La Fuente de la India (II)
28 de diciembre de 2021
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En 1842 cuando aún era reciente la aparición de la Fuente de la India en el paisaje urbano, el bardo de trágico destino Gabriel de la Concepción Valdés, Plácido, fue deslumbrado por esta indudable obra de arte, no obstante, su soneto, fino y sobrio, reflejó un dejo de amargura…
Al mirar los ojos de la india de la fuente, a La Habana, como dijera la historiadora Carmen Suárez León, el mármol le devolvió su propio horror, el costado pavoroso del esplendor de la bellísima, que se alimentaba, ávida, de sangre esclava. Y vio su desgarramiento tras el risueño pavoneo de volantas y quitrines, ¡cómo no verlo si él mismo era uno de los jirones de la herida!:
A LA FUENTE DE LA INDIA HABANA
Mirad La Habana ahí color de nieve,
gentil indiana de estructura fina,
Dominando una fuente cristalina,
Sentada en trono de alabastro breve;
Jamás murmura de su suerte aleve,
Ni se lamenta al sol que la fascina,
Ni la cruda intemperie la extermina.
Ni la furiosa tempestad la mueve.
Oh beldad! Es mayor tu sufrimiento
que ese tenaz y dilatado muro
que circunda tu hermoso pavimento;
Empero tú eres toda mármol puro
Sin alma, sin color, sin sentimiento
Hecha a los golpes con el hierro duro.
Mas, no solo fue el infortunado lírico quien encontró tema de inspiración en la escultura. Casi 20 años después, en 1860, un joven estudiante, que residía ocasionalmente en la capital cubana fue cautivado también por su magnificencia.
Se trata de José Maria de Heredia y Girard, quien con el paso del tiempo se convertiría en el más importante sonetista francés:
“¡Novia del sol, oh india de mis nativos lares! / Colón rompió tu sueño de virgen, Al arrullo/ dormías de las olas ardientes y amorosas / Oh, mi país, oh, Cuba!”
Hubo que aguardar 90 largos años desde que Heredia y Girard le cantara a la novia del sol, para que otro poeta, Emilio Ballagas, la agasajara con otro soneto en el que exclama:
“No lloréis más, delfines de la fuente/ sobre la taza gris de piedra vieja. / No mojéis más el musgo la madeja/ oscura verdinegra y persistente. / Haced de cauda y cauda sonriente/ la agraciada corola en que el sol deja/ la última gota de miel bermeja/ cuando se acuesta herido en el poniente”.
¿Cuántos cantos emocionados habrá inspirado esta hermosa deidad habanera? ¿Cuántos más le serán ofrendados?
Al cumplirse en 2019 el V centenario de la fundación de la capital cubana, la Fuente de la India fue limpiada y mejorada, a la par que la Oficina del Historiador de la Ciudad ejecutaba la descomunal restauración del Capitolio Nacional, comprendida la restitución del dorado de su cúpula. No es de extrañar tal coincidencia.
Cuentan que cuando en 1928 fue construido el Capitolio Nacional, la ya añosa Fuente de la India, fue girada para que no perdiera de vista a este otro importante símbolo de la capital cubana, en la actualidad, la nueva sede de la Asamblea Nacional del Poder Popular.
En tanto, al decir del poeta Angel Augier, la joven india de facciones neoclásicas continuará dueña del viento y de la luz y de la sombra, en el mismo sitio abierto y ruidoso de la ciudad, en su sueño de mármol que le hace aparecer indiferente a la admiración de los poetas y de quienes, sin serlo, experimentan las mismas emociones.
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