La calle del Obispo
31 de julio de 2015
|La calle del Obispo es una de las más antiguas del centro histórico habanero y pudiera decir sin temor a equivocarme, la más transitada desde siempre, por estar colmada hasta el presente, de transeúntes que no toman en cuenta las horas del día. Una calle llena de historias en su vida centenaria, eje comercial por excelencia desde el siglo XIX, acogió a todo lo largo de su recorrido, desde la Avenida del Puerto a la calle Monserrate, los más variados establecimientos comerciales, hoteles, bancos, escuelas, ministerios, librerías. Los trabajos que ejecuta la Oficina del Historiador de la ciudad para su recuperación, van dejando ante el espectador una nueva imagen.
Caminemos por la calle del Obispo y alcemos la vista, descubriremos magníficos edificios y un par de rascacielos que nos dejan sorprendidos, porque tal vez no lo habíamos descubiertos en esos viajes del acontecer diarios a toda prisa; es por tanto una calle para disímiles miradas, que abarca en su trayecto exponentes de la arquitectura de todas las épocas. En los comienzos de abrió paso desde la Plaza de Armas, el corazón de la ciudad antigua y se extendió de Este a Oeste buscando la salida por la Puerta de Monserrate, en su encuentro con los muros de la muralla que protegían a La Habana del asecho enemigo.
Eje vial donde se destacó la Universidad Pontificia de San Jerónimo; importantes Boticas, como los fueron Taquechel y Johnson y sus incontables comercios imposibles de mencionar en estas líneas: chocolateras, licoreras, florerías, tiendas especializadas de moda y peleterías, marmoleras, lecherías, bares y fondas, destacándose por sus nombres a través del tiempo “La lluvia de Oro” y el café “Europa”, por solo citar algunos, ya reanimados.
Tuvo diferentes nombres según la época en que transcurrió su devenir histórico, de ahí que se le llamó calle San Juan, de los Plateros, la del Consulado, Weyler, Pi y Margall, pero, como en otras calles y lugares antiguos de la ciudad, su nombre antiguo prevaleció por sobre los demás, para llamarse felizmente hasta la actualidad Calle del Obispo, debido a que el Obispo don Agustín Morell de Santa Cruz, que tenía su residencia en la calle de los Oficios, frecuentaba diariamente la primigenia iglesia Parroquial que ocupaba una parcela de terreno en la Plaza de Armas, donde se levantó en el siglo XVIII el Palacio de los Capitanes Generales.
Si bien perdió su encanto a mediados del siglo XX y se fue deteriorando progresivamente su aspecto, con los planes de restauración y rehabilitación llevados a cabo de manera ininterrumpida por la Oficina del Historiador desde la década del ‘80 del pasado siglo, comenzó a ganar prestancia recuperándose edificaciones, comercios, instituciones, a todo lo largo de su recorrido. El caminante disfruta hoy de un ambiente singular en esta calle, que desde horas muy tempranas y hasta el anochecer, se ve repleta de colorido, voces, música y el andar de obreros, profesionales, estudiantes, vecinos y turistas, que se mezclan apretados en su andar.
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