La desconfianza y el amor
28 de julio de 2017
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Leí hace unos días un proverbio que me parece muy interesante y dice así: “la desconfianza y el amor no comen del mismo plato”, lo cual se relaciona con varias emociones, ya que la desconfianza es la manifestación de los celos, los cuales tienen una carga de amor y odio, y por lo tanto es un estado afectivo ambivalente, pues el celoso quiere enterarse de lo que no quiere que ocurra, y aunque parezca un trabalenguas, es muy sencillo de entender. El celoso ama a su pareja y está buscando posibles infidelidades que lo hacen sentirse infeliz cuando en realidad quiere que su pareja lo ame tanto que no piense en traicionarlo. ¡Complicados que somos los humanos!
Ya he mencionado dos emociones: amor y odio, a los que se le suma la ira, que es el acompañante más habitual de los celos. Cualquiera de las tres pueden verse en diferentes grados, pero cuando hay desconfianza suelen ser muy altos los niveles, llevando a muchos conflictos, peleas, persecuciones, demandas, o sea, una vida infeliz. Cuando se sospecha de alguien y ese alguien es la pareja, la que se escogió para compartir la vida, es como dormir con el enemigo, lo cual es muy tóxico, ya que estar recelando, dudando, temiendo, siendo suspicaz y aprensivo es tener una gama de emociones que son contrarios al amor. Como ven se le suman más emociones negativas, como el miedo y la ansiedad, pues se teme perder a la persona amada, a hacer el ridículo, etc. También hay un estado de ansiedad que se expresa en un constante temor indefinido hacia un posible peligro en lo que rodea a la pareja, ya sea un nuevo vecino, un colega, que use un perfume nuevo, que hable bajo con amigas, en fin, un sinfín de situaciones.
No tenemos que estar libres de celos e incluso que una ligera dosis de ellos sea malo, porque creo que unos celos medidos y en momento oportuno son como la sal a la comida, para que no sepa desabrida, pero hay que tener mesura, y no es tan difícil lograrlo, y se puede ver –porque lo es– una manifestación de que nos interesa la pareja, amamos y no queremos perder su amor. Pero hay un trecho entre este celo amoroso, que incluso es manifestación de cuidado, de estar alerta ante peligros y la suspicacia perniciosa que asfixia al otro porque es manifestación de desconfianza que puede acompañarse de vigilancias, registro de ropa, teléfono, oír conversaciones, aparecerse en el trabajo para “chequear”, recelar de compañeros de trabajo y hasta peleas, escándalos y como nivel más elevado la violencia física y esto no puede ser expresión de un amor sano, sino que es una inseguridad enfermiza.
Me contaba una conocida que su marido es tan celoso que no la deja salir a la calle, ni ponerse determinadas ropas, que hasta la huele para comprobar si tiene algún olor masculino delator de sexo extramarital, lo cual la tenía muy alterada y con miedo porque cada día escalaba más alta su desconfianza y ya le decía hasta insultos como que era una cualquiera y después de darle algunos consejos, yo pensaba “¿cómo puede una persona estar con otra a la que valora tan mal y la cree capaz de engañarlo?”. Yo no sé si este hombre tenía razones para pensar que su esposa lo engañaba, el punto no es ese, el asunto es que no se puede vivir atormentado de esa manera, ya que pone en juego muchas cosas, empezando por la autoestima, que se va al piso, el peligro de cometer un acto violento que puede ser irreversible, y por encima de todo, no hay felicidad, sin contar la influencia negativa sobre hijos, la familia entera y el rechazo de los demás, que pueden incluir burlas, ya que se puede escuchar cosas como “¿le gusta ser un cornudo?, porque de otra manera no se explica que siga con ella”. Y aunque he escrito en masculino, en realidad me refiero a todos: mujeres y hombres, teniendo ciertas diferencias, por las características que se le atribuyen al rol femenino y masculino, como que el hombre puede salir con amigos a beber en un bar sin que sea juzgado como negativo, mientras que si la mujer lo hace es considerada como manifestación de conducta liviana e inmoral, por lo que se piensa que seguramente miente y lo que hace es salir para ponerle los cuernos al marido. Conclusión, a mi modesto entender el amor y la desconfianza no son buenos acompañantes en un plato, porque sería con certeza una comida envenenada.
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