La música en la radio (II)
11 de julio de 2017
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Continúo hoy esta serie dedicada a la presencia de la música en la radio desde los primeros años de su existencia.
En mi comentario anterior mencioné la importancia que tuvo el trovador en los inicios de nuestro medio de comunicación, y la preferencia que tuvieron entonces los repertorios románticos y los tangos; pero los dueños de las emisoras buscaron nuevas formas de ganancias económicas y, con el surgimiento de nuevas plantas de radio, también surgió la competencia, que les obligó a ser creativos. Fue entonces cuando decidieron ofrecer otra sonoridad, más rica en contenido: la orquesta, cuyos integrantes de aquellos años no excedían los ocho o nueve músicos, una de ellas era la de Antonio María Romeu, que había innovado el danzón (género de preferencia por aquellos años) al darle un papel protagónico al piano. Poco después, el matancero Aniceto Díaz cautivó a los bailadores al estrenar en el Casino Español de Matanzas el danzonete, donde al cantante era un elemento muy atractivo. O sea, que fue la radio, la que contribuyó a la popularidad de estos géneros en todo el país, ya que hasta ese momento las orquestas solo actuaban de manera local, es decir, en fiestas populares y bailes públicos o para amenizar alguna celebración familiar. Pero hay algo importante que reafirma la astucia de los dueños de emisoras: ellos no les pagaban a los músicos porque no había nada mejor que anunciar los bailes donde ellos actuarían, de manera gratis. Y esto llegó a tal punto que nadie los contrataba si no tocaban en la radio, porque la fama de esas agrupaciones le daba prestigio a la familia, ya que la promoción radial incluía el nombre de quienes los contrataban. ¿Qué le parece?
Como el lector puede darse cuenta, esa situación no tiene otro nombre que “explotación del hombre por el hombre”, la cual se mantuvo durante varios años, hasta que la acción sindical logró algo: que los dueños pagaran, al menos, el viaje de los artistas hasta la emisora, que siempre había salido del bolsillo personal.
El momento es oportuno para entrar en un detalle importante: si en sus inicios, los dueños de emisoras priorizaban la calidad de sus artistas, poco a poco esta pasó a un segundo plano, pues lo importante era incrementar las ganancias. Es decir, el entusiasmo inicial por este medio de comunicación se fue convirtiendo en polvo y dio paso a la mentalidad mercantilista: la calidad fue sustituida por la cantidad. Fueron surgiendo así los magnates, los mecanismos burocráticos… y quienes no estaban dispuestos a entrar en ese mundo, decidieron vender el negocio. ¿Cómo quedaba entonces la situación del músico? Recibía un contrato de exclusividad y sólo podía actuar en la emisora que le había contratado, como fue el caso de Joseíto Fernández, quien en 1943 fue contratado por la firma Crusellas para incorporar “La Guantanamera” al espacio de CMQ: “El suceso del día”, donde su autor cantaba los sangrientos hechos de la crónica roja ¿Y sabe qué sucedió entonces? Que la obra original no se cantó más por radio. Es por eso que cuando en algún lugar se produce una discusión, una riña tumultuaria, o cualquier acción polémica, suele escucharse la expresión: “Se armó tremenda Guantanamera”.
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