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La envidia: una competencia inútil

20 de febrero de 2015

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envidia (Custom)Continuando con el nuevo ciclo iniciado la semana anterior centrada en algunos vicios emocionales negativos, aunque hicimos una pausa la pasada semana, celebrando el Día del amor, pero hoy comentamos acerca de la envidia, uno de los sentimientos más comunes y más perniciosos que puede manifestar un ser humano.
Cualquiera de nosotros, sin que nos vayamos a ofender, en mayor o menor medida, hemos sufrido en algún momento de la vida de esa desagradable sensación de establecer sin poder controlarlo una competición con el otro en la que siempre se pierde, o de haber sido víctima de una persona envidiosa.
En primer orden, cuando sentimos envidia estamos colocando a la persona envidiada en una posición de superioridad, abundancia y bienestar. Como consecuencia de esta exaltación de lo que un tercero tiene o es surgirá la impotencia, la frustración, el desánimo y la creencia de ser inferior.
La rabia y la ira acompañarán esta vivencia y mantendrán en una insana dependencia al envidioso del envidiado, por ello, una de las más acertadas definiciones es la que nos legara el prestigioso escritor cubano Félix B. Caignet: “Envidiar es admirar con rabia” y es que a fin de cuentas, la envidia es un sentimiento demasiado incomodo para quien la padece, ya que resulta demasiado desagradable cuando nos percatamos que otro posee algo que sentimos que no debería tener y si nosotros, o la simple molestia de que ese otro tenga lo que yo no tengo ni puedo tener, y precisamente lo que más molesta es el tenerlo o no tenerlo, sino que lo tenga esa otra persona.
En la proyección del comportamiento humano cuando está presente la envidia se muestran las carencias que tiene y padece esa persona, entonces se produce una exaltación de lo que un tercero tiene o es y surge la impotencia con la consiguiente  frustración, el desánimo y es entonces cuando podemos sentirnos y creernos que somos inferiores.
Existen algunos aspectos que distinguen al envidioso, en primer lugar su discurso es repetitivo, monocorde y compulsivo sobre aquello que envidia y con lo que compite y es fácil determinar cuáles son sus carencias a partir de lo que envidia. Puede darse el caso de una proyección contraria, y es cuando alardea de lo que es y no es, de lo que tiene y no tiene, con su buena dosis de autosuficiencia, suficiente o no, pero en definitiva como reza en el viejo refrán: “Dime de qué alardeas y te diré de qué careces•. En este sentido, solo estamos en presencia de un mecanismo de defensa ante la frustración que provoca la envidia.
La envidia no solo se produce por otra persona, también puede ser un “ideal” que se nos ofrece como modelo a imitar y que se le reviste de valía. En el caso de las personas que padecen de envidia, se dice que independientemente del daño que pueden causar a quienes envidian, el mayor problema está en el auto daño, la auto agresión de que son víctimas, porque además de ello, debemos agregar que la vida de una persona envidiosa no gira sobre su propia realidad, sino sobre lo que desearía, sobre lo que no tiene, sobre lo que le falta, por lo que la insatisfacción y el vacío es algo permanente que no le permite gozar de su realidad, porque incluso no tiene tiempo ni espacio para descubrir y por supuesto disfrutar de su realidad que puede ser una buena fuente motivadora de salud.
La persona envidiosa casi siempre está en un estado de tristeza y de pesimismo que le privan de la espontaneidad y la alegría. No sabe reírse con otras personas ni de sí mismo, porque están centrados solamente en su envidia y por ello, casi siempre terminan en la mofa y en el desprecio hacia los demás. Se dice que la envidia origina entre otros síntomas, ansiedad generalizada, trastornos del apetito y sueño y diversas alteraciones dependiendo por supuesto de la personalidad, la historia individual, la subjetividad y el sentido personal de cada una de las personas que la padecen.
Otro aspecto muy negativo y trascendente de la envidia es su incidencia en la actitud con la cual se asume la vida, moldeando unas formas de convivencia en relación con los otros que van desde figurar como la constante “víctima”, hasta mostrarse continuamente a la defensiva, actitud que se traduce en maneras irónicas, altaneras, frías, distantes y en ocasiones hirientes, de menosprecio y crítica negativa.
Por lo general y esto es algo que puede retrasar la eliminación de este vicio emocional negativo, es que se comporta como un sentimiento no reconocido por quien la padece. La persona envidiosa no suele reconocer su envidia, se resiste a hacerlo y no hay nada que más le hiera y le pueda resultar agresivo, ofensivo y la llegue a descalificar  que cuando intentamos hacerle ver que es una persona envidiosa. Muchos se preguntarán a que se debe esta reacción de no aceptación por parte del envidioso  de su mal vicio.
Este comportamiento de no aceptación o de no sentido de auto critica  tiene su fundamento en que detrás de una persona envidiosa están presentes sentimientos de inferioridad e inseguridad, incapacidad de reconocer las limitaciones personales, asociándolas a signos de debilidad, negación total de que la infelicidad no se debe a lo que no se tiene, sino a la falta de aprecio de lo que sí se posee, está presente también una falta de compromiso y responsabilidad con la propia vida, porque por lo general están mucho más pendientes de la vida de otros y no hay capacidades ni razonamiento para asumir la suya.
En ocasiones hemos escuchado la frase cuando sentimos admiración por alguien o algo, de que sentimos una “envidia sana”, pero en realidad será cierta esa categoría de “Envidia sana”. De ello le propongo continuar comentando la próxima semana y le dejo una interrogante de tarea: ¿Existe en realidad una envidia sana?

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