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La emoción patria

10 de octubre de 2013

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Quien pretenda conocer, estudiar, interpretar la historia, debe no sólo acudir a esas obras escritas con el fin de analizar el devenir de acciones, hechos, acontecimientos, que han marcado la evolución del mundo. Es imprescindible, también, acercarse a otros documentos, creados originalmente con diferentes propósitos, que se convierten en fuente insustituible para tan noble empeño.

Privilegiados, entre esos materiales, son los diarios. En sus páginas, escritas desde la más auténtica intimidad, es posible encontrar esas revelaciones, esas anotaciones, esas confesiones, que contribuyen a esclarecer pasajes no siempre conocidos en su real dimensión. Textos que, incluso, pueden hasta provocar nuevas interpretaciones en el análisis de un determinado período histórico.

Así queda demostrado con la lectura de Carlos Manuel de Céspedes. El Diario Perdido (Ediciones Boloña, Publicaciones de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, Colección La Puerta Vieja, 498 pp), de Eusebio Leal Spengler. Se trata de la quinta edición, corregida y aumentada con documentos inéditos y nuevos textos de referencia, de una obra aparecida por vez primera, en España, en 1992.

El centro de esta edición es la transcripción, cotejada según el manuscrito original, del Diario, de Carlos Manuel de Céspedes. Son dos pequeños libros que abarcan desde el 25 de julio de 1873 hasta el 27 de febrero de 1874 –fecha de su muerte cuando era sorprendido, en San Lorenzo, por las tropas españoles–, de los cuales se ha extraviado la página que relata los acontecimientos ocurridos entre el 23 y el 24 de noviembre de 1873.

Leal Spengler, al preparar esta edición, ha realizado una monumental y encomiable labor de rescate de la memoria histórica de la nación cubana. Porque, además de la publicación del Diario, incorpora otros documentos de invaluable trascendencia, para así entender el contexto histórico en que el Padre de la Patria inició la lucha por la libertad de la isla del yugo colonial español.

La letra del Himno Republicano, escrito por Céspedes en 1868, es uno de esos documentos reproducidos, junto al expediente docente del prócer –que contiene información de su vida intelectual y una síntesis de su genealogía familiar–, a una cronología de su acción y a dos cartas remitidas en 1894 desde París por Ana de Quesada, su viuda, a Manuel Sanguily y la respuesta de éste a una de esas misivas.

Complementan igualmente el volumen, el prólogo firmado por la prestigiosa historiadora Hortensia Pichardo a la edición príncipe del Diario, aparecida en 1992, ciento diecisiete años después de su escritura. Se publican, asimismo, las palabras que el Ministro de Cultura, Abel Prieto, pronunció al presentar la primera edición cubana, también de 1992, de tan significativo documento.

Esclarecedor resulta el ensayo introductorio a esta entrega, en que Leal Spengler profundiza en la acción y el pensamiento de tan paradigmática figura del devenir de la patria. He aquí algunas de las reflexiones del Historiador de la Ciudad de La Habana sobre el presidente de la República:

(…) él llegó a la serena e íntima convicción de que la Revolución reclamaría el último aliento de su vida, en las misivas escritas a su esposa, que ansiosamente le espera lejos de la Patria, y en sus anotaciones en el Diario, patentiza, sin acento fatal ni desesperanzado, el sentimiento de la utilidad de su sacrificio: “…q. mis huesos reposen al lado de los de mis padres, en esta tierra querida de Cuba, después de haber servido á mi patria hasta el día postrero de mi vida”.

Él sabe que escribe para las generaciones futuras, aunque como todo hombre racional se rebele y quiera apartar de sí la visión de ese Gólgota. El verdadero valor no está en inclinar la cerviz a lo inevitable, está en asumir su utilidad a una causa justa; no otra es la verdadera cualidad de la condición humana.

(…)

El autor del Diario fue absoluto en algunas valoraciones individuales; pero el margen de error es mínimo. Sólo contados individuos de los por él analizados en la complejidad o simpleza de sus caracteres, tuvieron la oportunidad de sobrevivir muchos años y ocupar el lugar que, por actos posteriores, le correspondiera legítimamente en la historia. Nos causa asombro que haya visto rasgos de conducta imperceptibles incluso para sus más íntimos amigos y compañeros.

“Hace semanas terminé de leer tu magnífico ensayo sobre el Diario de Céspedes –escribía el maestro Cintio Vitier a Eusebio Leal Spengler–, que me ha enseñado y conmovido mucho. Tienes lo cubano, la emoción patria, en la punta de los dedos, y de inmediato comunicas esa electricidad espiritual de nuestra familia deslumbrante”.

Carlos Manuel de Céspedes. El Diario Perdido es un sólido y enriquecedor aporte a la historiografía cubana. Obra de insustituible examen, estudio, reflexión, para entender los afanes y los azares de un hombre por transformar la historia de la patria sojuzgada. Excepcional testimonio de quien, valiente y enardecido, declaró que “Cuba no sólo tiene que ser libre, sino que no puede ya volver a ser esclava”.

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