La fuente de la Plaza Vieja
5 de abril de 2013
|La formación de este espacio público se definió entre los siglos XVI y XVII. Su actividad fundamental fue habitacional y de mercado, aunque también fue centro de actividades festivas. En 1708 el Capitán General de la isla decidió construir una fuente en la plaza, que tendría doble función, pues a la vez que servía de abasto de agua a los vecinos del lugar, contribuía a mejorar su entorno engalanándolo, esta obra de simple diseño le fue conferida al Alférez Pedro Menéndez. Por esta época la plaza comenzó a ser escenario de cambios trascendentales en su imagen, con la construcción de balcones y portales a los edificios que le hacían coro.
Durante el mandato del gobernador Miguel de Tacón se construyó el edificio del Mercado de Cristina en su centro, era de piedra con arcadas y en el centro se ubicó otra fuente de agua que sustituyó a la primitiva, mostrando un mejor diseño. Este fue demolido en 1908 y su espacio sustituido por un parque arbolado, dedicado al médico Juan Bruno Zayas. Luego desapareció el parque y se construyó el parqueo soterrado en 1952, que perduró hasta la década del ’90 del pasado siglo.
En 1995 comenzó a ejecutarse el proyecto para restituirle a la plaza las características originales de su espacio. Con la demolición del parqueo se emprendió el gradual relleno de su superficie, con miles de toneladas de material compactado, hasta lograr su adecuado nivel y finalmente la pavimentación con adoquines. Se tuvo en cuenta además, dotar nuevamente a la plaza de la fuente de agua que antiguamente la engalanó y rescatar totalmente la belleza de este espacio público de la ciudad que fuera un centro de primer orden en épocas pasadas. Para ello se esculpió en mármol una nueva fuente, por el artista italiano Giorgio Massari, según la que existió en el lugar durante el siglo XIX, tomando referencias de documentos de la época, respetándose su escala y diseño.
Componen esta fuente una taza octogonal de 12m de diámetros, levantada sobre dos escalones, dentro de este cuerpo y al centro, un prisma hueco rectangular rematado por una cornisa que lleva cuatro conchas. El prisma sostiene una columna estriada que termina coronada por una hermosa copa. El agua, con su típico y apacible sonido, cae por el perímetro de la columna y desde las cuatro conchas. Al frente de estos trabajos estuvo el arquitecto Abiel San Miguel, de la entonces Dirección de Arquitectura Patrimonial de la Oficina del historiador y un nutrido grupo de colaboradores de nuestra institución.
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