La plazuela de Albear II
14 de marzo de 2014
|En los años de 1920 se realizaron nuevos trabajos en aras de engalanar la plazuela, para ello se colocaron bancos de mármol, se cubrió con cemento froteado el antiguo pavimento, haciendo un falso despiezo de la losa, se sembraron ficus, muy utilizados en jardines y parques como planta ornamental por su follaje y forma, y se realizaron trabajos de limpieza en general. Estas nuevas obras se insertan dentro de la tendencia de los gobiernos republicanos de visibilizar las acciones de sus mandatos mediante obras públicas que contribuían al mejoramiento de la ciudad, de ahí que proliferaran las tarjas conmemorativas, los monumentos y los parques, que generalmente rendían homenaje a alguna personalidad de relevancia política o social. Notable es el cambio que experimentó la zona en 1928 cuando la celebración de la VI Conferencia Internacional Panamericana, con motivo de la cual se crearon nuevos espacios públicos como la Plaza de la Fraternidad Americana y el entorno del Capitolio Nacional, entonces en construcción, y se remozaron otros, entre ellos el Parque Central, el Paseo del Prado y parques y plazuelas, como la de Albear. Este plan de remodelación de la ciudad fue diseñado por el destacado urbanista francés Jean-Claude Nicolas Forestier, quien llegó a La Habana por primera vez en 1925 y luego realizaría dos viajes más, en 1928 y 1930 para concretar, al menos, gran parte de sus proyectos.
En 1937 el Ayuntamiento de la ciudad acusaba el desagradable aspecto que volvía a tener el área, por lo que se acordó su urgente reparación y embellecimiento. Motivaba la intervención en la plazuela, la inmediata celebración de las fiestas del Turismo, que reclamaban la atención de tan céntrico lugar. De no ejecutarse toda la reparación, se planteaba por lo menos limpiar tanto la estatua como el parque, y colocar un nuevo alumbrado.
Una fotografía de la plazuela de la década de 1950 ofrece una imagen similar a la actual: los bancos de mármol desaparecieron, la vegetación ha invadido el espacio, tornándolo un área verde que se acerca más al aspecto de un parque que de una plazuela. Sin embargo, las antiguas luminarias, que hoy han desaparecido por completo, aún en estos años se conservaban.
De esa fecha al presente, no se realizaron intervenciones significativas en la plazuela de Albear, el pavimento recibió reparaciones varias que, como su aspecto demuestra, no fueron de la mejor calidad, al igual que en el interior de las fuentes que rodean la estatua de Albear; la descuidada vegetación se ha apoderado del lugar; la colocación arbitraria de la señalética afecta la imagen del conjunto, y la ausencia de iluminación ha hecho que el sitio pierda la centralidad y relevancia urbana que siempre tuvo como espacio de tránsito entre las dos habanas.
En el entorno de la plazuela de Albear se levantan once edificaciones de alta significación urbana, arquitectónica y cultural, de ellas, ostenta Grado de Protección I el antiguo Centro Asturiano, hoy Museo Nacional de Bellas Artes, sede de Arte Universal; tres edificios tienen Grado de Protección II: la librería La Moderna Poesía, la antigua Manzana de Gómez y el edificio art deco de O’Reilly No. 534; y el resto posee Grado de Protección III.
El espacio conserva una de las construcciones más antiguas de la calle O’Reilly, la señalada con el No. 538, antigua ferretería Monserrate, que a pesar de su grado de deterioro y transformaciones en planta baja, mantiene la tipología y sistemas constructivos del siglo XIX, compartiendo la filiación neoclásica con otro edificio colonial, Bernaza No. 9. Las demás edificaciones son del siglo XX, con fuerte presencia del eclecticismo y el art deco.
La altura predominante que alcanzan los edificios oscila entre las dos y tres plantas, destacando la Manzana de Gómez y el Centro Asturiano que poseen cinco niveles.
Tipológicamente, coexisten en igual número los inmuebles de carácter civil-público y doméstico, estos últimos, edificios mixtos por compartir la función habitacional y comercial. En cuanto a usos, equitativamente conviven el habitacional y el comercial y de servicios.
Por su popularidad y tradición en los espacios recreativos capitalinos, sin dudas destaca en el conjunto de esta plazuela, El Floridita, calificado por el escritor norteamericano Ernest Hemingway como “el mejor bar del mundo”, famoso por su daiquirí.
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