Juan Federico Edelmann
2 de agosto de 2021
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Un músico alemán casi olvidado que llevó por nombre Juan Federico Edelmann desembarcó en Cuba en 1832. Reconocido como artista, pues en tal condición llegó, debutó en el Teatro Principal de La Habana el 29 de junio de aquel año. Tuvo éxito entre nosotros, se sintió bien y gustó del clima, por lo que después trajo consigo a su mujer e hijos para establecerse en la Isla.
Se le designó miembro del ejecutivo de la Sociedad Filarmónica de Santa Cecilia y hacia 1836 abrió en la habanera calle de Obrapía un establecimiento que llegaría a ser una relevante casa editora de textos y partituras musicales. Muy pronto el músico ganó el respeto de sus conciudadanos. Impartió clases y entre sus discípulos tuvo al compositor Manuel Saumell. Para el musicólogo Orlando Martínez, Edelmann “fue el primero que nos enseñó a tocar el piano”.
En su faceta de editor, Edelmann abrió las puertas para la divulgación de la obra de numerosos compositores cubanos, entre los cuales se citan Claudio Brindis de Salas (padre), Nicolás Ruiz Espadero, Raimundo Valenzuela, José White, Manuel Saumell, Tomás Ruiz y varios más.
Como compositor, Edelmann era un artista laborioso, pero a pesar de su condición de editor y propietario de la casa impresora, fue escaso el volumen de su obra que publicó. Tampoco aprovechó las facilidades de impresión que tenía a su alcance para darse publicidad ni promover sus valores musicales, dando muestras de una modestia que lo enaltece.
Aun antes de llegar a Cuba, Edelmann estaba ya graduado de piano del Conservatorio de París y había ejercido la docencia, que le llegaba por vía paterna. Además, había dado funciones en Europa, Estados Unidos, México, las Antillas y Centroamérica.
Sus conocimientos acerca de los instrumentos musicales eran asombrosos: tocaba el piano, el arpa, el flautín; improvisaba con facilidad, era excelente lector de música a primera vista.
El artista murió en La Habana el 20 de diciembre de 1848. En su muy útil libro Ellos hacen la música cubana, el musicólogo Raúl Martínez le dedicó un capítulo muy esclarecedor de su importancia.
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