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“Los dos ruiseñores”, “La galería de las máquinas” y “La última página” en la cuarta edición la “Edad de Oro”

27 de octubre de 2022

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En la parte final de la cuarta y última edición de la revista La Edad de Oro, que se editó en el mes de octubre de 1889, José Martí incluyó un material identificado como “Los Dos Ruiseñores”, que constituyó una versión libre de un cuento del danés Hans Christian Andersen, uno de los más famosos escritores de cuentos de hadas. Igualmente insertó una nota titulada “Galería de las máquinas” y la sección “La última página”.

En “Los Dos Ruiseñores” se narró la historia de un emperador chino y la de dos ruiseñores, uno real y otro artificial. Después de tratar sobre las características del emperador y de su palacio, se señaló que el soberano en un momento determinado a través de la lectura de un libro conoció de la existencia de un ruiseñor que cantaba  en forma muy bella y se interesó por poder apreciarlo. Encargó que se lo localizaran y lo trajeran urgente.

Tras ser hallado el ruiseñor fue trasladado entonces al Palacio y deleitó con su canto al emperador y a toda su corte. Fue tal la emoción del emperador que incluso lloró extasiado y  en pago quiso darle al ave un fastuoso regalo. Pero el ruiseñor rechazó la oferta alegando que el premio más grande que había recibido era haberlo hecho llorar.

Algún tiempo después el emperador recibió un paquete que contenía un ruiseñor artificial que aparentemente era capaz de cantar igual o mejor que el real.   Y fue así como mientras los integrantes de la corte disfrutaban del canto del ruiseñor artificial, la avecilla real logró escaparse y se internó otra vez en el monte.

En el palacio un día se rompió el mecanismo del ruiseñor artificial y dejó de cantar. El emperador se desesperó y algún tiempo después se enfermó y todo hacía indicar que moriría. Entonces clamaba por escuchar música para alejar los malos pensamientos que le embargaban y los reproches que le hacía su conciencia al recordar las cosas malas que había hecho. Cuando prácticamente se hallaba solo, abandonado en su habitación, puesto que ya casi todos sus servidores lo daban por muerto, empezó a recobrar fuerzas  al escuchar el canto del ruiseñor que se había posado en un árbol cercano a su ventana.

Quiso entonces que el ruiseñor volviera a vivir en el palacio y le ofreció riquezas. Pero el animalito le dijo que no, que prefería vivir junto a los pescadores, en sus casas pobres de la orilla del mar puestos que ellos necesitaban de su canto y él no podía serle infiel. No obstante le prometió al emperador que vendría todas las noches y se posaría en el árbol para cantarle  si él no se lo decía a nadie.

En el cuento se especificó que la avecilla manifestó: “¡No digas que tienes un pájaro amigo que te lo cuenta todo, porque le envenenarán el aire al pájaro! Y salió volando el ruiseñor, y echando al aire un ramillete de arpegios.”

También en esta edición de la citada revista Martí en la breve nota identificada como “Galería de las máquinas” trató acerca de algunas opiniones que había recibido sobre el trabajo que publicado en el número anterior  referido a la Exposición de París.

Y ante la pregunta qué le habían hecho sobre si era verdad todo lo que se había planteado en el citado trabajo, Martí señaló: “Por supuesto que es verdad. A los niños no se les ha de decir más que la verdad…”.

Atendiendo igualmente a una sugerencia que le había hecho otro lector Martí ilustró esta breve nota con un grabado que reflejaba el corredor donde estaban las diferentes puertas de los salones en los que se  mostraban las industrias del mundo en la Exposición de París.

En  la cuarta edición de La Edad de Oro, al igual que lo había hecho en las tres anteriores, Martí publicó la sección “La Última Página”, en la que  hizo una reflexión acerca del deseo de los padres por complacer a sus hijos  Planteó que los padres se lo quieren dar todo a sus hijos, y si ven un caballo hermoso, con la cola que le reluce y el pelo como seda, no piensan en montarse ellos, como señorones, y salir trotando por la alameda, donde van de paseo por la tarde los coches y los jinetes, sino que piensan en sus hijos los padres, y se ponen a trabajar todavía más, para comprarle al hijito el caballo hermoso. Seguidamente manifestó que el hombre de La Edad de Oro era así como los padres.

Más adelante comentó que no le había sido posible incluir en esa edición  un trabajo que había preparado sobre la luz eléctrica porque resultó extenso y no cupo y que tuvo que sustituirlo por el que trató acerca de los elefantes.

Y en la parte final de esta sección destacó algo muy significativo puesto que planteó su criterio que los seres humanos tenían la necesidad de conocer las fuerzas del mundo para ponerlas a trabajar, y que el hombre debía aprender a defenderse y a inventar, viviendo al aire libre, y viendo la muerte de cerca.

Y agregó: “La vida de tocador no es para hombres. Hay que ir de vez en cuando a vivir en lo natural, y a conocer la selva.”

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