La ayuda que necesita el hipocondríaco
27 de octubre de 2014
|Habíamos prometido la semana anterior dar respuesta a la pregunta referente al cómo debemos tratar y ayudar a un hipocondríaco.
Lo primero que debemos lograr es que el paciente acepte que en realidad está padeciendo ese trastorno, y por supuesto, la disposición para aceptar la necesidad de un tratamiento por parte de un especialista. Cuando ya existe este convencimiento, entonces acompañarlo a la consulta, con el médico de su confianza, pero que vaya convencido de la necesidad que tiene del tratamiento, no a buscar nuevas enfermedades y trastornos, sino que asiste convencido de que está padeciendo de hipocondría. Este médico de confianza que él ha seleccionado y al cual nosotros le acompañamos, si nos lo solicita, lo remitirá a un especialista en salud mental, que puede ser lo mismo un psicólogo que un psiquiatra, aunque hay momentos en que es necesario el tratamiento con psicofármacos, pero se puede alternar el tratamiento con ambos especialistas de la salud mental. Puede presentarse la situación contraria, que la persona no se convence del trastorno que en realidad posee y se hace casi imposible apartarlo de sus pensamientos relacionados con el padecimiento de una enfermedad orgánica y de la idea, que los médicos no saben diagnosticar la misma. En este caso niegan constantemente la existencia de un trastorno psicológico, porque insisten en la presencia de otros trastornos o enfermedades. En estos casos es recomendable entonces, como decimos en buen cubano, hay que seguirles la corriente, y entonces convencerlo de la necesidad de ver este especialista en salud mental, porque para que la supuesta enfermedad tenga una mejor evolución debe tener cierta estabilidad emocional, psicológica, además de que este especialista le puede ayudar a asumir mejor la supuesta enfermedad o trastorno que dice padecer. Demostrarles que su actitud ante la enfermedad no sólo no le ayuda a superarla, sino que hace que su cotidianidad, ya sea en lo referente a sus relaciones familiares, laborales o sociales, por su propio estado de ánimo afectado por la supuesta enfermedad, incida en su calidad de vida y esto no le permite asumir la “enfermedad imaginada” como debe ser. Llevarlos a la comprensión de que a pesar de esa enfermedad que está convencido tener, puede hacer algo diferente con su vida, para que algo diferente le pueda ocurrir.
En estos casos, cuando el consejo a nivel de familia o de amistad no funciona, se puede acudir a ese médico que él le tiene confianza, a un psicólogo que se acerque a la persona, pero siempre con la idea de convencerlo de la necesidad de este tratamiento para sobre llevar la enfermedad y no cuestionarle nunca sus convicciones hipocondríacas. Otro aspecto importante es evitar por todos los medios reforzar con su atención las continuas quejas y demandas de opinión. Se le puede decir que mientras más se hable de su enfermedad, mas se agudiza, llegar a pactos donde se propongan no conversar acerca de su supuesta enfermedad.
Paralelamente, se debe intentar que el enfermo se incorpore a sus actividades habituales de ocio y en aquellas que le ayuden a mejorar su control de la activación. Es aquí donde muchas personas acuden a la medicina alternativa como puede ser la meditación, la relajación, el tai-chi, y a su vez, intercambiar con ellos argumentos que vayan demostrando como ha ido mejorando o empeorando, según sea el caso, y de cómo le pueden permitir continuar andando hasta la curación total.
De todas formas, podemos concluir algunos aspectos que son importantes tener en cuenta, tanto la persona que lo padece como aquellos más cercanos a este.
La hipocondría es un trastorno mental que se caracteriza por el miedo a tener o por la convicción de padecer una grave enfermedad orgánica.
Se someten a investigaciones y estudios de todos los tipos, aunque algunos de ellos sean invasivos.
Pueden confundir en determinado momento al facultativo.
Se diagnostica si estas situaciones tienen una duración superior a los seis meses.
Produce angustias, depresión, obstaculiza el desarrollo y realización individual y social, interfiere en la normal satisfacción de las necesidades sociales y laborales.
Son personas que han vivido de cerca esa enfermedad durante su infancia, ya sean ellos mismos o en alguna persona muy cercana como son los abuelos, los padres, los hermanos u otro familiar, amigos muy cercanos y queridos.
Se quejan constantemente de su mala salud.
Una simple enfermedad no grave, la pueden convertir en algo crónico y grave.
Cuando se suceden muertes súbitas cerca de ellos, o el debut de enfermedades crónicas, ellos las asumen, con una sobre preocupación relacionada con la posibilidad de poder padecerlas o no, hasta que sienten los síntomas y se inicia de nuevo el ciclo que conlleva a esos comportamientos hipocondríacos.
Estas experiencias les llevan a sentirse muy vulnerables, a tener conciencia de que, en cualquier momento, pueden morir o sufrir una enfermedad terminal.
Lo anterior los lleva a estar alerta ante cualquier señal en su cuerpo que les indique que esto está a punto de suceder.
Se invaden de pensamientos negativos, que propicia la preocupación por la posibilidad de padecer una enfermedad mortal.
Se pueden producir cambios en el organismo y ser amplificados gracias a la atención selectiva que les presta.
Cuando están convencidos de que han contraído o padecen de una enfermedad grave, se produce una activación en su sistema nervioso central, que propiciaran cambios no solo en el comportamiento, sino en su fisiología en cualquier parte de su cuerpo.
Las formas de ayudar a este enfermo, se centran en la comprensión y la persuasión para lograr que acepten el trastorno y que asimilen el tratamiento indicado.
De todas formas si le ha quedado alguna duda, consulte a su médico de confianza, nárrele todo lo que le está sucediendo, e intente encontrar la verdadera causa de este trastorno que es lo que le permitirá prevenirlo o curarlo en caso de que ya se encuentre establecido. ,
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