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La resiliencia, la naturaleza y los seres humanos

1 de febrero de 2018

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Resiliencia (Small)

 

Un incendio forestal o una marea negra arrasan todo cuanto se pone a su paso. Pero la naturaleza es capaz de resistir y recuperarse de los daños causados. Esta capacidad de recuperación se denomina resiliencia, y tiene un límite que los seres humanos han comenzado a poner a prueba. Los expertos explican que, si se sobrepasa este límite, las consecuencias para los ecosistemas y la humanidad serán nefastas.”

Mucho nos asombra ver como la naturaleza, tras un desastre natural como un huracán, un incendio forestal, o un derrame de crudo en el mar, es capaz de sobreponerse con el paso del tiempo. Es precisamente, la resiliencia, la que nos indica la capacidad de un ecosistema (o cualquier otro sistema en general) para aguantar las perturbaciones sin perder sus propiedades fundamentales. Gracias a la resiliencia, la naturaleza puede recuperarse una vez que la perturbación ha terminado.

La protección de la biodiversidad es crucial para mantener la resiliencia de la naturaleza.”

El concepto lo planteó en 1973 Crawford Stanley Holling, ecologista canadiense y profesor de Ciencias Ecológicas de la Universidad de Florida, para describir la persistencia de los sistemas naturales frente a los cambios o impactos ambientales de origen natural o humano. La idea se ha adaptado a otros campos, como la Psicología, donde se utiliza para describir la capacidad que tienen todas las personas, en mayor o menor grado, de asumir situaciones límite o de sobreponerse a experiencias de dolor emocional.

La resiliencia de la naturaleza tiene un límite: la resiliencia no es ilimitada. Al forzarla excesivamente, los seres humanos ponemos en peligro no solo el planeta, sino también su presente y su futuro. Los impactos ambientales provocados por los seres humanos reducen la resiliencia y, en consecuencia, el flujo de bienes y servicios que los ecosistemas proporcionan a la sociedad. Los científicos señalan que incluso pequeños impactos pueden causar cambios irreparables desproporcionadamente grandes a los ecosistemas. Una vez superado ese límite, se llega al “punto de no retorno”: el ecosistema ya no podrá ser como antes y se transformará en otra cosa!!! Señalan los expertos que “el planeta no dejará de existir, pero es probable que determinados ecosistemas estén cerca de un punto de no retorno”. Ya está sucediendo con los arrecifes de coral en el Caribe: su restauración es, con gran probabilidad, imposible. La selva amazónica se muere y podría transformarse en una sabana.

Los científicos han dejado muy claro que un planeta de baja resiliencia por cambios antropogénicos (causados por los seres humanos), aunque no solo, puede ser más vulnerable, con considerables consecuencias para la vida y el funcionamiento de los sistemas de la Tierra. Ellos también señalan que es muy difícil saber cuándo se sobrepasa esa capacidad de la naturaleza porque muchos y complejos son los elementos que influyen en la resiliencia: el ciclo del agua, la fertilidad de los suelos, la biodiversidad, el clima. Todos ellos interactúan y afectan a los diferentes sistemas.

 

Un área de La Habana después del paso de Irma

Un área de La Habana después del paso de Irma

 

¿Cuáles son los principales impactos causados por los seres humanos en la reducción de la resiliencia de la naturaleza?

Los expertos señalan a la agricultura intensiva, la deforestación, la contaminación, la minería, la sobrepesca, el vertido de basura en los mares y el cambio climático.

Los impactos que sufren los ecosistemas en la actualidad pueden traer graves repercusiones, pero los científicos piensan que todavía hay esperanza si se implementan las medidas necesarias para ello. Porque el mantenimiento de la resiliencia de los ecosistemas redundará en beneficio del bienestar humano.

 

¿Cómo mejorar la resiliencia de la naturaleza? Los expertos señalan que “sabemos qué se necesita para restaurar un lago o para regenerar un bosque. Pero, necesitamos entender mejor cómo las interacciones operan con todos los sistemas y ponerlo en práctica. Se necesita un plan maestro coordinado para dar pasos en más de un nivel: ecológico, social, científico, tecnológico, institucional e individual”.

La protección de la biodiversidad es crucial, las investigaciones han demostrado que los ecosistemas con un mayor número de interacciones entre sus partes suelen tener una mayor resiliencia. Los programas de conservación no deberían ser un simple mantenimiento de áreas intactas, sino que deben, además, estar encaminados a priorizar el cuidado de la biodiversidad y el uso de los recursos, de manera que no interrumpan los procesos ecológicos que mantienen la resiliencia.

Pero, y esto lo subrayan los responsables de la FAO, para mejorar la resiliencia también es necesario que haya “más voluntad política, inversión, coordinación, conocimientos técnicos, capacidades, innovación y responsabilidad compartida para que los países, las autoridades locales, las comunidades, la sociedad civil, el sector privado, el ámbito académico y la comunidad internacional, que reduzcan los riesgos de catástrofes y gestionen las crisis”.

 

Nunca como ahora tiene más vigencia el pensamiento martiano:

“…la naturaleza inspira, cura, consuela, fortalece y prepara para la virtud al hombre”. Sólo hay un modo de que ella perdure: respetarla y servirla.

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