Las deportaciones de José Martí a España
24 de octubre de 2014
|Por sus convicciones y actividades de carácter patriótico José Martí tuvo que encarar dos veces en su breve pero fecunda existencia la deportación hacia España. La primera fue en 1871 cuando estaba próximo a cumplir 18 años.
No obstante hallarse alejado de Cuba, en el territorio español Martí no dejó de patentizar su respaldo a la lucha por la independencia de su tierra natal. Y un ejemplo de ello fue el trabajo que elaboró en 1873 titulado “La República española ante la Revolución cubana”.
En ocasión de haberse proclamado la república en España comentó acerca de cuál debía ser la actitud de los nuevos gobernantes españoles ante el anhelo de los cubanos de alcanzar la independencia.
Martí señaló que en ese instante como hombre de buena voluntad, saludaba a la República que triunfa, y agregó que la “maldeciré mañana cuando una República ahogue a otra república.”
Cuando se proclama la República en España, en el territorio cubano, desde hacía algo más de cuatro años, se combatía por alcanzar la independencia.
Y en relación con esto Martí igualmente manifestó: “Mi patria escribe con sangre su resolución irrevocable. Sobre los cadáveres de sus hijos se alza a decir que desea firmemente su independencia. Y luchan, y mueren. Y mueren tanto los hijos de la península como los hijos de mi patria. ¿No espantará a la República española saber que los españoles mueren por combatir a otros republicanos?”
Durante ese primer alejamiento de su tierra natal Martí residió en el territorio español hasta finales de 1874 cuando decidió trasladarse hacia México para reencontrarse con sus padres y hermanas.
De México salió en 1877 hacia Guatemala donde vivió hasta el mes de agosto de 1878.
Entonces retornó a Cuba tras haber concluido la guerra de los diez años.
Ya en ese instante Martí estaba casado con Carmen Zayas Bazán, la cual estaba embarazada. Su hijo nació el 22 de noviembre de 1878.
Durante su estancia en Cuba Martí se vinculó con otros patriotas, entre ellos Juan Gualberto Gómez, que estaba interesado en darle continuidad a la guerra por la independencia de Cuba.
Fue así cómo él también ofreció su contribución e incluso expuso sus consideraciones al respecto hasta en actos de carácter público en los que llegó a hablar.
De inmediato se convirtió en objeto de atención por parte de las autoridades españolas hasta que resultase detenido el 17 de septiembre de 1879 en su casa en Amistad 42 en La Habana, cuando almorzaba con Juan Gualberto Gómez.
Algo más de una semana después, el 25 de septiembre, salió nuevamente deportado hacia España en el vapor Alfonso XII.
Se iniciaba así para él una larga ausencia de su tierra natal, ya que no volvería a ver a Cuba hasta 1895 cuando retornó para dar su contribución a la guerra por la independencia.
Tras su salida de La Habana llegó a Santander el 11 de octubre de 1879 y después viajó a Madrid.
Poco tiempo después, en diciembre salió hacia Francia, y seguidamente hacia Estados Unidos. Allí permaneció casi todo el tiempo, pues sólo en 1881 residió unos meses en Venezuela.
En los últimos años de su vida, ya como parte de los preparativos que realizaba para lograr la reanudación de la lucha por la independencia de Cuba, visitó varios países latinoamericanos, particularmente Santo Domingo y Costa Rica, donde, respectivamente, se entrevistó con Máximo Gómez y Antonio Maceo.
Estos dos relevantes luchadores independentistas le brindaron su apoyo en las tareas organizativas que él realizaba con vistas a la más pronta reanudación de la guerra por la liberación de Cuba del dominio colonial español, cuestión que se hizo realidad el 24 de febrero de 1895.
No obstante el gran esfuerzo realizado durante años para materializar ese gran sueño al cual dedicó una buena parte de su existencia, Martí quiso con la fuerza de su ejemplo directo contribuir al desarrollo de la lucha y como tal se trasladó hacia el territorio cubano, al que llegó el 11 de abril de 1895 en unión de Máximo Gómez y otros patriotas.
En los campos de Cuba evidenció su entereza al encarar el reto de adaptarse a condiciones difíciles de vida y a los peligros que generaba estar en el escenario donde se desarrollaban los enfrentamientos con las fuerzas españolas.
Y fue en la zona de Dos Ríos, en la parte oriental del territorio cubano, donde se produjo su caída el 19 de mayo e hizo realidad el principio que había expuesto con respecto al hecho que la muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida.
Incluso él en el discurso que pronunció el 27 de noviembre de 1891, en Tampa, en un encuentro con emigrados cubanos residentes en dicha ciudad norteamericana, había asegurado: “Otros lamenten necesaria: yo creo en ella como la almohada, y la levadura y el triunfo de la vida.”
Un día antes de producirse su caída, en una carta que empezó a escribirle a su amigo mexicano Manuel, y que quedó inconclusa, Martí expuso al referirse a los objetivos por los cuales luchaba: “Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber –puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo- de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América.”
Y seguidamente puntualizó: “Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso.”
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