Las primeras casas de gobierno, cabildo y cárcel (I)
25 de marzo de 2016
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Durante los siglos XVI, XVII y XVIII las casas de gobierno, cabildo y cárcel, aparecen estrechamente vinculadas al ocupar casas o locales contiguos, e incluso el mismo inmueble. No existía entonces un edificio destinado especialmente a estas funciones, por el contrario, estas se alojaban en las casas de algunos vecinos, los más distinguidos de la villa.
Afirma el historiador Félix de Arrate que se quiso comprar para labrar dichas casas las que fueron del tesorero de la villa Juan Bautista de Rojas, por el año 1588, cuando gobernaba Gabriel de Luján, pero esta transacción quedó sin efecto, al parecer por el tiempo transcurrido entre la aprobación real y el hecho. Al final, las casas de Rojas fueron compradas y pagadas por los oficiales reales de las galeras para almacenes.
No obstante, persistió el empeño del Rey para adquirir casas que albergaran las funciones antes mencionadas. A través de las Actas de Cabildo, se pudo conocer que a finales del año 1590 Su Majestad, aprueba la compra en la villa de unas casas para cárcel y cabildo, así como para la carnicería que también habría de hacerse, proponiendo además que dichas casas “…se señalen en la parte y lugar más cómodo de la dicha plaza, y la carnicería y pescadería se hagan donde están…” sin precisar este sitio.
Pasados seis años (1596), el Gobernador Don Juan Maldonado Barnuevo propuso que como la ciudad no tenía cárcel porque la casa que a tal efecto servía es “…tan ruin que no caben en ella veinte hombres y es pajiza y vieja y de ningún provecho ni servicio, se compre el sitio de… las casas de la ciudad que eran de Domingo de Rustican”. Se proponía hacer allí la cárcel y carnicería, vendiéndose la casa donde estaba en aquel momento la cárcel.
Finalizando el siglo XVI y entrado el siguiente siglo, el Gobernador Pedro Valdés, expone en Cabildo el mal estado en que se encontraban las casas del Ayuntamiento de la ciudad, las que dijo se compraron a Doña Francisca de Acevedo y fueron muy afectadas por las lluvias acaecidas en el mes de septiembre de 1602. Al ser estas de tierra, se estaban cayendo, convirtiéndose en verdadera ruina. Hizo además un llamado al alarife de la ciudad, Gregorio López, para que se llevaran a cabo una serie de reformas necesarias. Afirma el arquitecto Joaquín Weiss que a pesar de esto, al parecer nada se hizo, pues a finales de 1603 se alquila para cárcel las casas de Diego de Luna “por no haberse podido construir una para ello”.
Fue entrado el siglo XVII que el Rey manda que se compren edificaciones que sirvan de cárcel y casa de cabildo, según Acta Capitular del 20 de septiembre de 1625.
Arrate las ubica en la Plaza de San Francisco, contiguas a la cárcel pública, a la vista de la bahía, cuadra comprendida entre Lamparilla y Amargura, como lo señala el plano de Rodas a que hace mención y estudia Weiss, quien señala el año 1633 como la fecha en que se termina la construcción, gobernando Juan Bitrián de Viamonte. Y aún así, consigna Arrate, “no se acabaron de fabricar”, lo que interpreta Weiss como que “no adquirieron su forma definitiva”.
Explica el citado arquitecto, que en las actas capitulares no se hace referencia a la extensión de las obras. Durante el gobierno de Viamonte (1630-1634) solo se mencionan los reclamos de pagos por los trabajos realizados por el carpintero Juan Redondo o de Bartolomé Soria, sobrestante herramentero, por los reales gastados en pago a los jornales de esclavos y materiales empleados. La conclusión de Weiss es que, en el primer tercio del siglo XVII, las casas del cabildo y la cárcel fueron objeto de una restauración general, incluyendo una posible ampliación o rectificación. Desde entonces, y hasta 1718, sirvieron para albergar a los gobernadores, reservándose la sala principal para la celebración de los cabildos
Por otra parte, en el año 1631 se continúa discutiendo la posibilidad de buscar y crear una cárcel para alojar a los presos existentes, ya que a la sazón esta se encontraba en la misma casa que ocupaban los gobernadores y el cabildo. Se comenzaron las diligencias para lograr este propósito, dificultándose la compra de una casa para establecer la cárcel en ella. En cabildo efectuado el 14 de junio de 1631 se abordó la situación.
Todavía un mes después, Pedro Mujica (Alcalde de la Plaza) pide que se haga cárcel suficiente para los presos, pues carecían de toda seguridad, salvando así su responsabilidad en caso de que alguno huyera. En 1634 aún no se había encontrado solución al problema, lo que se conoce por sesión del 2 de noviembre de 1634.
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