Llegamos a la ancianidad ¿y entonces?
9 de enero de 2015
|Ya comentamos al principio de este ciclo sobre la ancianidad, que el hecho de llegar a esta etapa de la vida es la mejor meta que puede tener cualquier persona que ame eso que llamamos vida. Las expectativas de años de vida aumentan por días en el mundo desarrollado, y en el caso de nuestro país no constituye una excepción. Esto trae aparejado, el hecho innegable, de aprender a vivir en esta nueva etapa de la vida, y a su vez los que conviven con otras personas, recíprocamente, aprender a relacionarse los de menos edad con los mayores. Por ello, se hace importante la familia que convive con el anciano.
Usted pudiera preguntarse, y si no lo ha hecho, hágalo en este preciso momento, sobre todo, si tiene bien cerca a un familiar anciano, ¿no ha observado la cara de satisfacción, de alegría, de ternura y hasta de sentirse importantes, cuando se ven halagados, distinguidos, reconocidos, y sobre todo, tenidos en cuenta? Y por aquí andan las cosas, y no es que tengamos que someternos a todos sus caprichos y decisiones, que en ocasiones no son las más favorables, porque recuerden que los mismos procesos psíquicos fundamentales, sobre todo, el pensamiento abstracto y concreto, la memoria y la atención, entre otros, no funcionan óptimamente, pero si, tiene que primar la comprensión, la ternura, el amor y sobre todas las cosas, el tenerlos siempre en cuenta, siempre presentes, aunque su aporte sea menor, sea deficiente, pero el solo hecho, de saber que los hemos escuchado y tenido en cuenta, ya será suficiente para contribuir a que su paso por esta última etapa de su vida transcurra con salud, felicidad y sobre todo, con esa tranquilidad que resulta imprescindible por estos años, a los cuales, si tenemos buena suerte y salud, también vamos a llegar.
Hay una serie de aspectos que pudiéramos definir llegados a este punto de nuestra conversación, y sobre todo, referirnos a aquellos que pueden hacer mucho más complejo el funcionamiento familiar, cuando está presente entre uno o más miembros, este proceso de envejecimiento. Primero que todo, por lo que hablamos hace un momento, la convivencia de diversas generaciones, con intereses y preferencias diferentes, lo que reclama, más que tolerancia, es aceptación de unos y otros. Los sistemas normativos son diversos, y cada cual defenderá su parte, pero el secreto está en la comprensión de unos hacia otros y viceversa, y esto solo puede lograrse sobre la base de la más absoluta aceptación, respeto y consideración. Otro elemento importante a tener en cuenta, es la existencia de conflictos entre algunos miembros que históricamente no se han resuelto y que al llegar a la edad del adulto mayor, pues no es que se agudicen, sino que se ven más graves y con menos posibilidades de solución. Recuerden que psicológica y socialmente, ya no se funciona a plenitud, entonces, hay que intentar al menos, desde la posición más inteligente y que deben tomar los más jóvenes, la resolución definitiva del conflicto, porque tenga presente, que ya están en la curva final de la vida.
Muchas veces influye la no existencia de algunos recursos materiales, tanto para el mejoramiento del ambiente como para la atención personal, la imagen y la alimentación, pero realmente lo que prima en esos momentos no es la cantidad y la calidad de los recursos materiales, sino el hecho de que Ud. con lo que tenga y le sea accesible trate de llevar una vida donde le sea posible provocar la felicidad. Recuerde que muchas veces, feliz no es precisamente el que tiene mucho, sino quién es capaz de amar lo que tiene.
La dependencia de los adultos mayores, se hace mucho más evidente y se instala como parte de su cotidianidad, hay innegablemente una dependencia de los demás que aumenta y se establece de forma permanente y como elemento imprescindible de su existencia actual, y por último, y ya lo hemos dicho, por la importancia que adquiere la familia para la persona que envejece, hay que estar pendientes de esos momentos en que nos necesitan, y no es solo, suministrar los alimentos o el medicamento, bañarlos, o cuidar que no se caigan, es también esa dependencia afectiva, emocional, que también tienen ellos. Es precisamente el derecho de recibirla y los más jóvenes de brindárselas, como siempre se las dieron o no, porque hay casos y casos, pero usted, que es más joven, comprenda que siempre ha de dar amor al prójimo, mucho más cuando se trata de un anciano y si es un ser querido cercano, mucho más, NO dudes nunca en ganarte en el transcurso de tu vida el derecho a ser amado, y mucho menos, nunca niegues esa posibilidad que tienes como ser humano de brindar amor para ti y para los demás.
Quiero terminar este ciclo citando unas palabras expresadas por nuestro apóstol, nuestro José Martí sobre la ancianidad, decía: “La voz de los ancianos tiene algo de los otros mundos; tiene algo de religión; de paz no humana, algo de revelación y profecía. Se tiene como una garantía de consuelo en las palabras de un honrado anciano, porque la ancianidad es sublimemente sintética. Habla como los pueblos antiguos, en frases cortas, con grandes palabras, porque cuando habla un joven el alma recuerda donde se enciende su vigor, pero cuando habla un anciano, el alma descansa, confía, espera, sonreiría si tuviera labios y parece que se dilata la paz.
Entonces haga suya aquella máxima de nuestro apóstol cuando expresó con fuerza: ¡Oh qué bien hace el que consuela a los ancianos!
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