La Plaza de Armas

6 de noviembre de 2015

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Zenaida Iglesias Sánchez

 

 

Reconocida por especialistas y viajeros como lugar trascendental en La Habana intramuros, la Plaza de Armas ha sido durante siglos, lugar de esparcimiento y de reunión para los vecinos de las zonas cercanas. Las retretas amenizaron las noches en su espacio; los carruajes la recorrieron en su diario ir y venir; las sesiones de los cabildos aquí tuvieron lugar; los pregones de las últimas leyes y noticias allí se anunciaron durante la etapa colonial. Es para los habaneros el corazón de la ciudad antigua, porque en sus predios nació en 1519 San Cristóbal de La Habana.
Escogido el sitio definitivo para el asentamiento de la villa en la costa norte de esta provincia, de manera inmediata se buscó el espacio para la formación de la plaza pública y en sus contornos, todavía imprecisos, se levantaron las primeras casas, extendiéndose en alineación frente al litoral de la bahía. Plaza Mayor o de la iglesia, porque allí se ubicó la primitiva Parroquial Mayor. Desde este punto, comenzaron a irradiar las primeras calles.

 

 
En 1559 se mandó a estacar de manera inmediata; por entonces se construía en su lado norte el Castillo de la Real Fuerza, terminado este, la plaza se destinó a ejercicios militares y revista de la tropa, perdiendo vigencia su carácter público, pues su terreno se transformó y readaptó para tal función, y desde entonces tomó el nombre de Plaza de Armas.
Su espacio quedó delimitado entre el castillo y la iglesia hacia 1582, pocos años después adquirió su fisonomía definitiva. Desde entonces, la plaza era el alma de la villa y si bien su espacio se fue ocupando progresivamente, durante el siglo XVII no experimentó cambios trascendentales.
En el último tercio del siglo XVIII, bajo el mandato del Capitán General Felipe de Fondesviela, Marqués de La Torre, recobró su carácter de centro cívico. Se demolió la antigua parroquial, muy dañada en su estructura y comenzaron a echarse los cimientos de las nuevas construcciones, alcanzado su espacio las dimensiones actuales.

 

 
Los gobernantes que le sucedieron le añadieron nuevas mejoras, así nació la Plaza de Armas que hoy conocemos, con el Palacio de Intendencia o del Segundo Cabo, el Palacio de los Capitanes Generales, y las viviendas de algunos vecinos nobles como el Palacio de los Condes de Santovenia, la Casa del Real Consulado (desaparecida) y el Templete en el siglo XIX, para rememorar el sitio de fundación de la otrora villa.
Fue abandonada en los últimos años de la dominación española. Con la ocupación norteamericana y durante la República, perdió sus características coloniales. En 1929, luego de diferentes cambios en el trazado de su parque, se reconstruyó con el diseño que tuvo durante el XIX. En 1935 se restauró y se embellecieron sus jardines.

 

 
La estatua del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, se erigió en su centro en 1955, obra del artista Sergio López Mesa, desplazando la de Fernando VII que le antecedió en este lugar. Para entonces tomó el nombre del prócer de la independencia.

 

 
Continuos trabajos de remozamiento, han conservado su elegancia, restituyéndose el pavimento, conservándose el mobiliario, manteniendo las luminarias y la jardinería. Hoy es centro de la feria de libros antiguos que se desarrolla abarcando todo su perímetro.