Karpov vs. Korchnoi: controversias alrededor de un tablero
22 de agosto de 2014
|Durante un tiempo fueron amigos. Ambos defendían la misma bandera y, a pesar de los 20 años de diferencia, sus estilos de juego no eran incompatibles. Frente al tablero sabían explotar las mínimas ventajas para obtener el triunfo final y este sistema les funcionó tan bien que durante casi toda la década del setenta, del siglo pasado, ante el desinterés de Bobby Fischer, ellos dominaron el universo ajedrecístico. El ambiente cordial no duraron mucho y los continuos desencuentros, unidos a un ambiente político muy complicado, terminaron con los vínculos entre Anatoly Karpov y Viktor Korchnoi. Los antiguos compañeros de equipo se convirtieron en enemigos irreconciliables.
Probablemente la primera partida entre los dos ajedrecistas, entonces soviéticos, haya sido la del 38 campeonato nacional de la URSS, en 1970. Karpov tenía 19 años y aunque ya era reconocido como un joven talentoso, el fortísimo torneo, efectuado en Riga, fue mucho para el chico que inclinó su rey en dos ocasiones y concluyó en la quinta posición. El duelo con Korchnoi ocurrió en la novena ronda y la experiencia pesó más, pues Karpov perdió un final de torres, con piezas negras.
Un año después volvieron a encontrarse, en el torneo de Hasting. La lucha en aquella ocasión fue aún más intensa y ambos concluyeron igualados en la primera posición; aunque Korchnoi ganó otra vez el duelo particular.
Todavía eran amigos cuando conformaron la selección soviética que triunfó en la Olimpiada de Skopje, Yugoslavia, en 1972; pero la relación comenzó a enrarecerse a partir del match de candidatos que jugaron en 1974. El vencedor tendría la posibilidad de retar al estadounidense Bobby Fischer.
Moscú acogió el desafío entre las dos K. El crecimiento en el nivel de juego de Karpov era apreciable y, después de las seis primeras partidas, llevaba una ventaja de 2 a 0. Luego aparecieron las tablas, diez en total, hasta que en el decimoséptimo encuentro, Korchnoi dejó escapar una posición ventajosa, con su torre en la séptima fila y Karpov aprovechó los continuos deslices para colocar el marcador 3 a 0.
Todo parecía perdido; sin embargo, Korchnoi nunca fue un jugador que se amilanó ante los problemas. Su reacción resultó vigorosa y con dos triunfos—uno de ellos en apenas 19 movimientos— se colocó a solo un punto de igualar el match, pactado a 24 partidas.
No obstante, Karpov resistió la presión, entabló las últimas tres partidas y avanzó al esperado encuentro con Fischer. La historia es conocida: el estadounidense exigió tanto—el ganador sería el primero que ganara ¡10 partidas! y en caso de un empate a 9, pues él retendría la corona—que la Federación internacional (FIDE) decidió retirarle el título de campeón. Karpov era el monarca sin mover una pieza.
En 1978, Korchnoi tenía 47 años. Algunos pensaron que para esa fecha había pasado su mejor momento; pero él demostró lo contrario y obtuvo el derecho de retar a Karpov. Ya no eran amigos. El veterano jugador se había distanciado del gobierno soviético y residía en Ámsterdam. El ambiente estaba muy enrarecido en Baguio, la localidad filipina que propuso el presidente de la FIDE, Florencio Campomanes.
La situación se volvió incontrolable. Korchnoi acusó a su rival de utilizar tácticas sucias. Supuestamente el campeón había contratado a un psicólogo, el Dr. Zujar, quien trataba de hipnotizar al retador desde el público; además, el pretendiente consideró que a Karpov le pasaban mensajes secretos, con las mejores jugadas en los yogures que ingería durante las partidas. Hubo también discrepancias por las banderas de los jugadores—Korchnoi no quería la de la URSS—y el equipo de Karpov alegó que Korchnoi empleaba gafas con espejos para ver las instrucciones que le enviaban sus entrenadores. A todo este show se agregó la utilización de rayos X para las sillas, con el objetivo de detectar sustancias o cuerpo extraños allí. Fue tanta la tensión que los organizadores tuvieron que colocar una tabla de madera que impedía el roce de las piernas de los ajedrecistas, pues hubo acusaciones mutuas por intercambios de pequeñas patadas.
Todo esto repercutió en la calidad de las partidas de uno de los matches por la corona más extraños de todos los tiempos. El ganador sería aquel que lograra primero seis victorias y Karpov quedó muy cerca de alcanzar esa cifra después de su éxito en el vigesimoséptimo encuentro. Otra vez Korchnoi estaba contra la pared, tal y como sucedió en 1974.
Entonces reapareció el exceso de confianza de Karpov y la combatividad de Korchnoi quien protagonizó una remontada espectacular: ganó tres de las siguientes cuatro partidas y empató el match a cinco. El duelo en Baguio llegó a los titulares de los principales medios de comunicación del mundo, no solo por lo reñido del enfrentamiento, sino también porque algunos lo presentaron como un desafío del ahora disidente Korchnoi contra el representante de la URSS.
Menos de 24 horas después de la igualada de Korchnoi se jugó la trigésimo segunda partida. Karpov llevó las blancas y, gracias al empuje de sus peones libres por el flanco dama, venció finalmente la resistencia del pretendiente y retuvo el título mundial.
Tres años más tarde, en 1981, Korchnoi ganó nuevamente el ciclo de candidatos. El segundo match consecutivo por la corona mundial entre los mismos jugadores se esperaba con expectación, sobre todo por las grandes polémicas generadas en Baguio. La sede del duelo fue la localidad italiana de Merano; pero esta vez no hubo muchas controversias fuera de los tableros—solo la carta pública de Korchnoi a las autoridades soviéticas en la que pidió la salida del país de su esposa e hijo—y, con las piezas sobre la mesa, Karpov demostró una total superioridad.
El campeón triunfó en tres de las cuatro primeras partidas. Esta había sido una constante de todos sus duelos, es decir, Karpov lograba una rápida ventaja y luego venía el contraataque de Korchnoi. En 1981 nunca apareció la recuperación del pretendiente y en tan solo 18 partidas el match ya era parte de la historia. “¿Para qué ocultarlo?, la conservación del título de campeón mundial me permitió experimentar una gran alegría”, escribió el monarca, al recordar el duelo de Merano en su libro “Mosaico ajedrecístico”.
Korchnoi regresó a los matches de candidatos en 1984, ahora como ciudadano estadounidense; pero en la final no pudo con el genio de un ajedrecista muy joven, de 21 años, quien sería el encargado de terminar con el dominio de Karpov: el llamado “Ogro de Bakú”, Garry Kasparov.
La rivalidad entre Viktor Korchnoi y Anatoly Karpov ha sido una de las más intensas en el ajedrez. No podían soportarse y se negaban, incluso, a compartir el tradicional saludo antes de realizar el primer movimiento. Con el paso del tiempo disminuyeron las tensiones, no así la antipatía. Ambos siguieron enfrentándose durante dos décadas más y una de sus últimas partidas ocurrió en el torneo de Dos Hermanas, en 1999.
Quizás muchos piensen que el ajedrez es un deporte pacífico; aunque, en realidad, no está exento de momentos controversiales, plenos de violencia…verbal. Al recordar las polémicas personales y políticas que hubo en los matches entre Spassky-Fischer, Korchnoi-Karpov, Kasparov-Karpov y Kramnik-Topalov no es difícil comprender que detrás de cada jugada frente al tablero se escondían bajas pasiones que dañaron la imagen del juego ciencia.
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