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La dama de la canción cubana

4 de abril de 2018

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Mi comentario de hoy estará dedicado a una artista que fue bautizada como “la dama de la canción cubana”, y que el próximo mes de diciembre se cumplirán 105 años de su nacimiento y 5 de su desaparición física. Me refiero a Esther Borja, a quien conocí y con quien compartí algunas de sus giras por el interior del país, cuando o trabajaba en la Agrupación Nacional de Conciertos (hoy Centro de Conciertos).

Como persona puedo decir que era una mujer amable, respetuosa, sencilla, llena de anécdotas y con cierto sentido del humor; que le gustaba recorrer las calles de las ciudades donde debía actuar más tarde; que en las mañanas le gustaba ir al entonces Círculo Médico (a unas cuadras de su casa) para nadar y compartir un rato con sus amistades; que tenía dos perros grandes llamados: Pirata y Careta, que habían quedado solos cuando sus dueño abandonaron el país, aunque después nació Whiski. Adoraba las flores y por eso cuidaba de su jardín con esmero. Su colección de tazas era una maravilla: desde la más pequeña hasta la más grande, muchas de las cuales le habían sido regaladas. Cuando visitaba su casa, lo mismo podía encontrarla entre sus flores, que en la cocina, o encaramada en una pequeña escalera pintando la reja del comedor, porque siempre tuvo una vitalidad increíble. Su ídolo en la música era Ernesto Lecuona, con quien debutó en un recital donde estrenó versos de Martí musicalizados por él, y después lo hizo en el estreno de la Zarzuela Lola Cruz, cantando el vals “Damisela encantadora”, que le ha dado la vuelta al mundo. Siempre me dio consejos muy sabios, y aunque el día de su cumpleaños 95 hablamos por teléfono, cuando enfermó –pocos días después– solo llamaba a su enfermera para saber de ella, pues preferí conservar su imagen llena de alegría y optimismo. También hablé con Esthercita, su hija, quien la acompañó hasta su último aliento.

Como cantante, Esther Borja es, y será, un ejemplo de rigor profesional. Estudiaba cada obra con minuciosidad para evitar un desacierto entre texto y música. Escogía muy bien su repertorio, caracterizado por el buen gusto. En la escena, sabía moverse como una verdadera y elegante dama. Poseía una perfecta afinación, y nunca escogió obras que no se ajustaran a sus posibilidades vocales. Ella me contaba que siempre quiso ser artista y que, debutó en la radio, donde conoció a familiares de Lecuona que siempre decían: “¡Cuando Ernestico la oiga!”, pero como el encuentro no se producía, se apareció, por su cuenta, en casa del maestro cuando él se encontraba en España, pero fue escuchada por Ernestina, quien al regreso de su hermano, hizo posible el deseo de Esther y, a partir de entonces comenzó una estrecha relación entre ambos.

Esther Borja cantó en muchos países y actuó en el famoso Carnegie Hall de Nueva York junto al director Sigmund Romberg (autor de la opereta: “El príncipe estudiante”). Su voz está recogida en 7 discos, resaltando aquel de los años 50 de la pasada centuria, en el que interpreta a dos, tres y cuatro voces, cuando no existían las denominadas pistas, es decir que cantaba una voz y sobre ella grababa las restantes, algo muy difícil porque, de equivocarse, tenía que repetirlo todo; pero se logró gracias a la colaboración de Luís Carbonell, quien fue su gran amigo.

Al fallecer Lecuona, asumió el rol de pianista acompañante Nelson Camacho, hasta el final de la cerrera de Esther.

Múltiples fueron los reconocimientos nacionales e internacionales que recibió esta irrepetible artista cubana que siempre será: “La dama de la canción cubana” .

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