“La única”: última película cubana de Ramón Peón (I)
28 de agosto de 2017
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Transcurrían los primeros meses de 1952 y en los modestísimos estudios de la compañía Productora Fílmica Cubana (Proficuba) todo estaba listo para que Peón –quien pronto desechó el proyecto Sierra Maestra de Lilo Yarson– emprendiera el rodaje de Está amaneciendo. Esta quinta producción de la compañía se basaba en un argumento original escrito por el pintor guantanamero Jorge Rigol Lomba (1910-1991). Después de adquirir los derechos, el productor Salvador Fernández había contratado a un fotógrafo argentino que estaba en La Habana y coordinó con el general Gregorio Querejeta, jefe del Estado Mayor del gobierno constitucional del dr. Carlos Prío Socarrás, para que facilitara las tropas necesarias para algunas secuencias.
La fecha escogida para el inicio de la filmación era el lunes 10 de marzo, cuando en la madrugada de ese día el pueblo de Cuba fue sorprendido por la noticia del golpe de Estado militar encabezado por el ex presidente, general Fulgencio Batista y Zaldívar. El ejército dominó la situación; la mansión palatina desde la que Prío rigió los destinos del país por tres años y cinco meses fue rodeada por tanques militares en zafarrancho de combate y la guarnición se rindió. Las emisoras radiales fueron ocupadas por las fuerzas armadas. El presidente Prío, refugiado en la Embajada de México, huyó pronto de un país estremecido por lo que auguraba ser el comienzo de la segunda dictadura batistiana.
Cundió el pánico en los medios financieros cautelosos en extremo en las inversiones en el ámbito cinematográfico tras el notorio fracaso de la compañía Pecusa, que provocó la inevitable paralización de toda actividad fílmica; pero al normalizarse el estado de las cosas, la Productora Fílmica Cubana, S.A. decidió continuar sus planes de producción. La incierta situación política impedía disponer del apoyo del ejército, imprescindible para filmar Está amaneciendo, razón por la cual se optó entonces por un nuevo argumento titulado La única, escrito por el argentino Amado Lino Elizondo (El Petiso), prácticamente listo para su puesta en cámara por carecer de la menor complejidad en lo relativo a la producción.[i] Peón, confiado en la seguridad cimentada a lo largo de tantos años de carrera por la minuciosa preparación preliminar a que acostumbraba, era consciente de que ahorraría muchas tomas y se ajustaría al presupuesto destinado en un inicio a la película que frustró la asonada golpista.
Para lograrlo acudió a la decidida colaboración de su equipo técnico habitual: Salvador Cancio (Saviur) esta vez como asistente de producción y diseñador de créditos; el experimentado fotógrafo Enrique Bravo (padre); el iluminador Rafael Mascorieto; los hermanos Corvisón (con Modesto al frente) a cargo del sonido; el maquillista Israel Fernández; la anotadora Evelia Joffre; el stillman Newton Estapé y para la edición volvieron a contratar en México a Mario González. A ellos se unió Amado Lino Elizondo, en funciones de asistente de Peón. Ese staff respondió de forma positiva a la solicitud por Humberto Miranda, gerente de producción, a nombre de la Proficuba, de renunciar al cobro de horas extras para disminuir el costo de La única.
El personaje protagónico fue pensado expresamente para Rita Montaner, que desde su programa radial “Mejor que me calle…” apoyó las demandas obreras de un aumento general del 30% en los salarios, entre otras campañas que alentara. Rita comparaba frecuentemente con las llamas del infierno el intenso calor reinante en la inadecuada nave de la calle San Lázaro no. 68, donde en solo tres semanas se filmó la mayor parte de la película en escenografías diseñadas por Jesús Balmaseda con el auxilio de René Muñoz en la utilería. Habituada a las comodidades de los estudios mexicanos, no obstante, ella siempre tenía en los labios el chiste oportuno para que los ánimos del equipo no decayeran ante tantas adversidades que debían soportar. Al ensordecedor ruido de los inútiles extractores de aire, se agregaban los martillazos de la carpintería contigua que construía los sets. Esto obligaba a desplazarse para rodar en exteriores, siempre con el inconveniente de los bruscos cambios climáticos. Para economizar dinero por concepto de escenografía, fueron filmadas escenas en un telar de Guanabacoa, en decorados interiores del cine Atlantic, en el Casino Nacional y en el parque de diversiones Coney Island, en la playa de Marianao.
Esta comedia argumentalmente no podía ser más elemental: los trabajadores de la fábrica de don Robustiano (José Sanabria) están dispuestos a elegir su nuevo delegado. El puesto siempre lo ocupó una trabajadora apodada “La vinagre”, pero en estas elecciones las cosas cambiarán. Otra obrera de nombre Rita (Rita Montaner), luego de rápidos y afanosos estudios de “cómo manejar las masas”, se postula y al lograr días la reincorporación de una obrera despedida alcanza el apoyo de los votantes y es elegida delegada. Unos maleantes que maquinan asaltar la fábrica invitan a Rita a una supuesta reunión gremial y obtienen la información precisa para acometer el robo. La policía detiene como posible cómplice al contador Jesús (Rafael Correa), rendido admirador de la mujer, quien a pesar de ser testigo del encuentro de Rita con los asaltantes prefiere guardar silencio antes de perjudicarla. Su situación se complica al no revelar dónde se encontraba la noche de los hechos y queda encarcelado.
Rita encuentra un ambiente desfavorable en la fábrica, avivado por los chismes de “La vinagre”. Y ante el temor de perder injustamente la admiración de sus compañeras, ella decide buscar por su cuenta a los malhechores. En compañía de Olga (Maritza Rosales), otra empleada y compañera de departamento, recorren diversos ambientes hasta localizar a alguien vinculado a sus dudosos ex amigos. Apresadas por los delincuentes, para que no descubran sus verdaderos fines, Rita finge ser compinche de la banda en un nuevo asalto y al llevarse a cabo, en un determinado momento se apodera de un arma, intimida a los atracadores, los reduce a la impotencia y los entrega a la autoridad. Su retorno a la fábrica es recibido con vítores y recupera la confianza de todos. Al salir en libertad, Jesús nuevamente queda preso, pero esta vez de su incondicional amor por ella.
Rita Montaner, no por gusto llamada “La Única”, es la película. Su carisma y gracia natural contribuyen a otorgar fluidez a los diálogos y a las situaciones en las que se involucra, acompañada por la joven Maritza Rosales. Esta última resumió así el significado de la participación de los artistas cubanos en esas películas comerciales: “El cine daba la oportunidad no solo de tener experiencia, sino de una tremenda publicidad y por eso me interesaba, pero para mí no tenía desde el punto de vista artístico gran interés, comparado con las cosas que hacía en televisión”.[ii]
Se advierte un infrecuente descuido de Peón en los actores responsabilizados con los papeles secundarios. Entre los provocadores de la astracanesca pelea en el bar figura el luchador Ray Tatú, esposo de la Montaner en esa época. Los restantes miembros del elenco fueron: Miguel del Castillo y Miguel Ángel Blanco (gángsters), Beatriz Fernández, María Pardo (María), Ángel Espasande (Héctor, un gángster), Ada Béjar, José Barlia, Ricardo Dantés, Eddy Cabrera, Ricardo Lima (jefe de policía), Gil Mar, Bernardo Menéndez (mensajero), Bernardo Montaña, Emilio del Mármol (cantinero de la sala de juego), Rogelio del Castillo, Marina Mayo, Olga de Carlo, Kiko Hernán (capataz de la fábrica), Sindo Triana y Moctezuma (El hombre montaña).
Notas:
[i] Curiosamente Amado Lino Elizondo aparece en el crédito de Argumento y encuadre.
[ii] Josefa Bracero: “Nuestra vida está muy vinculada con el reconocimiento del público al que nos debemos”: Rostros que se escuchan, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2002, p. 416.
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