La amistad de Martí con Rodolfo Menéndez de la Peña
13 de septiembre de 2024
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La ciudad de Mérida, en la península mexicana de Yucatán abrió sus brazos a muchos emigrados cubanos durante nuestras guerras por la independencia. Entre ellos se destaca Rodolfo Menéndez de la Peña, quien junto con su hermano Antonio, se estableció primero en la ciudad de Valladolid y luego en Mérida, capital del estado, donde tuvo un activo papel en la educación como pedagogo y como ensayista, literato y poeta. Hoy se le considera en Yucatán como el gran impulsor de la educación en ese estado mexicano. Murió en Mérida en 1928.
Apoyó la labor del Partido Revolucionario Cubano y gozó de la confianza plena de Martí, quien el 26 de junio de 1889 le escribió acusando recibo de La Escuela Primaria, revista publicada por Menéndez de la Peña y le reconoce que ha honrado a Cuba durante su destierro. Le añade que el destinatario “se hace querer tan de veras por el espíritu americano de cuanto piensa y escribe, por su empuje y elocuencia, por la cordialidad con que celebra el mérito ajeno, por el juicio con que discurre sobre nuestras necesidades originales, y por la lealtad a la patria.” Y en las líneas finales, a modo de despedida, señala Martí: “las almas ardientes y generosas son dueñas naturales de este su paisano y amigo agradecido.”
Se conserva otra carta del 30 de mayo de 1894, cuando ya andaban en marcha acelerada los preparativos para la “guerra necesaria”. Es un largo texto de varias páginas en que el Delegado informa, sin dar detalles concretos, de cuánto habían avanzado los planes libertadores de la patria, y le pide su apoyo señalando el amplio alcance que ello tendría al decirle así: “le pido que congregue a cuantos colaboradores –cubanos y mexicanos– pueda hallar ahí donde Ud. reside, y donde Cuba es siempre amada para esta obra de redondear sin aparato la suma necesaria a la tarea de dar impulso bastante a la guerra de independencia de Cuba que confirmará, porque sin la de Cuba no se confirma, la independencia de México, soda y continuamente amenazada. La posesión de Cuba, Menéndez, cambiaría el mundo. Démosla a los nuestros. Seamos libres y hábiles en las formas, pero con toda el alma para los nuestros.”
La carta termina reiterando su confianza en la capacidad y el patriotismo del destinatario: “Con esta fe le habla, y con esta confianza en su hombría, en su reserva, en su actividad inmediata, en su energía, en la amistad que usted sabrá entender, este amigo suyo, resentido por la falta de su saludo en los dos años de obra agonizante; pero muy afectuoso estimador de su sana inteligencia, su alma abierta y su enérgico carácter. No se ha engañado en usted su José Martí.
Meses después, el 10 de noviembre de 1894, Martí publicaba en Patria un escrito titulado “La hija de un bueno. “Libertad Menéndez”, sentido pésame a Rodolfo Menéndez por la muerte de una de sus hijas, a la que dio ese nombre –señala Martí— porque “La libertad él ama con pasión, y la llamó así como quien consagra con lo que tiene de más puro, el anhelo que lo enciende; como quien ruega con las manos sin manchas, por la patria mísera.” Culmina el texto afirmando: “Hoy no queda más que una escuela a que el gobierno agradecido ha puesto el nombre de ‘Libertad Menéndez –y un hombre bueno, para quien se ha quedado vacío el mundo. No llore el padre. Los buenos no mueren.”
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