La época dorada del Trío Los Panchos:1944-1951 (III)
17 de mayo de 2018
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Muchos son los estudiosos en la actualidad en alegar que se debe al trío Los Pancho un estilo característico del “bolerear moderno”; –quizás olviden un adelanto evolutivo a finales de los años 30 en el marco del piano–, especialmente desplegado por el formato vocal-instrumental-trío, tanto en México, como en Puerto Rico, Panamá, Colombia, Cuba, y que coadyuvó al molde de un patrón musical básico a seguir después por agrupaciones posteriores.
Se hace necesario remontarnos a algunos años atrás, cuando el espectro musical cubano evidencia el despliegue de un pujante movimiento de tríos que, por décadas, no solo practicó el culto por el género canción, sino que asume otras variedades genéricas como el boleros, el son, la guajira, y la guaracha, sin duda, ráigales contribuyentes a lo popular-musical cubano.
Esto en parte coadyuvó a que fértiles comportamientos soneros y trovadorescos concurriesen en espacios o puntos de contactos afines, donde lo genial y creativo de Miguel Matamoros con su bolero-son Lágrimas negras cristalizara el vital aporte, al menos en Cuba, en la renovación timbrico-rítmica del género canción.
Para finales de la década de los años treinta, el bolero cubano se aleja de la marcada y abierta dictadura del cinquillo, figura rítmico-musical que hasta entonces lo caracterizaba. Pero a su vez, se adentra en novedosas corrientes para el cultivo del bolero y que asume al piano como instrumento ideal para la creación.
En Cuba aparecen los boleros de los pianistas René Touzet, Mario Fernández Porta, Candito Ruiz, Fernando Mulens, y Orlando de la Rosa. Algo después, el espectro musical cubano se llena de cantares marcados por novedosos cromatismos y perfiles armónicos algo cercanos al jazz y después cristalizados en el movimiento que dio en llamarse feeling.
En México toman esta iniciativa renovadora del bolero, Agustín Lara, Gonzalo Curiel, Jorge del Moral, Vicente Garrido, y algunos otros, aunque alguno de ellos engarzados en el lenguaje romántico de una trova yucateca a lo Guty Cárdenas, Ricardo Palmerín, Pepe Domínguez, López Méndez, Tata Nacho, o, la bohemia incorregible de Lorenzo Barcelata.
En Puerto Rico las referencias obligan a remitirse a la obra emblemática de Rafael Hernández y Pedro Flores, entre otros.
En cuanto a la difusión de estos nuevos modelos, para entonces se cuenta con la radio como medio difusor efectivo, y al recurso discográfico que para el entrecruce de los años treinta y cuarenta, goza de una aceptación plena como promotor de la creación musical.
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