La Plaza de San Francisco
13 de noviembre de 2015
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La Plaza de San Francisco tomó su nombre del primitivo convento de esta orden que se levantó en uno de sus extremos a finales del siglo XVI. Su formación viene unida a la expansión de la población que siguió el litoral de la bahía. En sus alrededores, se situaron los primeros astilleros de la ciudad, la primera fuente de abasto de agua de la Zanja Real, la primera casa de cabildo, la del gobernador y la cárcel.
En 1603, las aguas del mar tocaban por el fondo al convento. Se desecó y rellenó su espacio y adquirió su forma definitiva en 1628. Poco después, el lugar se convirtió en el centro principal de la actividad mercantil de la villa. Tuvo siempre un carácter comercial por su trazado junto a los muelles y frente a la bahía, sirvió a las armadas del sistema de flotas para que allí hicieran su aguada, y fue el depósito de las mercancías que descargaban en el puerto. Hacia 1689 se le llamó del Cuerpo de Guardia.
En 1724 estuvo aquí el Real Arsenal, el cual se trasladó luego fuera del recinto amurallado. Durante el Gobierno del Marqués de la Torre (1771-1776), se llevó a cabo el empedrado de la calle Oficios; bajo el gobierno de Tacón (1836-1838), se colocó en su centro la Fuente de los Leones, obsequiada a La Habana por Claudio Martínez de Pinillos, conde de Villanueva.
En la plaza también se realizaron festividades populares, como las famosas Ferias de San Francisco que tenían lugar en el mes de Octubre, suspendidas en 1841 con la exclaustración de la orden monástica.
Durante el siglo XIX, fue objeto de algunas transformaciones: se ampliaron los muelles y se derribó la muralla que existía al fondo del convento, además, se habilitó otro para pasajeros. Esto llevó implícito cambios en el enverjado que delimitaba el espacio abierto de la plaza y los muelles, ganando ensanche y lucimiento. Se adoquinaron los terraplenes de los muelles que partían de la plaza, solucionando los contratiempos del lodazal en tiempos de lluvia.
En sus alrededores se levantaron las casas de algunas personalidades importantes de la aristocracia colonial, las que con el tiempo fueron reedificadas. Durante la República se construyó la Lonja del Comercio, el Club Internacional de Marinos, y cerró las visuales al mar el edificio de la Aduana. Se convirtió en parqueo y se vio desprovista de sus características originales. Su espacio se alteró con el nacimiento de las nuevas vías de comunicación que se extendieron frente a la Aduana. La Avenida de San Pedro bordeó por el fondo el antiguo convento y la plaza perdió su imagen de antaño.
En el presente, la plaza de San Francisco de Asís recobró su imagen y lucimiento gracias a la obra desplegada por la Oficina del Historiador de la Ciudad. Como parte de la estrategia a seguir, se han revitalizado los principales espacios públicos que jugaron un papel primordial en su trazado urbano. Con estos trabajos, realizados hace varios años, se implementó la nueva pavimentación del lugar, bajo un cuidadoso diseño que combina el adoquinado con el mármol, resaltando la fuente en su centro; se tuvo en cuenta dotar a su espacio y las edificaciones de un sistema de iluminación adecuada y colocar vegetación en torno a la avenida del puerto. Las calles aledañas se cerraron al tráfico. La Plaza de San Francisco recuperó su espacio, sin perder su carácter comercial, alegra la vida de sus transeúntes que ahora van acompañados del vuelo de las palomas.
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