“La única”: última película cubana de Ramón Peón (II)
4 de septiembre de 2017
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El maestro Maño López volvió a responsabilizarse con la dirección musical en la película La única, dirigida por Raón Peón sesenta y cinco años atrás, y contribuyó con la selección de los imprescindibles números, entre estos “Cuban Way” de su propia cosecha, junto a “Mambo oriental” y “Serenidad”, compuestos por Julio Gutiérrez. No podía faltar otra imposición de Las mamboletas de Gustavo Roig y un desafortunado –pero felizmente breve– número del “cómico” italiano Harry Mimmo. La propaganda de la Productora Fílmica Cubana, S.A. anunció atrevidamente a este burdo imitador de Chaplin como la actuación especial de un “artista aplaudido en el mundo entero”. El procesamiento de la película fue realizado en el laboratorio de la propia productora por Restituto Fernández Lasa.[i]
Desde la sección “La farándula pasa”, la revista Bohemia promovió el estreno de La única, que calificaba de excelente, programado a partir del lunes 25 de agosto de 1952, en los cines Fausto, Reina, Habana, Cuatro Caminos, Santos Suárez, Norma, Atlantic, Olimpic y Gran Casino. Para el redactor era un paso más del cine cubano hacia su consagración universal: “Ya se sabe que cuando Rita está al frente de un reparto cinematográfico, hay romance, conflictos, momentos de gran diversión y de profundo dramatismo, porque ‘La Única’ puede tocar todos los resortes de la ficción con acierto extraordinario”.[ii] Notas publicitarias publicadas sucesivamente en la misma revista insistían en la calidad de la película, que abría una “nueva etapa en una industria revitalizada por la ayuda oficial y que de ese modo podrá orientarse definitivamente hacia lo que puede y debe ser”[iii] presencia de la figura de la Montaner, como centro de la campaña propagandística organizada porque La única es “única”:
Una película cubana con Rita Montaner es una película más cubana. Pero esta es un compendio de sustancias nacionales, arrancadas a las costumbres, a la vibración, a las ansias de nuestro pueblo y considerado este en sus diversas esferas. No importa que el asunto tenga una gran variedad de matices, que van de lo dramático a lo cómico, y que mantienen el interés dentro de las diversas sensaciones. De todos modos y en cualquier momento, La única será un cuadro de Cuba.[iv]
El 19 de agosto, unos días antes del estreno de La única, se cumplió el plazo de dos semanas otorgadas al secretario del presidente de la República por los ocupantes de los Estudios Nacionales, con el fin de dotar a esas instalaciones de todos los equipos necesarios para iniciar cuanto antes el rodaje de películas. Pese a la promesa formal de Acosta Rubio, los equipos no se recibieron en el término fijado y los estudios permanecían cerrados. Paradójicamente, mientras los técnicos que labraron el porvenir del cine cubano afrontaban necesidades de toda índole, ante todo la inseguridad de su trabajo, la Gaceta Oficial de la República del miércoles 20 de agosto publicó la Ley-Decreto que concedía al actor Otto Sirgo la cantidad de mil pesos para estudiar en el extranjero nada menos que procedimientos de la industria cinematográfica.
La combinación de “suntuosos cabarets con estupendas orquestas, deliciosas canciones y modernísimos bailes”, conflictos sindicales, asaltos a mano armada, lucha libre y escenas hilarantes no proporcionó el resultado económico apetecido. Los dirigentes del Sindicato de Técnicos Cinematográficos celebraron una concurrida reunión con la asistencia de Acosta Rubio, aunados todos en el propósito de encaminar la industria fílmica nacional. Enrique Perdices, invitado a la cita, por vez primera fue inclemente y duro con una película cubana –¡y dirigida por su viejo amigo Peón!–, que si bien no decepcionaba tampoco evidenciaba progreso alguno. En su reseña de Cinema atribuyó a la Montaner ser la “única” estrella deslumbrante, capaz de divertir a los espectadores y hacerles olvidar deficiencias a través del optimismo provocado por su presencia en pantalla, al tiempo de animarnos “a esperar esa gran superproducción tantas veces ofrecida”, para la consolidación de la industria fílmica del patio:
Es una comedia entretenida que hace pasar un buen rato, no precisamente por su argumento que está vacío de alicientes, sino por la gracia personal que le imprime la protagonista. Poco podemos exigir al director cuando estamos reconociendo en principio que la materia prima es deficiente; pero aún así, un pequeño esfuerzo como el que hace la principal intérprete por parte de los que escribieron el guión y el diálogo hubiera valorizado un poco más este nuevo esfuerzo.
Ramón Peón debe ser un poco más exigente cuando recibe un libreto, de otra manera seguirá restando valor a su crédito. No olvide el buen amigo, que las circunstancias especiales que le pudieran obligar a claudicar nada lo disculpan ante el público, empresario y productor. Nadie más que él debe ser el guardián de su prestigio. El arte exige sacrificios y quien se siente artista como él no puede desconocer que aún viviendo el más terrible de los dramas, hay que subir al tablado mostrando la más optimista sonrisa.
Si abusamos un poco de la intransigencia es porque ya fuimos demasiado benévolos, y entendemos que ha llegado el momento de definir si la industria fílmica es un juego o un negocio que merece la atención del Gobierno e inversionistas.
¿Tenemos o no profesionales? El carnet de un sindicato nada significará si quien lo lleva es un irresponsable. Quien hace una inversión necesita garantías y quien dirige, la más espléndida cooperación. El éxito en el cine se consigue con el estudio meditado, no con la festinación; si se siguen precipitando los acontecimientos los cinematografistas seguirán comiendo pan hoy y pasando hambre mañana. [v]
Esta fue la última colaboración de Rita Montaner con Ramón Peón, el cineasta para quien más trabajara en el cine, con cuatro películas: Sucedió en La Habana y El romance del palmar, ambas de 1938, La renegada (1951) y La única (1952). La cinta ocasionó que, ante los insuficientes ingresos para compensar los costos por muy ínfimos que fueran, la Productora Fílmica Cubana, S. A. cerró sus estudios. Por consiguiente, fracasó así el segundo intento serio de realizar en la isla el proceso íntegro de producción cinematográfica.
Quedaron en el camino los anunciados proyectos: Está amaneciendo, Atentado, En los traspatios[vi] y Hermanos de cuna, así como dos coproducciones con México. La mayoría de los historiadores, estudiosos y críticos de cine que se acercan con escepticismo –y no pocos prejuicios– al cine criollo de esos años, no pudieron vivir de cerca esta historia, que adquirió ribetes dramáticos. La realidad imperante en el país se imponía con toda su incertidumbre. La única, que ocupa el lugar número 56 en la filmografía de Ramón Peón y sería el décimo octavo largometraje de producción nacional, estaba destinada también a ser la última película dirigida por él en Cuba.
Notas:
[i] Acreditado en pantalla como Resti F. Lasa.
[ii] “Cine cubano”: Bohemia, año 44, no. 34, La Habana, 24 de agosto de 1952, p. 118.
[iii] “La única”: Bohemia, año 44, no. 35, La Habana, 31 de agosto de 1952, p. 50.
[iv] Idem.
[v] Enrique Perdices: “Son cosas nuestras”: Cinema, año XVIII, no. 870, 31 de agosto de 1952, p. 3.
[vi] Anunciado también como Los traspatios.
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