre lo puramente sonoro”.

Salazar opina que la música de muchos pueblos no europeos, responden a estadios muy evolucionados de culturas y no son ejemplos de fases primitivas de nuestra historia musical, y se detiene en varias culturas orientales como la arábigo-islámica, la hindú, la china, la japonesa y la javanesa, donde algunos de sus elementos más característicos son: el microtonalismo, la heterofonía, las escalas, la formación rítmica…, aspecto por el que nunca se interesan los musicólogos de Europa Occidental. Y Salazar también cuestiona el enfoque habitual que se hace al analizar la creación de compositores pertenecientes a los períodos Clásico y Romántico, lo que debió despertar malestar entre muchos académicos. Entonces, ¿dónde están los errores de Adolfo Salazar? En sus criterios sobre el siglo XX. Veamos.

Al adentrarse en la pasada centuria cae, incluso, en la superficialidad, pues cuando se refiere al denominado Grupo de los Seis, dice: “Encontraron un cierto tipo de apóstol en la figura extravagante, simpática, pero insignificante de Erick Satie”. Nada más absurdo sobre un compositor cuyas obras mantienen su vigencia hasta nuestros días. También cae en el mismo error al referirse a Ravel, Bartók, Stravinsky, Shoenberg… Y, en el caso de Latinoamérica confiesa su ignorancia, a tal punto que, cuando menciona al Grupo Renovación Musical de Cuba lo llama Grupo Revolución. Pero esto tiene su explicación, pues la desinformación de Adolfo Salazar de los años 50 aumentó cuando, como republicano, abandonó la España fascista en 1939, para establecerse definitivamente en México, donde se hizo eco de los propagandistas de la “guerra fría”, dedicando comentarios a compositores que se encontraban “tras la cortina de hierro”, minimizándolos, en comentarios, por ejemplo, sobre grandes compositores como Prokofiev y Shostakovich los cuales llegan a ser más que irónicos, ridículos.

Pero a pesar de lo expuesto hace un instante, no podemos dejar de reconocer la importancia de Adolfo Salazar en el mundo musicológico.

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