La Casa Calderón: una residencia señorial habanera
15 de noviembre de 2017
|
Esta monumental residencia esquinera corresponde por sus características a la denominada casa señorial habanera: alta con zaguán de acceso que ocupa una amplia parcela con la que logra un primer patio central y un segundo patio, separados estos por una crujía u obra traviesa –probablemente galería abierta en sus orígenes. Reedificada en el siglo XVIII, la Casa Calderón posee los atributos constructivos de la arquitectura erigida en esa época, donde, al decir de Eusebio Leal: “Residencias suntuosas surgen por doquier. A la austeridad e íntimo recogimiento que define a la arquitectura precedente, le suceden las altas fachadas de atrevidos pórticos, con molduraciones barrocas, amplio portal y zaguán para el paso de la calesa, arco polilobulado que antecede a las galerías de los patios claustrados de nobles columnas, escalinatas que se resuelven dentro de una caja, a veces abovedada, iluminada por óculos, que rompen el eco de la voz o filtran la luz solar a través de finísimos cristales de color. Entre la planta baja y el piso noble, profusamente decorado con pinturas murales hechas al temple o al fresco, inspiradas algunas en los recientes descubrimientos de Pompeya y Herculano, y donde estaba la residencia familiar, existían los entresuelos, suerte de pequeñas habitaciones, empleadas en ocasiones para vivienda de la servidumbre de confianza o como oficinas comerciales; desde ellos, sus reducidas ventanas se asoman al exterior, al zaguán y a la galería interior, tras rejas de jaula y cuidadosas tornerías. En el patio, si es mucha la grandeza, la fuente regala al silencio la sonoridad del agua”.
Por otra parte, la dualidad de funciones en la vivienda complejiza la distribución y uso de sus espacios. Es la casa solariega que redefine en este período la función y jerarquización de sus ambientes, y a partir de la cual, aparecerán constantes distributivas que se aprecian en ejecuciones posteriores. Esta es la edificación del ancho patio al centro, rodeado de galerías; la construcción en la que, inconfundiblemente, se combinan las columnas y los arcos de medio punto. Es una vivienda bien organizada, con sus niveles definidos para cada función: planta baja como almacén, caballerizas y patio central; entresuelo para la actividad administrativa principalmente; y la planta alta o noble para el uso exclusivo de la familia.
Es por tanto, una construcción adaptada a las exigencias domésticas, pero también a las crecientes necesidades comerciales y al progreso económico individual, de allí el suceso casa-almacén, que al decir de Yolanda Aguirre en su obra Influencias económicas en la arquitectura colonial de Cuba es “…ese ya mencionado almacenaje de productos, no ya para el consumo particular, sino para la exportación. El tabaco. El café. Pero, como siempre, en especial el azúcar, por alarde de productividad de las fábricas. La casa colonial de una sola planta no bastará, al multiplicarse los trajines mercantiles. Más que nunca, ahora con todo un piso inferior para dar cabida a aquellos, se necesita entonces del patio central, el que crece hasta ser una pequeña plaza privada por la que van y vienen cajas y fardos”.
La amplitud de estas casonas en el llamado “siglo de las luces” va a estar muy ligada a las necesidades, conveniencias y medios económicos de sus propietarios, entre ellos, jefes del ejército y la marina, alcaldes y regidores, hacendados y comerciantes, al final, altos funcionarios del gobierno cuyas familias prolíficas y convivientes requieren una vivienda generosa para el desarrollo de su vida social, religiosa y familiar en su significado más alto. Las propias ocupaciones de sus señores, ya fuese en el comercio, la industria o la agricultura, los llevará a dedicar parte de su casa a funciones de almacenamiento o despacho.
Oficios No. 312 es una casona de tipología de entresuelo proyectado al exterior, de altos puntales, cuya ubicación en esquina le permitió regodearse en el tratamiento de sus fachadas, ambas muy simétricas y bien tratadas, en especial la de Oficios. En su portada, afirma el arquitecto Daniel Taboada en su libro Otras portadas coloniales, “…resuelta en entablamento, las retropilastras se separan del vano, los capiteles están colocados muy arriba del dintel –dramatizando la esbeltez– y el espacio tradicionalmente asignado a arquitrabe y friso se le entrega al desarrollo de una jamba habanera –fantasía barroca de notable efecto– desborda ingenio y originalidad en su recio trazado mixtilíneo, regido por la más estricta simetría. Las cornisillas superiores del diseño –de trazado cóncavo convexo– recuerdan apropiados acentos de la fachada de la Catedral y de la portada de la capilla de la fortaleza de La Cabaña, lo mejor en su género y alejadas del trazado tradicional gaditano. Por contraste, la cornisa superior presenta una solución precaria de diseño con un incipiente cuerpo central. El portón es de paneles moldurados insertos en entramado de peinazos y largueros, de dos hojas con postigo en la más tardía expresión de carpintería del siglo XIX”.
Sin dudas su portada es una de las más suntuosas de la arquitectura doméstica colonial, tal vez aparatosa y desmedida, pero ciertamente espectacular; como lo es también el arco del zaguán, diseñado a la manera de dos arcos gemelos que descansan sobre una ménsula pinjante, muy singular y poco frecuente en las construcciones habaneras.
Destacan elementos en hierro como las rejas y arriostres de balcones, cerraduras, tiradores, fallebas y guardacantones del siglo XIX. Igualmente, conserva su escalera de piedra –presumiblemente del XVIII– ubicada en la primera crujía y desarrollada en dos tramos hasta llegar a la planta alta, con descanso orientado hacia ambos lados del entresuelo. Hoy posee un zócalo de azulejos copia del original, correspondiente al llamado estilo Delft del siglo XVIII. La casa poseía diferentes tipos de azulejos que fueron reproducidos, según los modelos antiguos, y colocados en los mismos espacios donde se hallaban como los zócalos del zaguán, la escalera y la cocina. La ciudad holandesa de Delft ejerció una fuerte influencia en la cerámica europea del siglo XVIII imponiendo su propio estilo. Los arqueólogos Roger Arrazcaeta y Antonio Quevedo afirman que varios fragmentos de azulejos con dibujos populares polícromos al estilo Delf fueron encontrados en esta casa en un antiguo pozo de agua, dentro de sedimentos con basurales de la segunda mitad del siglo XVII y del XVIII que lo rellenaban. Estos azulejos posiblemente provenían de Triana, Sevilla.
La escalera conserva, además, su baranda de madera que, junto a otros elementos torneados, evidencian la buena factura de la carpintería colonial.
Los techos planos del siglo XIX constituyen la mayor intervención realizada a la antigua vivienda en la que aún puede apreciarse la transición o sustitución de los elementos del siglo XVIII por los que dominaron la próxima centuria, en la que fue muy común el cambio, por ejemplo, del maderamen de la fachada por elementos de hierro; el revestimiento de los pisos de mármol y los falsos techos de yeso, así como la incorporación a las fachadas de guardapolvos y cornisas neoclásicas. De este modo, la Casa Calderón es el resultado de esa mixtura de componentes arquitectónicos de ambos siglos que la convierten en uno de los ejemplos más significativos de la tipología doméstica habanera.
Galería de Imágenes
Comentarios