La Casa Calderón y su entorno. Las calles Oficios y Santa Clara
11 de octubre de 2017
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El edificio de Oficios No. 312 entre Santa Clara y Sol, conocida como la Casa Calderón –por el apellido de unos de sus propietarios más ilustres–, llama la atención por su majestuosidad y belleza nada más desembocar en la esquina de Oficios y Santa Clara. Estuvo marcada antes con el No. 70 y previamente a 1860 con el No. 50. Desde las primeras fábricas de que se tiene noticia en el siglo XVII, se ocupó este solar de esquina perteneciente al Barrio de Campeche, uno de los primeros en formarse. Existen referencias en las actas capitulares de numerosas peticiones de mercedes de solares en esta zona, la cual dependió del patrón indígena para erigir sus obras, basado en las edificaciones de madera y guano, de allí que fueran estas las primeras casas que dominaron el lugar. Luego del incendio de 1616, en el propio Campeche las autoridades de la Isla prohibieron este tipo de inmuebles y determinaron la construcción con rafas, tapias y tejas.
La casa evolucionó en su ubicación privilegiada al situarse en la esquina de una cuadra compuesta por pocas casas, lo que denota la monumentalidad que alcanzaron estos inmuebles. Desde su posición se accedía rápidamente a los muelles y tinglados erigidos en esa zona –como el de Luz y La Machina– lo que sin dudas la favoreció con las brisas marinas así como del fácil ingreso a un punto de la ciudad de intenso movimiento comercial. Asimismo, muy cerca estuvo de la Alameda de Paula y el Teatro Principal, ambos espacios surgidos en el siglo XVIII para el ocio y la recreación. De esta suerte, no por estar ubicada al sur de la villa se privó de las visuales al mar y las bondades de la vida económica, social y cultural que alcanzaron su máximo esplendor en La Habana del siglo XIX.
La calle Oficios
Esta arteria es una de las más antiguas de la ciudad. En 1584, cuando La Habana contaba solo con cuatro calles, esta era la principal de ellas. Se llamó antes de la Concepción y posee doce cuadras. Por ella se extendió la primitiva villa desde la Plaza de Armas hacia el sur, próxima a la bahía. Fue también de las primeras en especializarse por los establecimientos, cuyos menestrales le dieron su nombre: escribanos, herreros, fundidores, plateros, calafates, carpinteros, relacionados en su mayoría con la actividad del puerto. Igual existían pequeños talleres de orfebres, especialmente en joyería sagrada, que alcanzaron gran fama por sus obras. Oficios también ha sido calle de residencias nobles, se han registrado hasta doce familias de abolengo que vivieron en esta arteria.
Entre los vecinos distinguidos de la calle Oficios cuentan los condes de Gibacoa, de Peñalver y Casa Barreto, así como el marqués de la Real Proclamación. También habitaban en ella hacia mediados del siglo XIX don Cecilio Ayllón y Ricoy, quien colaboró con el conde de Villanueva en el fomento de la nueva población de Cárdenas y fue gobernador político y militar de Matanzas; don Manuel Pastor y Fuentes, Capitán del Real Cuerpo de Ingenieros, Inspector de Fortificaciones de la Isla de Cuba y hacendado azucarero, gran capitalista e inversor; Nicolás J. Gutiérrez y Hernández, destacado médico cirujano, introductor del uso del estetoscopio y otros adelantos médicos y don José Severino Boloña y Valdés, dueño de unas de las imprentas mejor equipadas en La Habana, quien por sus servicios a la Corona le fue otorgado el título de impresor de la Real Cámara y la Orden de Isabel la Católica.
Oficios es la vía de comunicación por excelencia entre las plazas de Armas, San Francisco y la Alameda de Paula, todos espacios públicos de primer orden en la ciudad. El historiador Francisco González del Valle la describe así en 1841: “Durante el día, la calle de los Oficios era una de las más bulliciosas y concurridas por peatones, carretas, carretillas, volantas y quitrines, por ir hacia los muelles y hacia la Casa de Gobierno, al Apostadero y la Caja de Ahorros, situada donde hoy está el Monte de Piedad; por la noche los quitrines y volantas la animaban por los que iban de paseo a la Alameda de Paula, a la Plaza de Armas y al Teatro Principal, que era todavía en esa época de los sitios predilectos de los habaneros.”
La calle Santa Clara
Es una de las calles más cortas de la ciudad, con solo cuatro cuadras. Primitivamente se llamó de las Redes, por ser muy frecuentada por pescadores, y luego se conoció como Cerrada de Santa Clara, porque intercepta precisamente el convento e iglesia de ese nombre –donde termina– y comienza en la calle San Pedro.
En 1664 se le conocía como calle de la Punta de Bainas, porque este era el nombre de un saliente del litoral –al comienzo de la vía– y donde posiblemente se ataban los cabos de las embarcaciones. También se le ha llamado de Cristóbal Granados, Maestro Mayor de la Ciudad; de San José, en 1808 y Cerrada de La Machina, en 1811, debido a la colosal grúa para cargar y descargar los barcos en el muelle donde estaba ubicada, muy cerca al arranque de la calle. Con el tiempo el nombre de Cerrada de Santa Clara quedó abreviado en el actual Santa Clara, marcado por la presencia del antiguo convento, aún cuando este desempeñó otras funciones en el siglo XX.
Santa Clara está atravesada por las calles Oficios, Inquisidor (cuyas cuatro esquinas se llamaban de Moya), San Ignacio (donde estaba la esquina de los Escobares) y Cuba (con la esquina de Arriaga, por la familia de este apellido). Al observar los planos se aprecia el eje simétrico que forma Santa Clara con el callejón de Porvenir o Samaritana al otro lado del convento, por lo que no es difícil suponer que ambas eran antiguamente una sola calle que quedó cortada al fabricarse el monasterio, y al mismo tiempo conservada al quedar una parte de ella que corre entre sus claustros cuando se fueron incorporando nuevos terrenos para ampliar la fábrica.
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