José Martí y sus valoraciones acerca de Nicolás Azcárate
13 de septiembre de 2013
|En diversos trabajos que escribió a través de su existencia y en distintas publicaciones acerca de destacadas figuras de Cuba y de otras partes del mundo.
En el periódico “Patria” precisamente publicó un trabajo en relación con Nicolás Azcárate, cuyo nacimiento tuvo lugar el 21 de julio de 1828 en La Habana y quién llegó a ser un prestigioso jurisconsulto.
Azcárate fue fundador del Liceo de Guanabacoa, del Liceo de La Habana y creó, en unión de otros intelectuales la Asociación de Escritores y Artistas Cubanos.
En el Liceo de Guanabacoa fue presidente de la sección de Literatura y en el de La Habana su presidente.
Al ser suprimidas por las autoridades españolas las reuniones culturales del Liceo, dio inicio en su casa a las famosas tertulias de carácter privado.
La gran amistad entre Juan Gualberto Gómez y José Martí nació en el bufete de Azcárate. Juan Gualberto realizaba una de sus visitas frecuentes al bufete cuando le presentaron a Martí quién a finales de agosto de 1878 había retornado a La Habana procedente de Guatemala
En el trabajo reflejado en “Patria” el 14 de julio de 1894 sobre Azcárate Martí hizo referencia a la vida y a la posición asumida ante el problema de la independencia de Cuba por el fallecido periodista y abogado
Señaló que expiró en la silla estrecha de un empleo español, el cubano cuya nativa majestad vino a parecer como apocada y oscura, por el vano empeño de acomodar su carácter pródigo y rebelde a una nación rapaz, despótica y traicionera.
Antes de entrar a detallar las características desde el punto de vista literario y los criterios políticos de Azcárate, Martí expuso consideraciones muy elocuentes en torno al papel de los seres humanos.
Por ejemplo expresó que vive infeliz, y como fuera de sí, el hombre que no obedece plenamente al mandato de su naturaleza, ni emplea íntegra, sin miedo y sin demora, la suma de energía y entendimiento de que es depositario.
Martí también enfatizó que son nulas, y deshonrosas a veces, las capacidades del hombre, cuando no las usa en servicio del pueblo que se las caldea y alimenta y seguidamente precisó en forma resuelta: “El genio no puede salvarse en la tierra si no asciende a la dicha suprema de la humildad. La personalidad individual sólo es gloriosa, y útil a su poseedor, cuando se acomoda a la persona pública. El hombre, como hombre patrio, sólo lo es en la suma de esperanza o de justicia que representa.”
Para Martí los hombres secundarios, que son aquellos en quienes los apetitos del bienestar ahoga los gritos del corazón del mundo y las demandas mismas de la conciencia, pueden vivir alegres, como vasos de fango repintado, en medio de la deshonra y vergüenza humanas.
Y por el contrario, enfatizó, que los hombres que vienen a la vida con la semilla de lo porvenir y luz para el camino, sólo vivirán dichosos en cuanto obedezcan a la actividad y abnegación que de fuerza fatal e incontrastable traen en sí.
En ese trabajo al referirse a cómo los hombres debían subordinar sus intereses e individualidades a los de los pueblos y de la humanidad en sentido general.
Igualmente manifestó que debe el hombre reducirse a lo que su pueblo, o el mayor pueblo de la humanidad, requiera de él, aunque para este servicio sumo, por la crudeza de los menesterosos, sacrifique el arte difícil de componer la dicha social los elementos burdos de su época, el arte, en verdad ínfimo, de sacar a pujo la brillantez de la persona, ya esmerilando la idea exquisita, que viene mareada del universo viejo, ya levantado, a fuerza de concesiones inmorales, una vulgar fortuna.
Sobre la vida de Azcárate manifestó que aunque fue partidario de la libertad tuvo posiciones erróneas en cuanto a la guerra por la independencia de Cuba.
Comentó que el mundo para Azcárate era belleza e idea y pensamiento más que hecho, por lo que de las libertades entendía mejor lo escrito que lo que se vivía y en el arte era amigo de lo que debe ser y hostil a cuanto no fuese de belleza puro, que era para él lo único verdadero.
En su análisis acerca de Nicolás Azcárate, Martí dijo que por su entrada triunfante en la existencia, por su sincero horror a la guerra y por su fe ciega en el poder decisivo de su persona, creyó de poca raíz la pelea de España y Cuba, o sin tanto que no la pudiese él al cabo reducir y añadió que con patente error tenía por cierto que España, que había perdido su sentido y rango en el mundo moderno, podía mantenerse con utilidad de sus colonias superiores y del universo creciente y laborioso en el ámbito americano.
También señaló que con aquella singular arrogancia que casi siempre acompaña y frecuentemente pierde a las personalidades vigorosas, creyó Nicolás Azcárate ver en sí propio, como cubano que era, la pintura fiel de Cuba y tuvo por aberración y nulidad cuanto de su patria fuera diverso de lo que venía en sí.
Como se puede apreciar había una gran distancia sobre lo que pensaba ese eminente periodista y abogado al cual Martí se refería y lo que precisamente, en esos momentos, éste se hallaba haciendo en favor de la liberación de su tierra natal, es decir la preparación de lo que él calificaría como la Guerra Necesaria.
No obstante en su artículo publicado en Patria, Martí no dejó de tratar con respeto y reconocer las cualidades de Azcárate desde el punto de vista oratorio y literario al expresar: “En las letras halló consuelo, y empleo a su actividad voraz, aquel espíritu constructor; y los años no dejarán morir- a pesar de su equivocado silencio y luctuosa intervención en la época sagrada de su patria- la memoria del cubano pujante cuya culpa mayor fue acaso la de haber malogrado su natural grandeza en el empeño vano e imposible, con su alma de pobre y de rebelde, de brillar por las pompas del mundo en una sociedad vejada y despótica.”
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