La manzana “del Payret”: armonía y monumentalidad arquitectónicas

14 de julio de 2021

|

Yamira Rodríguez Marcano

 

 

La manzana número 14 acató lo establecido para el Reparto Las Murallas, como el uso del portal, cuyo cumplimiento quedó dispuesto en las ordenanzas de construcción, no obstante, la zona tuvo medidas especiales para la elevación de estos con un mínimo de seis metros y una longitud de fachada no menor de doce. Esto trajo consigo la deformación expresiva del tradicional portal y puede apreciarse en muchas manzanas de la urbanización, sin embargo, en otras, como en esta manzana, se adoptó una solución más armónica para disminuir la altura exagerada del portal: el uso del entresuelo proyectado hacia la fachada. Con ello se mantenía la intención de monumentalizar la escala, rasgo característico de la zona, y atenuar al mismo tiempo la desproporción entre el largo de los pilares y la luz de los arcos.

Como en la generalidad de las fachadas del nuevo reparto, en las edificaciones de la manzana No. 14 se aplicó la superposición de los órdenes clásicos: dórico-toscano, jónico y corintio, y se dividieron simétricamente los paños de los muros con pilastras adosadas. Asimismo, para su decoración se recurrió a la profusión de molduras y el encuadramiento, los frisos y las cornisas, y en algunos casos con remates muy elaborados, con un nivel de continuidad tan afín que los límites entre uno y otro inmueble de desdibujan. Igualmente, se empleó de modo reiterado el hierro para diversos elementos arquitectónicos.

Así, la identifica su expresión homogénea y regular, tanto por la sucesión unitaria de arcadas como por la uniforme distribución decorativa de las fachadas, exceptuando la del cine-teatro Payret que, aun siendo un proyecto de 1949-1951, se ajusta al lenguaje de los edificios de la manzana y el contexto en general.

La planta de los edificios destinados a viviendas asumió la organización de las estructuras constructivas tradicionales, muy influida por la casa de dos plantas con entresuelo, patio central, traspatio y portal; con un diseño a la vez flexible y capaz de acoger a varias funciones. La planta baja y el entresuelo eran el área rentable de uso comercial, administrativo o de servicios en general; la superior era propiamente la habitable, aunque también se aprovechara para otros usos, como salones para edificios de recreo e hileras de habitaciones para un hotel.

Todo ello posibilitó que estas funciones de hospedaje se incrementaran en las primeras décadas del siglo XX, sobresaliendo en la manzana, además del hotel Pasaje, el hotel Brooklyn, las casas de huéspedes de R. Larrea, Richmond, y Biarritz Residencial, también por Prado; las casas de huéspedes La Gran Vía, en Zulueta y Teniente Rey, y Washington, en los altos del Payret.

 

 

Asimismo, en las plantas bajas de la manzana se instalaron varios cafés, entre los que se distinguía El Dorado, en Prado y Teniente Rey; servicios de barbería, sastrería y fotografía; comercios de libros, joyas, cortinas, sombreros, y perfumes; coexistieron el zapatero y el pintor; hubo más de un bar –destacándose El Payret–, una taberna, una fonda y hasta un cine llamado Niza, ubicado entonces en Prado 97, al lado del hotel Pasaje. Este, que no era otra cosa que un local adaptado al efecto, fue el primero en Cuba en promover sus proyecciones al ubicar el programa en la puerta del local, lo que constituyó todo un acontecimiento. Los anuncios de películas se colocaban antes en los portales con tableros en las paredes, reminiscencia de los anuncios teatrales. Abrió sus puertas el 1 de enero de 1900 y se mantuvo en las carteleras hasta 1955. En el Niza también se anunciaba la programación “a viva voz” incitando a las personas que pasaban por su frente:

“Sacando (entrada) para la segunda (tanda), puede ver parte de la primera”.

 

 

En esta misma dirección, e igualmente inaugurado con la primera intervención norteamericana, estuvo el hotel Brooklyn. Tenía las habitaciones en los altos, con baños o sin ellos, para familia o viajeros solos y un restaurante de primera clase con platos americanos y europeos. Se hablaba español, inglés, alemán, francés, noruego y danés, este último, propio del lugar de origen de su dueña H. Weidemann.

También en este emplazamiento, señalado a la sazón como Prado 97-99, se instaló el hotel Ohio, coexistiendo con el hotel Brooklyn, el cine Niza y otros establecimientos comerciales en planta baja. El Ohio tenía cincuenta habitaciones bien ventiladas, servicios sanitarios en las habitaciones, agua fría y caliente, alumbrado eléctrico, ventiladores, teléfonos y espacioso comedor.

 

 

Al parecer, el inmueble erigido en el siglo XIX en el lote No. 8 de la manzana, fue dividido a la postre, aunque debió ser en fecha muy temprana del siglo XX. Así, en lo adelante adoptarían la numeración 97 y 99 de manera individual, luego 517 y 519, respectivamente. El hotel Brooklyn, en el Directorio General de la República de Cuba de 1907, se anunciaba con ese domicilio, mientras en Prado No. 99 figuraba Harvey and Sons, casa de huéspedes, función que lo acompañó a lo largo del tiempo. La misma fue ampliada cuando en 1932, la propietaria del inmueble, Lily Hidalgo de Conill, reconstruye todo el interior. Sin duda, esta distinguida dama de la sociedad del momento perseguía obtener jugosas ganancias con la renta de 18 habitaciones con baños, convirtiendo la finca en una verdadera casa de inquilinato. Esta es la época en que se sustituyen los antiguos techos de madera por los de concreto reforzado, se instala un elevador, y se transforman las barandas de los balcones, manteniendo de forma general el aspecto de la fachada del siglo XIX. En 1936 se le añadiría otra planta con tres cuartos y una pérgola. Aunque muy deteriorado, con esta imagen llegó a la actualidad.