Las crónicas de Tesifonte Gallego
11 de octubre de 2013
|En 1892, Tesifonte Gallego publicó su obra Cuba por fuera. (Apuntes del Natural), crónicas de obligada consulta para conocer la Isla y su capital hacia finales del siglo XIX, cuya edición corrió a cargo de la imprenta habanera La Propaganda Literaria. El periodista español dejó en su páginas una impresión rotunda sobre la nueva Habana que se avecinaba cuando alegó: “tiene su propio, exclusivamente suyo; no es la ciudad americana con sus excentricidades, ni la europea con sus grandezas. No hay en ella esos monumentos artísticos que constituyen la historia de siglos, grabada por el arte en los artesonados y frontispicios de los castillos y palacios, constituyendo historia revelada, mantenida a fuerza de la dureza de la piedra en que se esculpió, adornada por las sombras que tiende el tiempo, como manto de resistencia en que envuelve las figuras; no hay tampoco símbolos de levitismo, mantenido por el funesto temor a la idea nueva: es una ciudad de progreso y de libertad.”
Gallego fue un distinguido intelectual, redactor-corresponsal del Heraldo de Madrid, en Cuba. Nació en Horcajo de las Torres, en la provincia de Ávila, España, en 1860. Fue director general de Agricultura de Albacete, donde aún hoy una parte de la calle principal del centro de esta ciudad lleva su nombre. Su labor en esta provincia, por la que fue diputado liberal, le hizo merecedor de numerosos reconocimientos. Su carrera, tanto como periodista como político, estuvo muy ligada a José Canalejas, colaborador de La Democracia, y fundador, en 1890, del influyente diario Heraldo de Madrid, donde Tesifonte Gallego desarrolló el periodismo. Gallego llegó a ser diputado por Cuba en 1896 y por Huelva en 1905; por Albacete fue elegido en 1901, 1910, 1916 y 1918.
La versatilidad de sus ideas y la agudeza de sus criterios lo llevaron a cubrir todas las esferas del desarrollo del país y a recorrer no solo La Habana, también otras provincias y localidades. Y a la perspicacia de sus impresiones incorporó un sentido del humor tan ameno y elegante que hace de sus crónicas un viaje placentero por la Cuba de 1891.
Le dedicó gran parte de sus notas a la prensa. Comentó la cantidad de periódicos que circulaban en la Isla, no solo en la capital, regalándole extensos comentarios al Diario de La Marina, la Unión Constitucional, El País, y La Lucha, órganos dominantes en la esfera de la información y el criterio público de entonces. Asimismo, se refirió a las revistas El Fígaro, La Habana Elegante, La Revista Cubana y El Hogar, como verdaderas cronistas de la vida social, cultural y cotidiana del habanero. Páginas aparte consagró a la prensa mercantil: El Progreso Mercantil, El Comercio y El Avisador Comercial.
Responsable y comprometido con su profesión, Tesifonte Gallego expuso tácitamente cómo encarar el periodismo en todos los tiempos, pensamiento que, a la luz actual, mantiene su vigencia al afirmar: “El periódico debe ser arcón de sastre, ha de tener de todo y está obligado a evidenciar las llagas sociales donde estén, desde las más altas esferas de la gobernación de los pueblos, a la que se crea más insignificante en el movimiento social. Ponerle un límite, por otra ley que no sea la común, señalarle un derrotero preciso, es convertir el periódico en instrumento de un egoísmo repugnante. La prensa no puede tener otra inspiración que la trazada por la conciencia del escrito y por la misma opinión pública”.
El que fuera también doctor en Derecho Civil y Canónico y licenciado en Derecho Administrativo, recorrió al detalle Guanabacoa, y expresó de ella: “…llora hoy la desdicha de su soledad y se aburre entre sus apasionamientos políticos, abandonada de la higiene pública, y quedándola, como recurso único de su existencia, el afamado Colegio de los Padres Escolapios y el pendón Real”. Y es que su vasta cultura y preparación en diversas ramas humanísticas le posibilitaron apreciar las localidades más allá de sus monumentos y edificios.
Viajó a Matanzas, Cárdenas, Sagua La Grande, Cienfuegos, Remedios y otras ciudades del centro de Cuba. Conoció Camagüey, Las Tunas, Oriente y la entonces Isla de Pinos.
Al abordar otros temas en sus apuntes, Tesifonte Gallego fue más lejos en su mirada descriptiva de los sitios de la ciudad o las costumbres. También detalló y valoró, por ejemplo, la enseñanza en Cuba cuando señaló: “La educación de los pueblos forma su constitución. La enseñanza, es el signo de progreso de la sociedad. A la Universidad, a los Institutos, a la enseñanza de los Padres Escolapios, han de agregarse escuelas de artes y oficios, academias de pintura y escultura y aumento de estaciones agronómicas”. Interesado en todas las esferas de la vida cubana, y en especial la habanera, Tesifonte Gallego tomó apuntes del crédito en Cuba. Mencionó al Banco del Comercio y relató la historia del Banco Español de la Isla de Cuba, al cual consideraba el primer y más importante establecimiento del crédito en la Isla.
Igual extensos son sus elogios a la literatura cubana, a los poetas y escritores, y escribió al respecto: “Se recuerda a Cirilo Villaverde, residente hoy en Nueva York. Su novela Cecilia Valdés, es bastante, por sí sola, para hacer un nombre”. Y en el mismo capítulo hace alusión a los músicos cubanos y aseguraba que ambas “forman la manifestación más salientes del arte en Cuba”.
Impresionado seguramente por su intensa actividad, los muelles habaneros llamaron la atención del viajero, y en su recorrido los fue mencionando: “Allí está la Aduana; aquel es el muelle de Caballería: aquellos los muelles de importación; aquel el de San José. Esos que visten traje de cañas y kepis con galones dorados, son los Vistas.” Este era el funcionario aduanero responsable de permitir el embarque de las mercancías sujetas a los impuestos arancelarios y de inspeccionar el cargamento.
En su obra, Tesifonte relacionó las industrias importantes que había en La Habana, como la fabricación de hielo, la elaboración de maderas, entre otras, pero al mismo tiempo, comentaba que estas, con todo y su adelanto, no sumaban juntas la décima parte del movimiento de capitales de la tabaquera. Y sobre esta producción expresó: “…tiene nuevos y más esplendorosos horizontes. El que quiera hacerse rico honradamente, que consagre su actividad y dinero a negociaciones tabaqueras.” Precisamente, a la manufactura de tabaco dedicó amplios renglones en su relato.
La consideraba una industria excepcionalmente importante, el nervio de la prosperidad de la Isla y de la cual, lamentablemente, apenas se tenía noción en Europa. Al referirse a La Corona, por ejemplo, instalada en aquella época en el palacio de Aldama, expresó: “Los tabaqueros trabajan allí, bajo riquísimos artesonados, pinturas excelsas, acuarelas y frescos notabilísimos. Con todo ese febril movimiento que allí se nota. Veréis los pisos de mármol, limpios y brillantes, y el olor a cedro es el único que percibe vuestro olfato.”
Las páginas de Cuba por fuera, constituyen un acercamiento agudo a la vida social, económica y cultural del país y de La Habana finiseculares del XIX. Sus notas, escritas con inteligencia y sentido del humor, trascienden los simples apuntes de un extranjero que desembarcó en la Isla para disfrutar de las bondades del trópico o las excentricidades de su gente. Como reportero del Heraldo de Madrid, Tesifonte Gallego cumplió su misión en Cuba, y luego, la de Director General de Agricultura, Minas y Montes, e ilustrísimo señor Diputado por el Distrito de Albacete.
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