La importancia de la poesía en el trovador (I)
13 de junio de 2017
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Un rasgo que caracteriza al trovador de todos los tiempos, es su talento natural para la poesía. Haciendo un poco de historia podemos remontarnos a la época de los rapsodas griegos, cuando estos músico-poetas se acompañaban de un instrumento de cuerdas como la lira para cantar historias de su tiempo donde se mezclaban héroes y dioses y de ellas solo han quedado los versos, al igual que la obra de los trobadours provenzales del medioevo francés y la de los minnesänger alemanes. Y si nos trasladamos a África nos encontraremos con el griot, narrador épico de los hechos relacionados con su entorno, que se acompañaba de uno o varios instrumentos, y cuya música ha corrido la misma suerte, es decir, sólo han sobrevivido los versos. Tal vez por esto, a partir de la Edad Media, el poeta comenzó a adquirir mayor importancia que el músico o el pintor, y ya en el Renacimiento alcanzó una categoría superior en la clase dominante, situación que se mantuvo hasta el Romanticismo europeo, cuando el auge de la música instrumental provocó un casi total distanciamiento entre música y poesía. Sin embargo, la ópera mantuvo el vínculo entre ambas, aunque debo señalar que los versos casi siempre estaban por debajo de la calidad de la música. En cuanto al lied (canción de origen alemán donde texto y música coinciden en la excelencia de su calidad) solo fue muy cultivado por algunos compositores como Schubert. Trasladémonos ahora a la canción popular que, en sus inicios, tuvo una fuerte influencia europea y luego se vio manipulada por los medios de difusión masiva en detrimento de la calidad.
En el ámbito latinoamericano y caribeño siempre han existido músico-poetas de extraordinaria calidad aunque, en los últimos tiempos, algunos cantantes se creen poetas y el resultado es infame. Mucho mejor sería utilizar versos de quienes sí lo son. Felizmente, existen creadores que, herederos de la mejor tradición ibérica, anglosajona y francesa, han sido capaces de imprimir su identidad a las canciones. Tal es el caso de los trovadores cubanos. Pero esa tendencia de defender sus raíces, no solo ocurre en Cuba, pues recordemos a Violeta Parra, Víctor Jara, Atahualpa Yupanqui…
En nuestro país, el surgimiento de la denominada “Nueva Trova” cuenta con infinidad de representantes en todo el país, comenzando con Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, creadores de obras donde la poesía es de altísima calidad. En sus comienzos, (década de los años 60 de la pasada centuria) predominaban textos de contenido político, algo que ya habían hecho trovadores del pasado como Sindo Garay, Carlos Puebla y tantos otros. Pero el repertorio trovadoresco también incluye verdaderas joyas amorosas. Y no puedo dejar de mencionar un hecho muy relevante en la obra de Pablo, cuya infancia estuvo permeada de géneros populares como el son y la guajira, sin contar su etapa en un cuarteto cuyo repertorio se basaba en los spirituals afronorteamericanos, ni su vinculación al movimiento del feeling que en los año 40 y 50 del pasado siglo renovó la canción cubana al asumir elementos del jazz. Pero Pablo siempre buscó un modo propio de expresión, y adoptó una posición receptiva tanto hacia las manifestaciones de carácter popular como a las denominadas cultas,donde ocupaban un lugar muy destacado las canciones del francés Michele Legrand, cuyos primeros resultados fueron “Ya ves” y “Mis veintidós años.”
Mi comentario sobre la importancia de la poesía en el trovador no ha terminado, por lo que continuará la próxima semana.
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