La Escepción, un palacio dedicado al tabaco
27 de octubre de 2021
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La fábrica de tabacos La Escepción fue construida en 1882, como revelan los guardacantones que protegen la entrada principal del edificio. Pero su propietario, don José Gener, era dueño de esta finca desde la parcelación de dicho solar. Por una Escritura de 1873, conservada en el Archivo Nacional, se conoce que, parte de la planta baja, la había arrendado a don Lorenzo Sotres para tiendas de ropas, sastrería, camisería y todo lo correspondiente a este sector. Gener, en dicho contrato, explica: “…doy en arrendamiento a don Lorenzo Sotres una parte del piso bajo de la casa de mi propiedad, situada en la Calzada del Monte sin número, pero que debe corresponderle el cinco, la cual hace esquina a la citada Calzada del Monte y a la Central compuesta de cinco puertas que dan a la segunda y el fondo que hoy se halla dividido, sin que este tenga comunicación con el interior de la casa principal escectuando unos medios puntos que dan claridad al patio”. Por la descripción, aunque sucinta, puede inferirse que el inmueble aún no era la sede de la tabaquería fundada en la década del sesenta. El documento, tampoco aclara si residía en ella, pero es muy posible, por los límites establecidos entre la tienda y el resto de la casa, que era de uso privado del propio Gener. Se dice que el piso del antiguo inmueble era de losas Isleñas.
Como aún no estaban edificados todos los solares, ni rectificada la numeración total del Reparto Las Murallas, el propio dueño no tenía seguridad del número que marcaba su casa. Finalmente se señaló con el número 7.
En octubre de 1876, José Gener demandó a Lorenzo Sotres por deberle el alquiler de dos meses, y entabló un litigio que terminó con el embargo de la mencionada tienda, cuyos enseres pararon a manos del propietario del edificio. Al efecto, fue realizada por los maestros carpinteros, una minuciosa tasación de lo que allí se encontraba, la cual comenzó con el mobiliario del establecimiento. Leyendo a continuación, se puede tener una idea de la planta baja del edificio, cuya esquina era ocupada por dicho comercio, nombrado entonces El Jardín. En él había, según el avalúo, el 8 de mayo de 1877:
Un mostrador de 17 varas de largo con sus ménsulas y florones tallados en los tableros y tapas de cedro con 26 pulgadas de ancho y varios cajones. Valuado en: $1 400. / Un Armatoste de 26 varas de largo y 3 varas 31 pulgadas de alto hasta la cornisa; 21 hojas de vidriera correderas; 22 remates tallados con 22 intermedios chicos sobre la cornisa, además un friso adornado con varias figuras, 21 puertas o gavetas de correderas formando tableros, las cuales son de madera de Roble, así como los marcos de las vidrieras son de cedro y las demás maderas de pino blanco, avaluado todo en: $ 2 800. Suma: 4 200. / Una carpeta escritorio con su correspondiente baranda en: $ 60. / Dos mesas de sastrería con tapa de cedro y el resto de pino en: $ 90. / Dos escaleritas y dos banqueticas en: $ 12. / Dos vidrieras aparadores grandes con frente a la calle, con su cajonería en la parte baja en: $ 1 000. / Suma total: $ 5 632. El avalúo continuó con la mercancía que allí se vendía, dando así una imagen general de una sastrería del siglo XIX en La Habana.
En 1878, José Gener volvió a rentar el local de la tienda a Víctor Santuorio y Cía., para el mismo comercio, y también inició contra ellos un proceso de desahucio. Finalmente, terminando esa década, el cosechero y fabricante movió su producción de tabacos para esta casa de Monte No. 7. Alrededor de 1881 un gran fuego destruyó su fábrica por lo que Gener la reconstruyó como el gran palacio que hoy se conserva en la intersección con la calle Zulueta.
El periodista español Tesifonte Gallego, al visitar la Isla y recorrer La Habana, quedó asombrado por la majestuosidad de la fábricas de tabacos. Sus impresiones quedaron plasmadas en la obra Cuba por fuera, publicada en 1892: “En la Península, donde el tabaco está monopolizado, constituyendo una renta potente, están las fábricas oficiales albergadas en edificios viejos, sin condiciones higiénicas; aquí, donde los fabricantes tienen entre sí la competencia del trabajo y de la producción, las fábricas son palacios donde respira y vive el obrero.”
Acerca de esta factoría, el también abogado, escribió: “La Excepción se llama la fábrica que, en espléndida casa de la calzada del Príncipe Alfonso, tiene el Sr. Gener. Ha justificado su título en la última huelga, pues, por excepción, fue la única que no cerró sus puertas. Allí se trabaja mucho, pero tiene en su manufactura los caprichos del lujo. Gener es un catalán respetable que sabe vivir, y por eso ha resistido las consecuencias del aislamiento en que se encontraba, respecto de los fabricantes. Su riquísima y afamada vega “Hoyo de Monterrey”, le pone al abrigo de las confabulaciones de los vegueros. Las corrientes de su producción las ha elevado hacia las Repúblicas Sud-Americanas, con gran éxito para sus negocios.”
Además de este hecho excepcional en el siglo XIX, otro acontecimiento le hizo honor a su nombre: la industria tabacalera, que había tropezado a través de los últimos años con serias dificultades, emanadas unas de las malas cosechas, y otras de la depresión económica mundial que se reflejó intensamente en Cuba, dio ocasión a que muchas de las antiguas fábricas cerraran sus puertas. Fue entonces que los trusts extranjeros, ingleses y norteamericanos principalmente, empezaron a reconcentrar en determinados locales, marcas que antes se elaboraban en sus propias fábricas. La Escepción fue una de las pocas que permaneció independiente ante la compra de marcas y fábricas por las grandes empresas extranjeras.
La viuda de José Gener murió también en Barcelona, en 1910, pero en ese año fue registrada en el catálogo de Willian Gill como uno de los dueños de negocios independientes en la lista de propietarios de fábricas de tabacos. Aquel documento afirma que, al mismo tiempo, tenía 12 marcas asociadas con un rendimiento de cerca de 15 millones de cigarros por año, todo lo cual se exportaba. Sus principales mercados eran los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y otros países de Europa.
Amén de la producción de tabacos o cigarros como igual se les llamaba, la familia poseía una industria lucrativa de cigarrillos, la cual fue económicamente más provechosa que los tabacos. Sin embargo, en 1931, los negocios fueron vendidos a Fernández, Palicio y Cía.
Fernando Palicio fue uno de los industrialistas cubanos del tabaco más importantes de la primera mitad del siglo XX. Era dependiente en la tabaquería Romeo y Julieta, pero unos pocos años después, él y su hermano Pedro, heredaron la fábrica de su tío.
Hacia 1919 Palicio se convirtió en el presidente de La Tabacalera, Compañía de Seguros, S.A. y miembro de la Junta de Directores de La Nacional. En 1938, unos años después que adquirió La Escepción y sus marcas, este acreditado fabricante fue electo presidente de la Unión de Productores de Tabaco y Cigarros.
Bajo la dirección de Palicio, no solo las marcas La Escepción y Hoyo de Monterrey elevaron sus ventas, también la compañía amplió su repertorio con otras marcas de Habano con La Belinda (creada en 1862 por Francisco Menéndez) y Punch (de 1840, que pertenecía a Manuel López). Ambas disfrutaron de fama en el mercado internacional, particularmente Punch en el británico. Era tan famosa que, durante su estancia en La Habana, Sir Wiston Churchill, visitó La Escepción para ver el lugar de nacimiento de una de sus marcas favoritas.
En 1941 la compañía adoptó el nombre Fernando Palicio y Co. S.A. El nombre de la calle cambió varias veces, pero el edificio mantuvo el mismo. En las próximas dos décadas Máximo Gómez No. 51 fue la dirección de la exitosa fábrica de tabacos, una de las pocas que evitó ser adquirida por los inversionistas estadounidenses y permaneció sufragada con los fondos provenientes de los fabricantes cubanos.
En 1960 la fábrica fue intervenida por el Estado Cubano y la producción de sus marcas fue transferida a La Corona. El antiguo edificio de don José Gener fue utilizado como almacén y luego como imprenta.
La Escepción fue una de las marcas líderes de la exportación cubana. Ella alcanzó gran reconocimiento en el mercado internacional hasta los inicios de 1980, cuando CUBATABACO interrumpe su producción.
El edificio, cerrado por mucho tiempo, hoy recupera su esplendor convertido en el Instituto Politécnico Carlos Rafael Rodríguez, una nueva escuela aportada al territorio por la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.
*Muchas de las imágenes y datos utilizados en estos artículos fueron tomados del libro The Great Habano Factories (2005) de Adriano Martínez Rius.
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