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La electricidad que mata y cura (III)

17 de julio de 2017

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El sueño de la razón produce monstruos.
Francisco de Goya.

 

Armas eléctricas anticipadas en la literatura

 

En 20000 leguas de viaje submarino el Capitán Nemo inventa un fusil que produce descargas eléctricas y se puede disparar bajo el agua

En 20000 leguas de viaje submarino el Capitán Nemo inventa un fusil que produce descargas eléctricas y se puede disparar bajo el agua

 

A finales del siglo XIX y principios del XX comenzaba a expandirse el uso de la energía eléctrica, Julio Verne en sus obras de anticipación no pasó por alto las posibilidades que esta fuente de energía tendría para el futuro de la civilización. Basándose como siempre en la gran cantidad de información que obtenía tanto de la prensa como de los especialistas que trabajaban en la punta de lanza de la tecnología, le dio la electricidad a sus héroes y la encontró a lo largo de sus obras, desde “Un Castillo en los Cárpatos” hasta en las profundidades del mar en 20 000 leguas de viaje submarino.

La electricidad brindaba un misterio y la esperanza de que el desarrollo tecnológico permitiera hacer cosas útiles y asombrosas, entre ellas armas.

 

Julio Verne también dio a conocer las armas eléctricas que gestaban los científicos de su época

Julio Verne también dio a conocer las armas eléctricas que gestaban los científicos de su época

 

Cito a continuación lo que narra Julio Verne por boca del profesor francés Pierre Aronnax en un diálogo con el capitán Nemo, en su obra “Veinte mil leguas de viaje submarino”:

‑Capitán Nemo, da usted tan abrumadoras respuestas a todas mis objeciones que no me atrevo ya a dudar. Sin em­bargo, aunque obligado a admitir los aparatos Rouquayrol y Ruhmkorff, me quedan algunas reservas acerca del fusil con el que va a armarme.

‑Por supuesto, no se trata de un fusil de pólvora ‑respon­dió el capitán.

‑¿De aire?

‑Claro es. ¿Cómo quiere que fabrique pólvora a bordo, sin tener aquí ni salitre, ni azufre ni carbón?

‑Por otra parte ‑dije‑, para tirar bajo el agua, en un me­dio que es ochocientas cincuenta y cinco veces más denso que el aire, habría que vencer una resistencia considerable.

‑Eso no sería un obstáculo mayor. Hay ciertos cañones, perfeccionados después de Fulton por los ingleses Philippe Coles y Burley, por el francés Furcy y por el italiano Landi, que están provistos de un sistema particular de cierre y que pueden tirar en esas condiciones. Pero, se lo repito, como ca­rezco de pólvora, la he reemplazado por aire comprimido que me procuran en abundancia las bombas del Nautilus.

‑Pero ese aire debe gastarse rápidamente.

‑Mi depósito Rouquayrol puede proveerme de aire si es necesario. Basta para ello un grifo ad hoc. Además, señor Aronnax, podrá usted comprobar por sí mismo que en estas cacerías submarinas no se hace un consumo excesivo de aire ni de balas.

‑Pese a todo, me parece que en esa semioscuridad, y en medio de un líquido muy denso en relación con la atmósfe­ra, los tiros no pueden ir muy lejos y deben ser difícilmente mortales.

‑Al contrario, con este tipo de fusil todos los tiros son mortales, y todo animal tocado, por ligeramente que sea, cae fulminado.

‑¿Por qué?

‑Porque no son balas ordinarias las que tira el fusil sino pequeñas cápsulas de vidrio (inventadas por el químico austríaco Leniebrock) de las que tengo un considerable aprovi­sionamiento. Estas cápsulas de vidrio, recubiertas por una armadura de acero, y hechas más pesadas por un casquillo de plomo, son verdaderas botellas de Leyden, en las que la electricidad está forzada a muy alta tensión. Se descargan al más ligero choque, y por poderoso que sea el animal que las reciba, cae fulminado. Añadiré que estas cápsulas tienen un grosor del cuatro y que la carga de un fusil ordinario podría contener una decena.

-No discuto más ‑respondí, levantándome‑ y estoy dis­puesto a tomar mi fusil. Además, a donde vaya usted, iré yo.

Llegamos a una cabina, situada cerca de la sala de máqui­nas, en la que debíamos ponernos nuestros trajes de paseo.

Uno de los hombres del Nautilus me presentó un fusil muy sencillo cuya culata, hecha de acero y hueca en su inte­rior, era de gran dimensión. La culata servía de depósito al aire comprimido al que una válvula, accionada por un gati­llo, dejaba escapar por el cañón de metal. Una caja de pro­yectiles, alojada en la culata, contenía una veintena de balas eléctricas que por medio de un resorte se colocaban automá­ticamente en el cañón del fusil. Efectuado un disparo, el pro­yectil siguiente quedaba listo para partir.

 

Tom_Swift_Cover_1939_unrenewed

Tom Swift fue una serie de publicaciones para jóvenes y niños de 1910 a 1941 llena de invenciones y aventuras. Portada de un número de 1939

 

Las armas eléctricas fueron también anticipadas  en las obras de Víctor Appleton entre 1910 y 1941 en las que su protagonista un inventor llamado Tom Swift, en una de sus aventuras creó un rifle eléctrico  que sirvió de inspiración a John H. Cover para crear el actual Táser, cuyo nombre es un acrónimo de “Thomas A. Swift’s Electric Rifle” (Fusil eléctrico de Thomas A. Swift)

John H. Cover fue un ingeniero y piloto de bombardero durante la segunda guerra mundial que más tarde ocupó  el cargo de director científico del Programa Aeroespacial Norteamericano Apolo para el Descenso en la Luna y tenía desde niño  a Tom Swift como uno de sus personajes de ficción favoritos.

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