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La casa que cierra el Callejón del Chorro: San Ignacio No. 62

30 de mayo de 2018

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San Ignacio No. 62, entonces 22, finales del siglo XIX

San Ignacio No. 62, entonces 22, finales del siglo XIX

 

La información más antigua encontrada sobre un inmueble formando el fondo del Callejón del Chorro data del año 1759. Como consta en la Antigua Anotaduría de Hipotecas, era una casa baja de rafas, tapias y tejas ubicada “en la calle que de la plazuela de la siénaga y collegio de la sagrada compañía corre por el costado de combento de Santo Domingo a la Plaza nueba”, o sea, en la calle San Ignacio. Su propietaria era doña Juana Sánchez de Santaella.

En 1775 la casa pertenecía al señor Francisco Rodríguez, y en 1777 a Domingo de Rojas y Teja. Entonces se describía como situada en el paraje que denominan el Chorro, haciendo frente a la Plazuela de la Ciénaga y lindando con la casa de los herederos de Sebastián Peñalver y con la de Francisco Alvarado. Sin conocerse cómo la adquirió, en 1793 la edificación se hallaba en poder del señor José Fermín Ruiz, quien se la vendió por 7 000 pesos a don Juan Antonio Abad Valdés Navarrete que desde 1775 era propietario de la casa contigua –hoy San Ignacio No. 68–, de dos pisos y con accesorias en la esquina de la entonces Plaza de la Ciénaga y el Callejón del Chorro.

Según el Cuaderno con los apellidos de los dueños de fincas urbanas de La Habana en 1812, las dos edificaciones, entonces ya numeradas: San Ignacio No. 106 (hoy No. 68) y San Ignacio No. 107 (ahora No. 62) continuaban perteneciendo a Antonio Abad Valdés Navarrete. La No. 106 se mantenía siendo de dos niveles y la 107 de uno solo, aunque tenía una accesoria.

En 1840 –sin conocerse con certeza la fecha en que las adquirió, o cómo– ambas edificaciones eran propiedad del Teniente Coronel Salvador Lapasa Martiartu, propietario de varios inmuebles, ingenios y cafetales así como de acciones en el camino de hierro de Cárdenas. A su muerte, en 1844, todos los bienes fueron transferidos a sus descendientes, entre ellos su hija, doña Isabel de Lapasa Martiartu y Fernández, casada con Manuel Arrate de Peralta, Regidor perpetuo del Ayuntamiento de La Habana y Teniente Coronel de Zapadores del Real Cuerpo de Ingenieros.

Se conoce que doña Isabel habitaba la casa señalada con el No. 24 de San Ignacio y en 1851 ejecutó varias obras en esta de San Ignacio No. 22, reconstruyéndola de mampostería y tejas, y modificando la fachada al estilo neoclásico, evidente en la muy modesta portada y en las jambas de los vanos. No obstante a la transformación exterior, se volvió a colocar la lápida que testimonia la llegada del agua a la zona.

Desde aquella época el inmueble se utilizaba para el almacenaje de diferentes géneros, conociéndose durante todo el siglo XIX como Almacenes de Depósito del Chorro, según lo refieren varios directorios comerciales de la época.

 

Anuncio,1860

Anuncio,1860

 

Isabel de Lapasa Martiartu y Fernández falleció en 1887 en cuyo testamento había instituido como único y universal heredero de todos sus bienes a su hijo, don Francisco Ramón Enríquez y Lapasa Martiartu quien se convirtió entonces en propietario de esta casa, que medía 710m, lindaba por la derecha con la casa San Ignacio No. 24, por la izquierda con la No. 16 y por la espalda con la No. 23 de la calle Cuba. Estaba valorada en 4 520 pesos.

A finales del siglo XIX la casa se mantenía en manos de este señor, quien la dio en arrendamiento, en su totalidad, a Emigdio Grau y Amores por 68 pesos oro mensuales y por el término de cinco años. Entre las condiciones del contrato, se estipulaba que el arrendatario debía ejecutar varias obras en San Ignacio No. 22, entre ellas reparar todos los pisos de madera existentes, que estaban en mal estado; reponer todas las tejas que fuese necesario para evitar que cayeran goteras; y recubrir los desconchados. También debía dar lechadas y pinturas en los dos almacenes, y ponerles pisos de madera. Estos datos tomados del Registro de la Propiedad sin duda brindan una imagen bastante fiel de cómo podía lucir el inmueble a la sazón.

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