José Martí y sus vivencias en París
24 de julio de 2020
|
A finales de 1874 José Martí tuvo una corta estadía en París, la capital de Francia, cuando había salido de España para dirigirse hacia México con el objetivo de reencontrarse con sus padres y hermanas, quienes se habían trasladado y radicado en ese país de América Latina desde mediados de ese año.
Martí había permanecido en España desde que fuera deportado de su tierra natal en 1871 tras haber padecido por sus convicciones patrióticas el presidio político y la realización de trabajo forzado.
Tras una estadía de casi cuatro años en el territorio español donde vivió primero en Madrid y después en la ciudad de Zaragoza, en la provincia de Aragón, emprendió el viaje hacia México y primero llegó a París. Apenas unos días estuvo en la capital francesa, ya que debía proseguir su recorrido.
No obstante, su breve estancia en París ello se puede catalogar como un momento importante e inolvidable en su vida, debido a que esto constituyó para él una posibilidad única de tener un encuentro cercano con la cultura francesa y de Europa en general. En Paris pudo realizar recorridos por los lugares más bellos y típicos de la de la ciudad.
También se interesó y logró visitar famosos museos en los que había obras maestras de todos los tiempos e igualmente indagó y buscó libros de las más grandes figuras de la novela y la poesía de dicho país europeo.
Con esto José Martí evidenció el ansia que tenía por apreciar todo lo que estuviera relacionado con el arte y la literatura, es decir de aquello que contribuyese a enriquecer la vida espiritual de los seres humanos y por ende propiciar que la vida en general fuese más placentera.
En torno a la salida de José Martí de España y su breve estadía en París, capital de Francia, en diciembre de 1874, la doctora Carmen Suárez León en el trabajo titulado Crónica de un encuentro probable, reflejado en el libro titulado Ensayos del Centro, editado por el Centro de Estudios Martianos, en el año 2009, señaló: “Quedaban atrás, sobre todo, abolidas por su pobreza y la necesidad de mantener a su familia, las esperanzas de un futuro mediato independiente para poner manos a la obra de su vida sin apremios materiales. El fantasma de la miseria engullía sus sueños de realización personal y patriótica. Iba con el alma helada y confusa, y cruzará por un París que también está en esos días helado y confuso. Diciembre de 1874 fue para la Ciudad Luz un mes neblinoso y extremadamente frío.”
En etapas posteriores Martí en varios trabajos periodísticos comentó en relación con Francia y además en forma específica sobre París.
En un trabajo publicado el 23 de enero de 1882 en La Opinión Nacional de Caracas se refirió a las características y actividades en la etapa invernal en la capital francesa.
Detalló en la parte inicial de dicho trabajo: “Con el invierno vuelve París a su existencia mágica.”
Y más adelante expuso que París vive su vida febril, impaciente y suntuoso y precisó al respecto: “París duerme vestido. París habita en un carruaje como bálsamo. El invierno de París es una noche brillante y prolongada.”
En otro trabajo fechado el 15 de abril de 1882 y publicado igualmente en La Opinión Nacional de Caracas, Martí aseguró que Francia es la patria de los hombres, y la madre generosa de su libertad, que riega con su sangre los árboles que siembra.
Martí fue un gran admirador de la cultura francesa y además tuvo conocimientos de su idioma.
Para él constituyó siempre una ilusión el poder apreciar directamente la ciudad de París, que representaba entonces el centro cultural del mundo, y corazón del pueblo que abrió con su corazón una nueva etapa hacia la libertad.
En 1889 Martí trata con amplitud acerca de un gran acontecimiento ocurrido en la capital de dicho país con motivo de la celebración del centenario de la Revolución francesa.
En la revista La Edad de Oro que escribiera especialmente dirigida a los niños, en su tercera edición que circuló en septiembre de 1889 comentó en forma amplia y detallada sobre la Exposición de París.
Y precisó al resumir el significado de dicho acontecimiento: “Los pueblos todos del mundo se han juntado este verano de 1889 en París.”
También señaló la siguiente consideración al hacer referencia a las características del pueblo francés: “Francia fue el pueblo bravo, el pueblo que se levantó en defensa de los hombres, el pueblo que le quitó al rey el poder.”
En el citado trabajo describió con singular maestría, pese a que él no se hallaba en París, las características de los distintos pabellones de muchos de los países participantes en la exposición y también hizo referencia a las actividades que se realizaban.
Además resaltó la majestuosidad de la Torre Eiffel, símbolo de París, a la que calificó como “el más atrevido de los monumentos humanos.”
E igualmente precisó lo que ocurría durante la Exposición de París en la zona específica donde se hallaba la torre Eiffel: “¡El mundo entero va ahora como moviéndose en la mar, con todos los pueblos humanos a bordo, y del barco del mundo, la torre es el mástil! Los vientos se echan sobre la torre, como para derribar a la que los desafía, y huyen por el espacio azul, vencidos y despedazados. Allá abajo la gente entra, como las abejas en el colmenar: por los pies de la torre suben y bajan, por la escalera de caracol, por los ascensores inclinados, dos mil visitantes a la vez; los hombres, como gusanos, hormiguean entre las mallas de hierro; el cielo se ve por entre el tejido como en grandes triángulos azules de cabeza cortada, de picos agudos.”
Galería de Imágenes
Comentarios