La Manzana de Gómez VII
26 de abril de 2017
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La conocida firma de El Gallo formó parte de los comercios de la Manzana de Gómez desde 1912, entonces giraba bajo el nombre de Luis Martínez y Hnos., y desde esa fecha cambió para la razón social de Valle Llano y Cía.
Otra de las más conocidas y antiguas tiendas fue El Centro, sombrerería de Pedro Denis, ubicada, desde 1920, en el centro del pasaje, de ahí su nombre.
La camisería El Dandy se llamaba anteriormente El Bazar Cubano y desde 1931, en que Heriberto Cordero se hizo cargo de ella, adoptó el nombre con que llegó, incluso, a la actualidad. Antiguamente era una casa dedicada a peletería y ropa hecha. Fue también una tienda de sombreros para caballeros.
La sombrerería Broadway, propiedad del señor José Incerra, y la peletería El Sol, de Virginio Rodríguez, se establecieron en el año 1935, en el local donde, originalmente, estuvo el café Torre de Oro.
La camisería Orbe, hasta 1931, se llamó Bazar el Progreso, posteriormente se denominó Camisería Orbe, propiedad de Cándido Fernández Mel y después se conoció como Camisería Orbe S.A. En el sitio, donde estuvo primero dicho bazar, se instaló la Farmacia Central, que también tuvo otros nombres. Desde el 10 de diciembre de 1931 se constituyó denominándose National Drug Store, hasta 1936, y desde entonces hasta la fecha, se conoció como Farmacia Central.
Dos populares barberías instalaron sus sillones en la Manzana de Gómez: La barbería Torre del Oro, y La Internacional. La primera de Antonio Baronat y la segunda de Zubia y Fraginals.
El Centro de la Moda, hizo época en ropa para caballeros. Desde 1939 era propiedad de Modesto Menéndez. En 1940 se estableció la peletería, El Pasaje, de Martínez y Cía.
El Café El Salón H era también uno de los más antiguos establecimientos comerciales de la Manzana de Gómez. En 1925 era manejada por Marcos Fernández. Fue siempre por su situación céntrica lugar preferido por los que acostumbran hacer sus veladas en los cafés. Era lugar habitual de reunión de artistas y celebridades que visitaban La Habana. Las compañías que trabajaban en los teatros Polyteama y Albisu, se reunían alrededor de sus mesas. El nombre del Salón H siempre llamó la atención por su rareza. Muchos se preguntaban la razón de la preferencia de esta letra y no de cualquiera del alfabeto. Los más viejos aseguraban que al edificarse la Manzana se dividió el edificio en departamentos que en lugar de números recibieron letras, tocándole a la esquina en la cual estaba instalado el Salón la letra H, de ahí su nombre.
En tiempos de la colonia era lugar frecuentado por la oficialidad del Ejército Español y de esta época se cuenta una de sus más interesantes anécdotas. Sucedió, según refieren cronistas, que allá por el año 1896, los oficiales del ejército español de las guarniciones de la plaza tomaron como campo de sus hazañas la semitaberna del Salón H. Una noche, vistiendo la típica guayabera de Holanda y un clásico jipi de veinte centenes, llegó Valeriano Weiler a la cantina, pidió al cantinero un cognac que saboreó con toda clama, mientras con el rabillo del ojo comprobaba la certeza de los chismes que hasta él habían llegado. Pagó el consumido con una onza isabelina, y al marcharse después de haber recogido el vuelto, fue reconocido, por las características patillas y su tipo nada corriente, por uno de los oficiales que con algunas copas menos que sus compañeros no había perdido aún el sentido de identificación.
Al manifestar su opinión de que el Salón H había sido visitado por el Capitán General, muchos no pudieron creer la afirmación. No obstante, los precavidos, abandonaron el café, mientras que otros persistían en sus libaciones hasta la pasada de la ronda. Pero al día siguiente el Diario publicaba el Bando del Gobernador General trasladando para el interior de la Isla a toda la oficialidad que la noche anterior allí se encontraba reunida y así llegó a comprobarse sin lugar a dudas que el isleño de las patillas, el jipi y la guayabera, era nada menos que el Gobernador Militar.
Existía otro comercio en el Salón H, denominado de la misma manera, pero dedicado a la venta de Tabacos y Cigarros. Era propiedad de los señores Lores y Hnos. desde 1924. Antiguamente pertenecía a Celestino Fernández.
Por su parte, las plantas altas estuvieron ocupadas por reconocidas empresas e instituciones de diverso carácter. Allí se instalaron las oficinas de las compañías azucareras de la familia Gómez Mena así como el banco de su propiedad; varias asociaciones y clubes como el Club Rotario de La Habana; la Cámara de Comercio Francesa y la española también; los consulados de Dominicana y Alemania; disímiles compañías de seguros y otras ramas de la economía; distintas oficinas bancarias y hasta la Falange Española. Igualmente, fue sitio ideal para abogados, contratistas y comisionistas y hasta para gabinetes de estomatología como el del Dr. Lamas. Fue sede de varias Escuelas Internacionales y de la famosa Academia Pitman.
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