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La fiesta de los abuelos

3 de enero de 2015

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pareja_de_ancianos_by_allenlamperouge-d4n6b93 (Custom)Entregó los billetes al nieto y en voz baja le pidió la compra de cuatro cervezas porque él y la abuela tenían una celebración. El joven cumplió el pedido y asombrado contempló al abuelo preparar las jarras repletas del espumoso y helado líquido, depositarlas en la bandeja y marchar al dormitorio. Esta extraña actitud lo preocupó y sumido en estas cavilaciones estaba cuando llegaron los hermanos. Los puso al tanto y entre los tres trataron de encontrar respuestas.
Terminadas las fiestas por Navidad y Fin de Año celebradas en familia, nadie en la casa debido a la edad de todos, esperaba la llegada de los Reyes Magos. Y sabían que en verano coincidían los cumpleaños de los abuelos y el aniversario de boda. Entonces, ¿qué celebraban?
Además de ser hijos de sus padres y nietos de sus abuelos, eran criaturas informatizadas al máximo e influenciados de Norte a Sur. Así, abrieron la caja plástica de Pandora y los males aparecieron, males nacidos de esa excesiva información en ocasiones, mal seleccionada y aceptada por estar en la red como verdades absolutas.
Primero temieron que los abuelos planearan un suicidio.
Y si cansados de los dolores de huesos y musculares, de las malas digestiones, de los aceleramientos del corazón, de los mareos por la cervical decidieron envenenarse y acompañar las tabletas con la cerveza.
Puede ser que lo decidieran después de ver en el video un filme cualquiera, de esos que hasta dos forenses después de abrir a un tipo en cuatro, se abrasan y besan apasionadamente porque en ese instante descubrieron el amor escondido durante años. Estos abuelos eran unos criticones que no asimilaban los normales adelantos de la sociedad, capaces de chillar porque todos ellos tenían el mismo peluquero aunque pertenecían a distintos sexos.
Entonces, supusieron otro peligro. De tanto filme o serial dotado de escenas eróticas, tal vez la líbido despertada del sueño de los justos, los lanzó a revolver experiencias pasadas o entrenarse en alguna aprendida en un audiovisual. Y compraron tabletas de esas, las administradoras de potencia. Olvidados los dolores musculares y de huesos, intentarían poses y otras soluciones dañinas para el esqueleto. Lo peor, si regresaban agotados del paseo diario recomendado por el médico, sus corazones no resistirían esas cargas desacostumbradas.
Llegada la preocupación al máximo, tomaron la decisión extrema. Abrirían la puerta para interrumpir el acto. Y procedieron.
Encontraron a dos sonrientes ancianos tomados de la mano, saboreando la cerveza. La respuesta les llegó sin necesidad de pregunta.
¡Estamos celebrando que ya le robamos quince años al siglo de ustedes, el XXI!

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