José Martí y sus valoraciones sobre la actitud ante la vida de los seres humanos
5 de diciembre de 2014
|Con su ejemplo en el modo de actuación cotidiano, y por supuesto también con su prédica, José Martí sirvió de fuente de motivación y enseñanza para sus contemporáneos y además para las generaciones que le sucederían, ya que ha dado una notable contribución al desarrollo de los valores de su pueblo en sentido general.
En los trabajos periodísticos y en los discursos pronunciados por José Martí, así como en algunos de sus poemas y otras obras hay diversas alusiones a lo que, sin dudas, para él constituyó algo esencial: la actitud ante la vida y las cualidades de los seres humanos.
Precisamente él aseguró que sólo las virtudes producen en los pueblos un bienestar constante y serio.
Martí no concibió la vida de los hombres y mujeres alejada de la dignidad, de la justicia y del hecho de sentirse útil a los demás y a la causa de su pueblo.
Por eso al exponer sus criterios acerca del sentido de la vida de los seres humanos afirmó: “Los hombres que vienen a la vida con la semilla de lo porvenir y luz para el camino, sólo vivirán dichosos en cuanto obedezcan a la actividad y abnegación que de fuerza fatal e incontrastable traen en sí.”
Martí luchó porque prevaleciera en todo momento la dignidad. En una de las consideraciones que hiciera sobre las características de los hombres y de los pueblos, destacó que pueblo grande, cualquiera que sea su tamaño, es aquel que da hombres generosos y mujeres puras y también precisó que la prueba de cada civilización humana está en la especie de hombre y mujer que en ella se produce.
Martí dijo, además, que había que dar ocasión a lo mejor para que se revele y prevalezca sobre lo peor.
Y en este sentido él constituye un ejemplo del hombre que evidenció llevar adelante una vida digna porque en todo momento supo desarrollar su existencia sobre la base de principios muy sólidos, como por ejemplo éste en el que detalló su concepción acerca de la vida al afirmar: “Cuando se conoce la vida, sólo el deber es grato; sólo él es digno de obediencia; sólo él da fuerzas para afrontar la malignidad de los hombres”.
Igualmente expresó que el que vive de la infamia, o la codea en paz, es un infame. Y añadió que abstenerse de ella no basta; se ha de pelear contra ella.
Martí sintió una gran admiración por aquellos hombres que fueron capaces de convertirse en símbolos para sus semejantes y que con la fuerza de su ejemplo posibilitaban el desarrollo de una vida digna para sus pueblos.
En uno de los trabajos que publicara en la revista La Edad de Oro, se refirió a esta cuestión al detallar que cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres y seguidamente expuso: “Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a sus pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana. Esos hombres son sagrados.”
José Martí actuó en forma consciente no sólo en aras de lograr la independencia de su tierra natal sino a la vez porque las mayores virtudes se desarrollasen y fueran expresión de su pueblo.
En 1892 en un trabajo publicado en Patria, titulado El Alma cubana, afirmó: “Otros propagarán vicios, o los disimularán; a nosotros nos gusta propagar las virtudes.”
Pero para Martí no bastaba con poseer esos valores sino que había que luchar porque esto también formara parte del modo de actuar de su pueblo en sentido general. Y es por eso que aseguró: “El deber de un hombre virtuoso no está sólo en el egoísmo de cultivar la virtud en sí, sino que falta a su deber el que descansa mientras la virtud no haya triunfado entre los hombres.”
De la trascendencia de la vida y obra de José Martí han expuesto valoraciones múltiples personalidades políticas e investigadores cubanos y de otros países. Por ejemplo el Doctor Enrique José Varona en un discurso pronunciado en Chickering Hall, en Nueva York, el 19 de mayo de 1896 en ocasión de cumplirse el primer aniversario de la caída de José Martí, destacó: “En todas las tareas que se impuso encontró siempre dóciles sus múltiples aptitudes, porque esas varias y brillantes facultades, esas luminosas facetas de su gran inteligencia, convergían todas, como los radios al centro, a una facultad suprema, que las animaba y vigorizaba: el entusiasmo. Su portentosa fantasía desplegaba las alas a todos los vientos del espíritu, más no para vagar al acaso, con la facilidad gallarda del mero diletante; sino para buscar por cada rumbo lo mejor, lo más exquisito, la flor de perfección que soñaba, y que su corazón ardiente le hacía amar con indecibles transportes. Amó siempre su obra. He aquí el secreto de sus grandes éxitos. Era cada una la hija predilecta, en las horas de preparación y labor, y la concebía y la quería la más gallarda, la más hermosa, la más acabada. No colocó su ideal en un mundo inaccesible. Quiso y logró esculpirlo en la roca de la realidad. Dio valor a cada situación de su vida, precio a cada trabajo. Hizo cada vez y en cada caso lo más y lo mejor que pudo. No hay regla de vida más alta, ni más fecunda.
Atravesó la vida como quien lleva en las manos antorcha y pebetero. Más cuando llegaba el caso, quitaba del cinto el hacha o bajaba del hombro la piqueta y las empuñaba con resolución. Quería alumbrar y perfumar; pero sabía que muchas veces es preciso antes descuajar el bosque, o acabar de derruir el edificio carcomido y ya inservible. Mas destruyera, preparara o edificara, todo lo hacía como si no hubiera de hacer otra cosa. Sabía que éste era el medio, el único medio de hacer al cabo la grande obra, que era el imán de su alma, la que sentía palpitar debajo de las otras, como se siente bullir el agua profunda en las entrañas de la roca.
Por eso fue su vida al parecer tan compleja. Peregrinó por el mundo con una lira, una pluma y una espada. Cantó, habló, escribió, combatió; dejó por todas partes chispas de su numen, rasgos de su fantasía, pedazos de su corazón; pero en cualquier ruta, por todos los senderos su vista estaba siempre fija en la solitaria estrella, que simbolizaba su honda y perpetua aspiración del hogar, y patria.”
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