La esquina de Empedrado y Aguiar
18 de octubre de 2018
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Según el historiador Manuel Pérez Beato, con anterioridad a 1641 se conocía de un tramo de calle empedrado comprendido entra las plazas de San Juan de Dios y la de la Ciénaga –luego de la Catedral–, la cual por mucho tiempo conservó este tipo de pavimento. De ahí proviene su nombre, al ser la primera en La Habana que se recubrió con cantos rodados o chinas pelonas.
Una de las esquinas formadas por las calles de Empedrado y Aguiar destaca por su retirada de la línea de fachada desde épocas tempranas, con lo cual definió el singular diseño de este espacio público. Este ensanche formó una especie de exedra o micro plazuela que originalmente sirvió de atrio a la iglesia y hospital de San Juan de Dios y las edificaciones allí levantadas mantuvieron el retranqueo de esta alineación. Así, se levantaron en diferentes siglos las construcciones que ocuparon esta parcela, la cual estuvo ocupada por una edificación señalada con los números 30 y 32 de la calle Empedrado, y anteriormente a 1860, con los números 66 y 67. Actualmente está señalada con el 302-310.
Según el Cuaderno con los apellidos de los dueños de las fincas urbanas de La Habana en 1812, esta propiedad pertenecía al señor Carlos Sánchez y se describía como una casa de altos con seis accesorias, de lo que se infiere que para esa época ya era una vivienda de grandes proporciones. En 1840, aparece como su dueño el Presbítero Santiago Sánchez, y continuaba siendo una casa de mampostería y tejas, de dos niveles, marcados por la presencia del balcón corrido con barandaje de madera.
A mediados del siglo XIX la adquiere Francisco Goyri y Beascoechea, de origen vasco, quien fuera síndico procurador general del Ayuntamiento de La Habana y fundador y presidente del Banco Español de La Habana. Goyri fue, además, Comendador de la Real Orden de Carlos III y electo Gran Cruz de Isabel la Católica. Por los contratos para las obras de albañilería se sabe que, entre 1852 y 1856, este señor transformó radicalmente el inmueble, convirtiéndolo en una gran mansión neoclásica, a la cual, incluso, se le construyeron portales hacia Empedrado, siendo entonces la única casa porticada del entorno.
La nueva imagen decimonónica vino acompañada asimismo de una elaborada baranda de hierro para el balcón corrido de fachada; cornisas y guardapolvos neoclásicos; carpintería francesa para los vanos; puertas de tableros; pisos de mármol para las habitaciones principales y losas más rústicas para el patio y las galerías. De igual manera, se aumentaron y mejoraron las estancias en las que estaban incluidos la cocina, el comedor, un escritorio, la caballeriza, y los cuartos para la servidumbre. Las columnas y pilastras llevaban capitel de orden dórico, muy propio del estilo de la época, a lo que se suma la construcción de techos planos de azotea y muros de cantería. Dentro de la sucesión de la arcada de medio punto se intercalaron en los extremos dos arcos ojivales o apuntados, recurso que permitió lograr el equilibrio en la composición de la fachada.
Desde el siglo XIX la esquina de Empedrado y Aguiar estuvo ocupada por una bodega y luego a inicios del XX, por un café. Igualmente, el resto de las accesorias se alquilaron para negocios de diferentes géneros.
Aquí estuvo instalada la Diputación Provincial y abrió su primer curso escolar la Escuela de Artes y Oficios de La Habana el 30 de abril de 1882, instalándose cuatro años después los talleres de aprendizaje industrial. Fundada por Fernando Aguado y Rico y otras figuras ilustres de las ciencias y las letras, no fue hasta 1892 que la Escuela de Artes y Oficios comenzó la construcción del primer edificio dedicado exclusivamente a este tipo de enseñanza, erigido en la calle Belascoaín. Hasta entonces radicó en la casona colonial de Empedrado y Aguiar. En la cocina original de la antigua vivienda, que fuera luego la de la Diputación, quedó instalado el Laboratorio de Química de la Escuela de Artes y Oficios; en pasillos y salones, también adaptados, se ubicaron las aulas y talleres. En total, este organismo le cedió al plantel 162 m² del edificio.
La casa estuvo en manos de los descendientes de Goyri hasta la década de 1930, entre ellos, doña Inés Goyri y Adot, consorte de don Pedro Navarro Balboa y Montañez, primer Marqués de Balboa, quienes la tuvieron desde 1874 hasta 1903.
La historia de esta edificación se hace aún más interesante cuando se sabe que Inés Goyri y Adot era la tía y tutora legal de Amelia Goyri de la Hoz, quien devendría a su muerte la Milagrosa del Cementerio Colón o Santa Amelia, patrona de las embarazadas y objeto de gran devoción popular hasta hoy.
Los directorios comerciales de principios del siglo XX, como la Guía-Directorio del Comercio, Profesiones e Industria, de 1902, recogen diferentes casas comerciales y oficinas instaladas en la edificación como las de la acreditada firma norteamericana de ingenieros y contratistas Purdy & Henderson, quienes acometieron –hasta la década de 1950–, numerosos e importantes proyectos en el país. En los bajos se hallaba también el café de Agustín Siñeriz. En los años de 1930 varias oficinas de abogados y corredores compartían espacio en el edificio, mientras la esquina la ocupaba entonces el Bar-Café llamado Mi Casa.
La transformación más radical de esta esquina ocurrió en la década de 1950, cuando se construyó la torre moderna, para oficinas y parqueo, que ha llegado a la actualidad. En 1953, bajo la dirección de los señores Antonio Rodríguez y Enrique Callejas, comenzó a demolerse el vetusto edificio.
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