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Llora cuando estoy triste y ríe con mi alegría

13 de diciembre de 2013

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Hoy ya comienzo con el otro grupo de competencias emocionales, las referidas a las interpersonales o sociales, que son dos: la empatía y las habilidades sociales. Comenzando por el principio les diré que la empatía es la conciencia de los sentimientos, necesidades y preocupaciones ajenas y dentro de esto hay una cantidad interesante de información que compartiré con ustedes durante varias semanas. Como adelanto les digo que ser empático conlleva comprender a los demás, la intención de ayudarlos, entender la diversidad y poseer conciencia de las corrientes emocionales de los grupos humanos a que pertenecemos, así como las subyacentes relaciones de poder entre sus miembros. Pero no crean que es demasiado complejo, porque las palabras pueden parecer complicadas, pero todo esto está presente en la vida de cada uno de nosotros  y lo hemos hecho sin saberlo, y si no, entonces me voy a permitir pensar en que estas líneas podrán ayudar a algunos. Pero voy a empezar destruyendo mitos, ya que se cree popularmente que ser empático y ayudar a  los demás cuando andan en situación de pérdida, de fracaso, etc. es no permitirle que sus emociones negativas salgan a  flote y que la ayuda debe venir en términos de razonamiento. Por ejemplo, el marido de Rosa tiene una amante y abandonó el hogar y ella lógicamente y sanamente se deprime (digo sanamente porque Rosa tiene razones más que suficientes para entristecerse, malo sería que se echara a  reír feliz, eso sí sería enfermizo) llora y ahí viene la amiga que con muy buenas intenciones trata de ayudarla y ¿Qué hace? le dice “no vale la pena que llores, él es un “#$%&/ (no publicable) y no vale la pena que sufras, levántate y piensa en tus hijos que te necesitan y no deben verte sufrir y hoy nos vamos a una fiesta a ver si consigues un enamorado y ya verás cómo te sientes mejor” ¡Qué horror! Eso es la antítesis de la empatía, porque Rosa lo menos que quiere hacer es salir a divertirse y mucho menos buscar un nuevo amor, realmente lo que hay que hacer es consonar con Rosa, entendiendo que son lícitos su tristeza y llanto, acompañándola en esta fase de su vida y respondiendo a sus necesidades afectivas, porque en estos momentos de crisis es imposible que esa mujer con la tristeza que la embarga puede entender argumentos de otro tipo. El que una persona se sienta entendida por otro, hace válido su duelo (entendiendo como duelo cualquier tipo de pérdida como puede ser un divorcio) y ese acompañamiento provoca consuelo porque se siente entendida y no criticada. Hace algunos años, la abuela de un niño de 6 años me consultó sobre cómo hacer que su nieto no sufriera con la reciente muerte de un hermano de 12 años, y yo le dije que lamentablemente el sufrimiento es parte de la vida y hay ocasiones -como es ese caso- que no era posible evitar, y que la conducta familiar era estar a su lado para responder sus preguntas, para abrazarlo, o sea, validando su dolor con amor, pero nunca mintiéndole y muchos menos minimizando la pérdida, ni tratando de sustituirla con paseos, juegos, porque si no vas a llorar por la muerte de un hermano ¿Qué ser humano sería ese niño en su adultez? Claro que creo que los seres humanos estamos preparados para la felicidad y no la tristeza, pero ambas existen y debemos afrontarlas sanamente, que significa no ahogarlas, ni evadirlas y mucho menos criticar a  quien siente depresión. He puesto ejemplos de pérdidas porque es cuando más se necesita de la comprensión de los demás, pero en los eventos positivos, de logros y ganancias también necesitamos compartirlos y precisamos de alguien que se alegre y entienda porque me siento contenta con algo que puede ser trivial para los demás, pero que para mi resulta importante. Me quedé con deseos de seguir, así que vuelvo pronto con más.

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