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La silla de Doña Pilar

19 de marzo de 2018

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El hotel Telégrafo, quizás el más viejo de los importantes de La Habana, se fundó en 1860 en la calle Amistad, frente al Campo de Marte, hoy Parque de la Fraternidad Americana, y hacia 1888 se trasladó para su lugar actual, en la esquina de Prado y Neptuno.

En 1911 fue totalmente remozado por sus propietarios el señor Del Toro y su esposa y, la emprendedora Doña Pilar Somoano, quedó como el más importante y lujoso de la capital, sitio preferido por los políticos y grandes inversionistas del país.

Pero tres años antes, durante las elecciones generales, salió electo jefe de estado por las seis provincias el mayor general de la guerra de independencia José Miguel Gómez, liberal histórico, y  gran parte de las finanzas para esos comicios las aportó Doña Pilar.

Ella convenció a Gómez que no debía firmar sus decretos en la misma silla en la que lo habían hecho los capitanes generales españoles, le mandó a hacer una preciosa y costosa silla  y se la regaló al recientemente estrenado como segundo presidente de la república

Me contó mi amigo y maestro Eduardo Robreño, que a partir de ese momento todos los que aspiraban a la primera magistratura de la nación, decían que se sentarían en la silla de Doña Pilar.

Hoy, la modernidad junto a lo tradicional e histórico, ponen un sello distintivo al hotel, donde se muestran obras de reconocidos artistas cubanos de la plástica, así como varias piezas de telégrafos antiguos y una sección del primer cable marítimo con el que se estableció comunicación telefónica entre La Habana y Nueva York.

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