Los cocodrilos y algunas de sus adaptaciones: ¿una esperanza para nuestros “viejos” dientes?
16 de mayo de 2014
|Los crocodilios (Crocodilia, a veces escrito Crocodylia, orden de reptiles arcosaurios) aparecieron hace 220 millones de años. Incluye a los cocodrilos, aligátores, caimanes, gaviales y un gran número de taxones fósiles; no obstante, suele usarse el término cocodrilo para denominar a cualquier miembro de dichas familias.
El plan básico de los crocodilios es muy exitoso y está bien adaptado al ecosistema, por lo que las formas modernas se ven muy similares hoy a como estaban hace 84 millones de años.
Tienen una postura semierecta, con las patas más dirigidas hacia abajo que la mayoría de los otros reptiles (quizás los camaleones son probablemente los únicos reptiles con una postura más erecta que los cocodrilos). Esto hace posible para algunas especies hasta galopar sobre el terreno si es necesario; por ejemplo, una especie australiana puede alcanzar una velocidad de más de 16 km/h mientras galopa en un terreno boscoso irregular. Los antepasados tenían una postura totalmente erecta y fueron depredadores terrestres de movimientos rápidos. La postura semi-erecta es secundaria y evolucionó después de que se adaptaron a la vida acuática. Especialmente los huesos tarsianos del tobillo están muy modificados. De manera que su movimiento no es primitivo, en realidad, está especializado para su estilo de vida semi-acuático.
Los ojos, oídos y nariz están localizados en el mismo plano. Ven bien de día y aún pueden tener visión a color, mas los ojos tienen una pupila vertical —como la del gato— que también les da una excelente visión nocturna. El iris es plateado y una capa de tapetum lucidum detrás de la retina que refleja la luz, aumenta enormemente su habilidad para ver con poca luz; esto también hace que sus ojos brillen en la oscuridad. Un tercer párpado transparente, la membrana nictitante, protege sus ojos bajo el agua. Pero no pueden enfocar bajo el agua, lo cual significa que otros sentidos son más importantes cuando ellos están bajo la superficie.
La piel está cubierta con escamas no solapadas entre sí compuestas de queratina (la misma proteína que forma las pezuñas, la piel, los cuernos, las plumas, el cabello, las garras y las uñas en otros animales de cuatro patas), que se mudan individualmente. En la cabeza, la piel está fusionada a los huesos del cráneo. Hay pequeñas placas de hueso, llamadas osteodermos, bajo las escamas.
Las escamas ricas en sangre de su parte trasera actúan como paneles solares.
Sin embargo una de las adaptaciones que más llama la atención de los científicos es la dentición de estos reptiles. Todos los cocodrilos poseen dentición tecodonte (dientes situados en alvéolos óseos). A diferencia de los mamíferos, las piezas dentales son reemplazadas durante toda su vida. Los cocodrilos juveniles renuevan sus dientes por otros de mayor tamaño a una velocidad de hasta una pieza nueva por alvéolo cada mes. Sin embargo, al alcanzar la madurez al cabo de unos pocos años, las tasas de reemplazo dentario pueden descender hasta los dos años o incluso más.
Se han encontrado miembros muy viejos de algunas especies en estado edentado (sin dientes) luego de que sus dientes se rompieran y cesara su reemplazo. Como resultado de esto, un ejemplar de cocodrilo puede renovar al menos 3 000 dientes a lo largo de su vida.
Cada diente es hueco y la pieza nueva va creciendo en el interior de la vieja. De este modo, el nuevo diente está listo al momento de perderse el viejo.
La observación y el estudio de los aligátores ha incentivado a un grupo de científicos estadounidenses que se han propuesto descubrir el secreto de cómo los aligátores regeneran continuamente sus dientes, método que en un futuro podría ayudar a las personas a remplazar los dientes perdidos. Se sabe que un aligátor tiene 80 colmillos, cada uno de los cuales se renueva una vez al año. El estudio de esta cuestión ha revelado que en la base de cada colmillo del aligátor existe una reserva de células madre, lo que les permite regenerar los dientes. Estas células se encuentran en una capa de tejido llamada “lámina dentaria”.
Los seres humanos también tenemos este tejido en la cavidad bucal, pero entra en estado latente después de que en la niñez los dientes de leche son reemplazados por los definitivos.
Los investigadores aseguran que este trabajo es un paso importante para en un futuro “inducir en el organismo humano un mecanismo similar al de los caimanes” que permita regenerar los dientes que le faltan a una persona.
¡Esto sería formidable! Llegar a la vejez con todos nuestros dientes, es uno de los mejores regalos que nos harían los cocodrilos.
Recordemos que…“la Naturaleza inspira, cura, consuela, fortalece y prepara para la virtud al hombre”. Sólo hay un modo de que perdure: respetarla y servirla.
Galería de Imágenes
Comentarios