Los baños públicos
6 de mayo de 2017
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El cambio climático quiere quitarle a Mayo esas tardes frescas después del aguacero de ritual. Así iniciaron la conversación las dos amigas e intercambiaron datos leídos de materiales traídos por los nietos o adquiridos en audiovisuales de última salida. Los cómodos sillones retocados cada año, las rosas búlgaras aplatanadas y las macetas desbordadas de tilo y manzanilla y ese cacho de acera descubierta por la vieja cerca también remendada, las acompañaban en la charla. ¿Qué mas podían pedir para cerrar la tarde, estas dos ancianas al regreso de una vida laboral activa e hijos adultos no olvidados de la familia? Pues estos ratos compartidos en que el pasado, el presente y el futuro entrelazaban las palabras de estas dos mujeres inteligentes que supieron aprovechar cada etapa de la vida, ajenas a saltos sorpresivos que siempre dejan huellas en el cuerpo y en el alma.
De una anécdota tomada de la conversación con un nieto, pasaban a revisar las expectativas soñadas a esas edades. Daban un salto atrás y se reían burlonas de ellas mismas, imaginadas ante un hecho como el narrado. Seguro correrían horrorizadas hasta la casa en llamado a los padres y hermanos mayores. Aquellas muchachas del incidente actual al ver al hombre desembarazándose del producto de los riñones en el tronco de un árbol, lo criticaron por su desparpajo, lo llamaron a respetar el medio ambiente representado en el pobre flamboyán mancillado y la más atrevida lo exhortó a que escondiera “esa cosa” tan fea.
Afianzadas en sus conocimientos, procedían del ámbito de las ciencias sociales y las económicas, se sumergieron en disquisiciones sobre la aceptación visual del cuerpo humano desnudo, libres los espectadores del miedo a pecar por solo observarlo. Y en una balanza imaginaria colocaron lo positivo y lo negativo pues el cuerpo perdió en el adelanto, el respeto a su intimidad.
Cayeron después en el lamentable hecho en sí. Hacer pis en el ámbito público. Las dos coincidieron totalmente en la calificación negativa de la acción hasta que salieron de la memoria cercana a la lejana. En ese “antes” por ellas compartido, cualquiera podía pedir en una cafetería u otro negocio, permiso para ir al baño y se lo concedían. Ahora, a los usuarios, en la gran mayoría de los casos, le darían un rotundo NO. A los clientes, según la categoría del emprendimiento y del entrenamiento de los contratados, recibiría el SI. Y, quién sabe, con una reverencia.
Estaban tan entretenidas que las asustó la irrupción del nieto y sus amigos. Besos, saludos y la entrada en la conversación. Todos salieron satisfechos en aquella mesa buffet del pensamiento. Un intercambio limpio de rezagos generacionales. Cada uno con una razón a medias convertida en verdad entre todos. Rescatar la civilidad y rescatar los baños públicos.
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